El Precio Del Silencio.

Capítulo 7. El acuerdo.

Me levanté esa mañana con una tristeza profunda, como si el día que destruí lo nuestro se repitiera...realicé mi rutina matutina sin prestar atención a lo mínimo, solo seguía un plan protocolario cual robot programado.

El sonido de mi celular me distrajo de mis quehaceres, el nombre de mi jefe resplandecia en mi pantalla y rápidamente conteste, ya que no es propio de él llamarme fuera del horario laboral.

—Buenos días señor Coleman ¿cómo amanece usted hoy?

—Buenos días Sophia, muy bien gracias y ¿tú?

—Bien gracias señor, ¿todo en orden?—pregunté con cautela.

—Si, de antemano te pido disculpas por llamarte tan temprano, pero la reunión de la tarde con el señor Lancaster y su equipo, la pasamos para el mediodía y necesito que terminemos la presentación final, quisiera por favor pedirte si podrías llegar un poco antes, nos faltan algunas cosas que ajustar—el solo nombre de Liam me removió todo por dentro.

—Claro que si señor. No se preocupe, en una hora nos vemos en la oficina.

—Gracias Sophia, voy a mandar a Cameron por ti. Así no te demoras tanto y apresuramos todo.

—Muchas gracias señor, estaré lista a las 7:00.

—Perfecto. Hasta entonces.

Esta vez Justin tendría que terminar las cosas y llegar tarde a la universidad, era una situación atípica.

Subo a mi habitación y me alistó, me enfundo en un vestido negro ajustado al cuerpo hasta la rodilla, con una abertura en la parte de atrás y un escote sutil, un blazer rosa y unos stilettos negros; me maquillo suave y dejo mi pelo suelto, recojo mi bolso negro y bajo rápido para esperar a Cameron. A los pocos minutos el sonido del claxón me avisa que llegaron por mi.

Luego del rápido trayecto a la empresa, nos dedicamos a terminar las presentaciones finales, esta era la reunión definitiva para cerrar el trato que llevaría a Tecnology Corporation a otro nivel, sobra decir que el señor Coleman estaba esperanzado por esta unión.

El mediodía llego volando, mi corazón quería salirse del pecho al saber que en pocos minutos Liam estaría delante de mi nuevamente. La sala de juntas estaba preparada para una ocasión especial. La mesa de cristal reflejaba la luz de las lámparas, y el aroma a café recién servido se mezclaba con el silencio expectante. Yo estaba junto al equipo de la empresa, trataba de concentrarme en los documentos que tenía delante. Fingía calma, pero mis manos temblaban bajo la mesa.

Cuando la puerta se abrió, mi corazón dio un vuelco. Liam entró con paso firme, escoltado por dos de sus asistentes y su primo Martín. El traje azul oscuro se ajustaba a la perfección a su cuerpo, proyectando poder, y su expresión era la de un hombre acostumbrado a que todo girará a su voluntad. Era distinto al joven que había amado años atrás: ahora era un hombre endurecido, con la frialdad marcada en cada gesto que tenía.

Saludo con una formalidad cortante a todos los de la sala, incluso a mi, como si el pasado jamás hubiera existido. Nadie sospechaba que entre nosotros había una historia de amor, traición y heridas que nunca cicatrizaron.

El señor Coleman, rompió el silencio.
—Señor Lancaster, es un honor tenerlo nuevamente con nosotros. Permítame exponerle nuestra propuesta final de expansión.

Durante casi una hora, mi jefe habló de cifras, gráficos y proyecciones en Asia y Europa. Me tocó intervenir con respuestas precisas y datos, pero cada vez que alzaba la vista sentía los ojos de Liam clavados en mí. Una mirada tan penetrante que me hacía sentir vulnerable, como si conmigo le recordara que, por más profesional que me mostrara, jamás podría escapar de lo que nos unía.

Cuando mi jefe terminó su exposición, Liam cerró la carpeta con un golpe seco que hizo eco en la mesa.
—Su propuesta es interesante, señor Coleman—dijo con voz grave—, pero puedo ofrecerle algo mucho más ambicioso.

Todos se tensaron.

—No sólo puedo financiar su expansión en Asia y Europa —continuó Liam—. Puedo darle lo suficiente para que su marca llegue también a Latinoamérica y África. Una expansión global.

Un murmullo recorrió la sala. El señor Coleman lo miró sorprendido.
—¿Y qué porcentaje de participación espera a cambio?

—Cuarenta por ciento—respondió sin titubear—Quiero ser el accionista mayoritario.

El aire se volvió pesado. Coleman, visiblemente incómodo, intentó negociar.
—Cuarenta es mucho. Eso sería cederle el poder de mi empresa. Habíamos considerado un veintidós, incluso un veinticinco.

Liam lo interrumpió con calma, pero con una dureza que no dejaba espacio a dudas.
—Lo que le ofrezco no es moderado. Le estoy dando alas para volar sobre todo el mundo. Ningún otro socio le dará esto. Usted seguirá como presidente, tomará decisiones del día a día, lo único que solicito es que, en inversiones que superen los dos millones de dolares, esas decisiones se consulten conmigo y con mi equipo. De esa manera, garantizamos que cada paso de gran impacto esté respaldado por una visión conjunta y estratégica. Todo quedará por escrito.

Un silencio se extendió. Todos sabían que la oferta era tentadora, pero arriesgada.

Yo con el corazón acelerado, bajé la vista hacia mis notas. No necesitaba más explicaciones: si mi jefe aceptaba, Liam se convertiría en dueño de todo. Dueño de la empresa, de los proyectos… y de la proximidad inevitable entre nosotros.

Colemen respiró hondo.
—Necesitaré consultarlo con mi equipo —dijo al fin—. Una decisión así merece reflexión.

Liam se levantó de la mesa.
—Por supuesto. Pero recuerde: las oportunidades no esperan. Por cierto, en caso de que la decisión sea positiva, necesito una oficina en las instalaciones para cuando venga a trabajar—dijo esto último mirandome a mí.

Los presentes lo imitaron, intercambiaron apretones de mano y salieron de la sala con sonrisas tensas.

Yo recogí mis documentos con rapidez. Necesitaba y quería cruzarme con él, al levantar la vista lo encontré mirándome. Era una mirada cargada de fuego y de distancia a la vez, que me estremeció.




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