El Precio por Tenerla (en edición)

Capítulo 13

Natasha.

El timbre insistente de mi celular me baja de golpe de la nube en la que me dejó ese beso. 

—Aló —contesto sin fijarme quién llama. 

—Dónde estás metida Natasha, tengo una semana buscándote. Tenemos que hablar y aclarar este mal entendido, necesito explicarte… —sisea Andrés.

—No tengo nada que hablar contigo, Andrés. Adiós. —Cierro la llamada, tomo mi celular y bloqueo el contacto. 

—Termino de alistarme y bajo al restaurante. —La joven de la recepción me saluda—. Señora Rivas, el señor Ferrara la espera, por favor, sígame. —Camino justo detrás de la empleada, pero no nos dirigimos al salón si no a una especie de reservado. La chica abre la puerta de vidrio y me  permite entrar—. Hasta luego señora.

En el lugar está Alonso de espalda mirando por el ventanal que tiene vista al jardín del hotel. 

—Nunca antes había entrado aquí, la vista es realmente hermosa —digo gratamente impresionada. Alonso se voltea al escucharme.

Buongiorno bellissima signora (Buenos días bellísima señora). —Me saluda Alonso

—Buongiorno anche a te (Buenos días a ti), pero estoy segura que ya nos vimos hace un rato, a menos que me lo haya imaginado. —Le digo al responder el saludo.

—Dudo mucho que nuestro beso haya sido producto de mi imaginación —dice acercándome a mí y doy un paso hacia atrás para alejándome. 

—En cuanto a eso, le pido por favor que no se haga una imagen errada de mí, no acostumbro a comportarme de esa manera, es solo que yo…—Intento explicar.

—Jamás pensaría mal de ti Natasha y en cuanto al beso, en lo que a mí respecta, lo disfruté y mucho.  —Se justifica, con una sonrisa en sus labios—. Por favor tome asiento, ya no tarda nuestro desayuno —dice mientras aparta la silla para que pueda sentarme—. Me tomé el atrevimiento de ordenar para ambos, espero te guste.

—Pensé que aún estabas en New York. —Le digo 

—Llegué ayer, su amiga Soraya quedó a cargo de nuestras inversiones, lo que me permitió regresar, tenía un asunto importante que atender aquí. —Me responde.

—¿Negocios? —cuestiono.

—Más bien placer, para ser exactos necesitaba venir a ver a una hermosa rubia, de ojos verdes que vive en mis pensamientos desde que la conocí. —Justifica con coquetería.

—Por lo poco que lo conozco, puedo ver que es usted un hombre muy directo —afirmo.

—No me gustan los rodeos ni perder el tiempo, menos cuando se trata de la mujer que quiero como esposa. —Responde seguro.

—Si esa es una propuesta, podría decirle que es un poco inoportuna, cuando apenas acabo de enterarme solo hace unos minutos que estoy divorciada, lo menos que me interesa es volverme a casar, digamos que tuve una mala experiencia.  —Le aclaro.

—Soy un hombre muy paciente e insistente, sobre todo cuando algo o alguien capta mi interés —informa.

Nuestra conversación es interrumpida por la persona que trae nuestro desayuno, la chica coloca los platos y sale del reservado. 

—Supe que la reunión en Azuero&RivasCorp,  no se llevó a cabo —declaro.

—No, sin tú presencia no me interesaba —alega convencido.

—Soraya y Andrés tienen poder de decisión. —Le aclaro. 

—Pero no eres tú, no tienen ni tu visión ni tu pasión para los negocios —declara.

—Si te interesa, podemos asociarnos aquí, me interesa expandir mis negocios en Italia. —Le informo.

—¿Los negocios de Azuero&RivasCorp? —averigua.

—No, los negocios de Natasha Rivas —puntualizo.

—Eso me gusta —asegura con una hermosa sonrisa.

—Entonces cuando quieras nos reunimos a hablar de negocios. —Le propongo entusiasmada.

—Me encantaría, pero tengo una condición. —Lo miro con extrañeza 

—¿Qué condición? —pregunto curiosa.

—Que  podamos mezclar negocio y placer —menciona encantador.

— No creo que eso sea sano —replico.

—No se si sano, pero si muy divertido. —Terminamos de desayunar y nos disponemos a salir del restaurante—. Tienes planes para hoy, Natasha.

—La verdad no —señalo.

—¿Me aceptarías una invitación a conocer parte de mi país? —propone.

—¿Por qué  no? Voy a subir por mi bolso, dame unos minutos. —Le indico.

—Te espero aquí —comunica cortés.

—¿Debo llevar algo, algún atuendo en especial? —indago.

— Tranquila, solo te necesito a ti, lista para salir — afirma atrevido.

— Ok —respondo.

 

Alonso.

La veo subir al elevador y aprovecho para ir hasta la boutique del hotel

—¿Tiene listo lo que le pedí? —Le cuestiono a la empleada.

—Sí señor,  aquí está todo. —Me dice la dama que me atiende con una sonrisa coqueta. 

Salgo nuevamente al lobby a esperar a Natasha, la puerta del elevador se  abre  y la veo salir. La tomo del brazo y la llevo nuevamente dentro del elevador

—Pensé que nos íbamos —pregunta confundida.

—Así es. —Le aseguro.

—Pero la salida está allá, ¿a dónde vamos  entonces? —Continúa cuestionando.

—Haces muchas preguntas Natasha —Marco el botón que lleva a la azotea, y el elevador nos lleva hasta allá.  

En la azotea, hay un helicóptero esperándonos  

—¿A dónde vamos? —pregunta intrigada.

—Ya verás. —Subo del lado del piloto y Natasha sube a mi lado, nos colocamos los auriculares y nos elevamos. En menos de 20 minutos llegamos a Sperlonga, el lugar donde quería traer a Natasha. Aterrizo el helicóptero y bajamos

—¡Wao! Este lugar es precioso —dice Natasha. 

—Me gusta el mar, por eso quise traerte. —Le respondo.

—Yo también amo el mar, lástima que no traje ropa para bañarme. —Afirma apenada.

—Podrías hacerlo desnuda, nadie aquí se molestaría por eso —sugiero divertido.

—¿Cómo se te ocurre que haría eso? —protesta incómoda. 

—Es broma, aquí tienes, espero te guste. —Le doy una bolsa, que contiene dentro un precioso vestido de baño blanco de dos piezas, una salida de baño, unos lentes de sol y un bronceador.  




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