Alonso.
Viernes al fin, necesito firmar esos benditos papeles y salir a Italia cuanto antes. Mi tío y yo, venimos llegando a la oficina de Soraya Russo.
—Pensé que no vendrías. —Le cuestiono a mi tío.
—¿Alguna vez me has visto huirle a algunos de los matones a los que nos enfrentamos?—Me pregunta mientras mete las manos en sus bolsillos y se recuesta en la pared metálica del elevador.
—Pues no —afirmo.
—Entonces ¿Por qué tendría que huir de una mujer? —alega.
—Porque algunas veces ellas suelen ser más letales, tío. —decreto.
Entramos al despacho de Soraya
—Buenos días señores Ferrara. —Nos saluda la pelirroja.
—Buenos días —contestamos mi tío y yo al unísono.
— Aquí está la documentación que necesito que firme. —Estampo mi firma, lo más rápido posible y me pongo de pie listo para marcharme.
—Los pormenores los manejas con mi tío, él es mi mano derecha así que puede darle toda la información que requiera. Me disculpas pero me urge salir de inmediato a Italia. —Le comunico.
—Lo entiendo, no se preocupe yo me ocupo de los detalles con el señor Augusto. —Responde la abogada.
—Con permiso. —Salgo de la oficina seguido de mi tío quien ni siquiera abrió la boca, durante el tiempo que estuvimos allí.
Siete horas después estoy arribando a Italia.
—Supongo que estás ansioso de ir a ver a Natasha, pero lamento informarte que hay un asunto de vida o muerte que requiere tu presencia. —Me informa mi tío—. Los hombres de Donato Masino están introduciendo sustancias ilícitas en los barrios que ya hemos logrado limpiar. Por medio de coacción y amenaza, están obligando a los chicos a consumir esa porquería, algunos ya han caído en el hospital.
— ¿Ya ubicaste a Masino? —cuestiono áspero.
—Sí, nuestros hombres solo están esperando tus órdenes. —Me informa mientras Damián, baja del avión y toma el control del vehículo que nos llevará dónde se esconde esa rata—. Resolvamos este problema arrancando el mal de raíz —propone Augusto.
No tengo ni una hora de haber regresado a Italia y ya estoy en irrumpiendo con mis hombres en un bar de mala muerte, ya tenían ubicado a Masino y cuando lo tienen sometido a él y a sus hombres, nos informan a Augusto y a mí, que podemos entrar, tomo mi arma la pongo en la parte trasera de mi pantalón y la cubro con la gabardina que me protege del frío.
—¿En serio pensaste que te podrías burlar de mí? Sabes bien que a esos chicos los protejo yo, por lo que son intocables para ti y para todos. Le digo despreciativo.
—Vamos Ferrara, esos chicos solo son basura humana —alega como protesta y me acerco a él y coloco mi arma en su boca.
—¿Qué tal si te vuelo los sesos, para hacerte cambiar de opinión? —cuestiono inexpresivo.
—¿En serio vas a matarme, por un par de escuincles de la calle? —dice con desprecio.
—Sí. —Halo el gatillo y la sangre y los restos de piel se esparcen por el lugar, todos los presentes me miran con cara de espanto, excepto mis hombres—. Que esto quede como una muestra, lo mismo les pasará a quienes decidan meterse con quienes yo proteja.
Salimos del lugar rumbo a mi casa, ya será mañana cuando pueda verla.
Natasha.
Ya hace una semana que llegué a Italia y cada mañana recibo un ramo de rosas vino tinto, seguido de un mensaje de texto de Alonso Ferrara. Mentiría si no dijera que me he acostumbrado a tan especiales detalles.
Entro a la ducha a darme un baño, el agua caliente me ayuda a relajarme, escucho un leve toque en la puerta de mi habitación, debe ser la empleada que todas las mañanas viene a traer las flores. Busco el albornoz en el mueble de las toallas pero no hay ninguno, debe ser que la chica que aseo la habitación no dejó uno limpio en lugar del otro.
Tomo una toalla y me la enrollo en el pecho, me dirijo hacía la puerta la abro y me doy la vuelta y le pido a la chica que entre y ponga las flores donde siempre.
Me regreso casi corriendo al baño, me siento un poco incómoda al haber salido solo en toalla, escucho cuando cierran la puerta de la habitación por lo que presumo que la chica acaba de salir, «que raro, ella siempre saluda al entrar y se despide al marcharse. Tal vez hoy enviaron otra».
Termino de bañarme, aprovecho y me aplico algo de crema hidratante, me dispongo a salir del cuarto de baño, justo cuando escucho sonar mi celular.
—Aló. —Tomo el celular y lo sujeto con mi cabeza y mi hombro en lo que salgo del baño y me dirijo al mueble donde se encuentra mi ropa interior, saco una braga de encaje blanco y me la coloco, dejando caer la toalla al piso.
—Hola mi reina. —Me saluda la pelirroja.
—Soraya amiga, que gusto escucharte. —Le respondo feliz de escucharla.
—Te extraño Naty
—Y yo a ti —respondo.
—Te tengo buenas noticias. Te voy a ir a visitar. —Me dice.
—¡En serio, amiga! —. Mi grito de emoción y el bailecito de victoria no se hizo esperar, empiezo a dar vueltas sobre mi eje, sonriendo feliz cuando de repente me percato que unos ojos azules y hermosos me recorren de arriba abajo.
—Además también quería decirte que estás oficialmente divorciada ¿me escuchaste? Naty… —Logro oir en medio de mi sorpresa.
—Sí, sí. Ya te escuché que estoy oficialmente divorciada luego hablamos —digo justo antes de cerrar la llamada.
—¿Qué haces aquí y cómo entraste?
Estoy parada enfrente de él, solo con una pequeña braga blanca puesta, mis pechos están descubiertos. Estoy roja como un tomate, lo siento. Reacciono y me agacho para tomar la toalla que segundos atrás me quité pensando que estaba sola.
—Vine a verte y tú misma me dejaste entrar. —Se levanta del sillón donde me ha estado todo este tiempo observando, camina en mi dirección y se detiene justo frente a mí—. Supongo que ahora que estás divorciada , si puedo besarte sin que vayas a tener algún tipo de remordimientos.