Abrí los ojos lentamente, los rayos del sol se filtraban leve por las cortinas negras, me estiré y sentí sobre mi cuerpo adolorido una sabanas cálidas y suaves, por un instante no entendí dónde estaba. El techo no era el de mi habitación, las sábanas tampoco tenían el aroma familiar de mi casa, olían a él. Me tomó unos segundos procesar lo evidente: estaba en el penthouse de Liam… en su cama.
El recuerdo de la noche anterior me golpeó de lleno, de forma certera y punzante. No solo había cedido a mis deseos carnales, había entregado cada parte de mí hasta la madrugada, dejándome arrastrar por una mezcla de amor, deseo contenido y esa atracción imposible de negar. Cerré los ojos un instante, y todavía podía sentir la calidez de sus manos recorriéndome con vehemencia, el peso de su cuerpo sobre el mío, el murmullo de su voz diciendo mi nombre como si jamás lo hubiera olvidado, como si lo llevará tatuado.
El sonido del agua me hizo volver a la realidad. El grifo de la ducha estaba abierto; Liam estaba en el baño.
Un escalofrío de vergüenza y pánico me recorrió. ¿Qué demonios había hecho? ¿Qué pasaría ahora con Liam?. Mi corazón latía con fuerza, como si quisiera salirse de mi pecho, recorde a mamá y Austin.
De un salto busqué mi bolso. Mis manos temblaban mientras revolvía entre mis cosas hasta dar con el celular. La pantalla se encendió de golpe y vi más de 10 llamadas perdidas de mi hermano y varios mensajes. Tragué saliva por lo imprudente que fui y marqué de inmediato.
—¡Sophia Smith! —su voz explotó en el auricular, cargada de preocupación y enojo—. ¿Dónde estabas? ¿Por qué no contestabas? Santo Dios me estaba muriendo.
—Perdón, perdón… —murmuré bajito, tratando de no alzar la voz por miedo a que Liam me escuchara desde la ducha—. Me quedé… me quedé sin señal.
—¿Sin señal? —su tono subió aún más—. ¿Sabes lo preocupado que estuve? ¡Estuve a punto de ir a la policía! Incluso pensé en decirle a mamá…
—¡No! —lo interrumpí con rapidez, apretando los dientes y llevándome una mano al pecho—. No, a mamá no. Por favor, no lo hagas. Estoy bien, de verdad, no hay necesidad de preocuparla de más.
Caminé hacia la ventana, abrí la cortina y deslicé la puerta para salir al balcon, necesitaba aire. Mis piernas parecían de plomo y, aun así, me obligué a mantener la voz lo más calmada posible.
—No me vuelvas a hacer esto hermana—dijo él, ahora un poco más bajo, pero igual de firme—. Te juro que sentí que te había pasado algo horrible.
—Te prometo que no volverá a suceder… —susurré, aunque ni yo misma sabía si podía cumplir esa promesa.
—Te quiero.
—Yo más.
Colgué despacio y me adentre en la habitación para recoger mis cosas y marcharme. El murmullo constante del agua seguía sonando, como un reloj de arena que me recordaba que en cualquier momento Liam saldría de la ducha y yo tendría que enfrentarlo… enfrentar lo que había hecho.
Respiré hondo, abrazándome a mí misma, y comprendí que aquella mañana marcaría un antes y un después.
Mientras recogía mis cosas, algo empezó a vibrar en la mesita de noche, me acerqué y vi como la pantalla vibró de nuevo. Una llamada entrante. Y ese nombre brilló ante mis ojos como una condena: Bianca.
El corazón me dio un vuelco brutal, y sentí que el aire se me iba. No era sorpresa, lo sabía. Sabía desde hacía meses que Liam estaba comprometido con ella. Lo había visto en la prensa, en fotos, en los comentarios inevitables que circulaban en la oficina y en las calles. Yo lo sabía… pero anoche lo borré de mi cabeza. Anoche, entre sus brazos, decidí hacerme la ciega, la sorda, la muda.
Y ahora la realidad me estallaba en la cara como una granada.
Las lágrimas salieron sin pedir permiso. No las busqué, no intenté detenerlas; simplemente cayeron, cálidas y traicioneras, mojando mis mejillas. Recordandome lo que había hecho ¿Cómo pude hacer esto? ¿Cómo pude convertirme en lo que juré que nunca sería? No solo me había traicionado a mí misma, sino también a ella, mi amor a Liam es demasiado fuerte que me olvide de todo, incluso de mi. Porque aunque no la conocía, aunque no tenía un vínculo con esa mujer, no podía dejar de pensar en lo que sentiría si supiera que el hombre que amaba se había entregado a otra.
Yo había sido todo para Liam una vez. Su mundo, su mujer, su promesa, su futura esposa, sus sueños. Y ahora… ahora no era más que la pasión de una noche. Un desahogo. Una debilidad.
Me abracé a mi misma, sintiéndome pequeña, rota. El celular vibraba todavía en mis manos, insistente, cruel. Y fue entonces cuando la puerta del baño se abrió.
El vapor se esparció en la habitación, y Liam apareció con el cabello empapado, gotas resbalando por su piel, una toalla ajustada a su cintura. Yo lo miré, deshecha, con las lágrimas corriendo por mi rostro. Y él me miró a mí. Primero con desconcierto y preocupación, luego con un brillo oscuro en los ojos que no supe descifrar.
—¿Qué haces? —preguntó con voz grave al notar que tenía su celular en las manos.
No dije nada, no podía. Solo tendí mi mano para que el sujetara el celular.
Liam lo tomó, miró la pantalla y sin pensarlo lo apagó. Lo arrojó a un lado, como si esa llamada no significara nada. Como si su prometida no existiera.
Dio un par de pasos hacia mí, con esa seguridad que siempre lo había caracterizado. Se inclinó, sus labios casi rozando mi oído, y me susurró con un tono cargado de deseo:
—¿por qué lloras cariño, no te gustó lo de anoche? Te ves increíble con mi camisa. Tan sexy… ¿segura que no quieres repetir?
Su mano se deslizó por mi pierna, ascendiendo con descaro. Y eso, lejos de estremecerme como antes, me rompió aún más.
Me aparté con brusquedad, como si me quemara.
—¡No! —exclamé, mi voz quebrada—. No, Liam, por favor… no me hagas esto. Tú tienes a alguien más. Esto no está bien. ¡Lo que hicimos no está bien!
Él me miró con frialdad. Con cinismo. Se acercó de nuevo, inclinándose sobre mí, sus ojos fijos en los míos.
#2123 en Novela romántica
#755 en Chick lit
venganza, secretaria jefe, amor celos ruptura deseo erotismo
Editado: 17.09.2025