Soraya.
Me miro en el espejo y me encanta lo que veo, soy diva, reina, matona… Traigo puesto un vestido negro ceñido al cuerpo que me llega un poco mas arriba de la rodilla, con un discreto pero sexy escote que muestra la generosidad de la genética con mi personalidad. Llevo mi cabello suelto con una delicadas ondas, y un maquillaje ahumado en mis ojos que resalta el verde de los mismos, un labial rojo que complementa perfectamente mi maquillaje. Le agradezco a mis papitos el empeño y la dedicación que pusieron al hacerme, la verdad que les quede espectacular.
Llego hasta el restaurante español, donde me citaron los Ferrara, la recepcionista del lugar me dirige hacía la mesa donde me esperan mis futuros clientes.
Al llegar, me llama la atención solo encontrar a Augusto esperándome sentado a la mesa. Su mirada me recorre sin disimulo y bingo se que logré el efecto deseado.
—Buenas noches, pensé que yo era la que venía retrasada —digo sonriendo coqueta.
—Buenas noches. —Toma mi mano y deposita un suave beso sobre los nudillos—. Si lo dices por mi sobrino, él no vendrá, estaba un poco indispuesto y me pidió que le presentara sus excusas —justifica Augusto.
—Ya, bueno creo que esta noche solo seremos tú y yo —afirmo seductora.
—Así parece, Soraya —confirma él. La mesera nos entrega la carta y Augusto pide una botella de vino de las más costosas, no pues. si hay pobreza que no se note, los hombres y su afán de impresionar.
—No conozco el lugar, ¿alguna sugerencia para la cena? —pregunta Augusto con su voz rasposa y sexy mirando a la chica que nos atiende.
La mirada embobada de la chica está sobre él, y creo que su mente quedo en blanco, porque la pobre no logra articular palabra para responderle y ¿como culparla? si el hijo de su mamacita está como quiere y eso salta a la vista: la camisa negra que trae puesta, con los primeros tres botones abiertos deja ver parte de su pecho, se ciñe a sus brazos y a su torso de manera que los músculos se marcan, el pantalón de tela gris oscuro se adhiere de forma exquisita a su trasero no pude evitar que mi mirada se posara allí cuando se levantó para recibirme y para colmo de males esa sonrisa de modelo de pasta dental complementado con esa mirada azulada, logran sin mucho esfuerzo, que las pantaletas de cualquier mujer sufran un accidente. A este hombre debieran detenerlo por estar tan bueno.
Un carraspeo de mi garganta logra que ambos posen su mirada en mí.
—Tal vez la chica sea nueva y no sepa que recomendarnos, pero si me lo permites puedo sugerirte un par de platillos —propongo animada.
—Mejor aún, definitivamente sé que puedo confiar en tu bien gusto, Soraya —responde adulador.
Ordenamos y la pobre mesera sale huyendo despavorida de nuestra mesa, al darse cuenta que fue sorprendida babeándose por Augusto.
—Podría decirme ¿Para qué soy buena señor Ferrara? —pregunto coqueta.
—Yo diría que para muchas cosas, pero debo deducir que se refiere a asuntos laborales, señorita Russo —menciona con desenfado.
—Por supuesto, señor Ferrara —afirmo.
—Alonso y yo, necesitamos que se encargue de algunas inversiones que dejaremos andando aquí, la idea es que sea nuestra apoderada legal —explica Augusto—. Por supuesto que los honorarios los fija usted, eso no representa para nosotros ningún problema. Necesitará trabajar de manera estrecha conmigo, ya que soy quien maneja los asuntos administrativos —argumenta—. Si le interesa empezamos cuanto antes, Alonso necesita volver a Italia urgentemente, tiene un asunto importante que tratar allá. —Toma un sorbo de mi copa de vino sin dejar de mirarme.
Podría tener la documentación lista para el viernes, solo necesito el detalle de los inversiones que manejaré, luego de eso su sobrino y usted podrán regresar a Italia sin ningún problema. —Le respondo.
—Todavía no se si yo regrese con él, eso depende de cómo se desenvuelva cierto asunto que requiere mi total atención —agrega Augusto esbozando una sonrisa sexy.
La cena llega, empezamos a comer y seguimos conversando sobre temas banales. El postre cierra con broche de oro nuestra cena, por lo que luego de terminar de degustarlo, decido despedirme.
—Ha sido todo un placer señor Ferrara, creo que ya es hora de irme. —Le comunico.
—No entiendo por qué, si la noche aún es jóven, señorita Russo —alega.
—Pensé que ya habíamos tratado todos los asuntos de negocios —respondo seria.
—Podríamos concentrarnos ahora en el placer, claro si usted está de acuerdo —coquetea Augusto.
—Ilustrame, señor Ferrara.
—Tal vez ir a bailar, tomar unos tragos, pasarla bien. ¿Qué le parece, Soraya? —pregunta con una sonrisa
—No acostumbro a mezclar negocios y placer, pero podría hacer una excepción esta noche —respondo a su coquetería.
Alonso.
—Para el día viernes la licenciada Soraya tendrá toda la documentación lista para que la firmes —dice mi tío mientras camina en dirección mí, adentrándose en la habitación.
—Augusto, te pedí que fuera lo más pronto posible y faltan tres días para eso. Te dije que quiero regresar a Italia cuanto antes —Objeto autoritario.
—Obviamente que le expliqué eso, claro obviando el motivo de tu urgencia. No voy andar por allí de chismoso, contándole a todo mundo tus penas amorosas, sin embargo me dijo que al ser documentos que ocupan revestir cierto tipo de formalidades, lo más pronto que podría tenerlos es en tres días, Alonso —Me explica mi tío.
—Maldita sea —replico enojado.
—Hey, respeta a tus mayores, controla esa boquita frente a mí, Alonso —exige mi tío.
—Soy tu jefe. Augusto —demando altivo.
—Soy tu tío y aún puedo darte un par de nalgadas si te pones rebelde —Noto en su cara un intento de sonrisa que no me convence.
—¿Cómo te fue anoche, Augusto? —consulto mirándolo.
— Bien, ya te conté —responde palco.