El Precio por Tenerla (en edición)

Capítulo 14

Soraya.

—Hola. Te necesito.  —Le digo a Víctor  cuando responde.

—¿Qué pasó? —pregunta.

—Naty está al otro lado del océano, así que solo me quedas tú. —Le digo.

— Wao, me siento honrado ¿Qué quieres? —responde sarcástico.

—Unos tragos, estaría bien. —Sugiero.

En unos minutos estabamos sentados en la barra del bar.

—Por qué no vamos a Italia a ver a Naty, la extraño. —Le propongo.

—Sí y qué más, justamente ahora que los Ferrara se fueron a su país, extrañas a Naty. —Me cuestiona.

—Pues sí, en serio la extraño —confirmo.

—No puedo, tengo trabajo, aquí las millonarias son ustedes, yo pertenezco a la clase obrera. —Me dice mi amigo. 

—Yo invito, irás con gastos pagos. 

—¿Cuándo nos vamos? —pregunta con una sonrisa.

—¡Qué fácil de convencer eres! —afirmo—. Por cierto ¿qué averiguaste de los Ferrara? 

—Tu casi sobrino, es el jefe de la mafia italiana y su tío es su consejero y mano derecha. —Me informa.

—Entonces,  son gente peligrosa. 

—Yo diría más bien que son hombres muy poderosos. Aparentemente, desde antes que muriera el padre de Alonso, han estado limpiando las calles de drogas y armas, no trafican con personas,  imponen  respeto y no se tientan el corazón para desaparecer a sus enemigos —explica sereno.

—Lo peor es que esa aura de matones los hace aún más interesantes. —digo embobada.

—Sí, ya sabemos que a ustedes les encantan los chicos malos  —justifica—. ¿Entonces cuándo nos vamos a Italia? 

—Prepara tu maleta, salimos mañana en la noche —respondo— ah, y adivina qué.

 —¿Qué? —cuestiona curioso.

—Ya tengo la resolución de divorcio de Naty. —Le informo.

—Eres lo máximo, nena —dice.

— Lo sé — acepto satisfecha.

 

Alonso.

—Quiero broncearme, me ayudas con esto. —Me muestra el bronceador y me pide que se lo aplique. Esta mujer está poniendo a prueba mi resistencia y autocontrol. Se acuesta boca abajo en una toalla sobre la arena y se suelta la tira de la parte superior del vestido de baño, «rayos». 

Empiezo a aplicar la crema bronceadora sobre su hermosa piel e inevitablemente mi cuerpo empieza a reaccionar. 

—¿Te afectó el hecho de que ya se resolvió el divorcio? —Saco un tema de conversación, para distraer mi mente en otra cosa.  

—Me tomó por sorpresa, pero no me afectó.  Digamos que soy de ese tipo de mujer que se queda y se queda y se queda, pero cuando decide marcharse lo hace sin mirar atrás —explica con resolución.

—No puedo creer que teniendo a una mujer como tú, ese idiota se haya esmerado tanto por perderte —declaro.

—Algunos hombres piensan que el hecho de que una mujer los ame, las convierte en sus esclavas —responde—. Andrés es de ese tipo de hombres, con lo que no contó, es que yo me soltaría las cadenas y los grilletes. 

—Me interesas Natasha. —Le digo mirándola mientras sonrío.

—¿Para qué? —dice mientras se voltea y toma la salida de baño para cubrir sus pechos y sonrío. 

—Te recuerdo, que ya tuve una excelente vista de ese par —digo coqueto.

— Fue un accidente, así que no cuenta  —justifica.

—Si tú lo dices. —Le respondo. 

—¿Para qué te intereso Alonso? —cuestiona. 

—Pensé que el directo era yo —digo. 

—Aprendo rápido —explico.

—Me interesas para todo, para mucho, para siempre. —Le respondo.

—¿Por qué? Solo nos hemos visto un par de veces. Y sí,  te agradezco mucho que me salvaras de ser el hazme reír de todos en la gala al ser mi acompañante —alega—. Pero está claro que no sabemos nada el uno del otro. 

—Eso puede arreglarse —refiero.

—Hablo en serio, Alonso —objeta seria.

—También yo.  —Me inclino un poco sobre ella, acercando mi boca a la suya, sus ojos expectantes están sobre mis labios, pasa su lengua sobre sus labios y en ese momento, el hambre por sus besos termina de invadirme. Tomo esa boca que me tienta a cada minuto.  

Mis manos van hasta su cuerpo, atrayéndola hacia mi regazo. Nuestras lenguas empezaron una deliciosa danza, la cercanía hace que su olor se impregne en mi piel.  Mientras nos besamos y acaricio su delicado cuerpo, le hablo de lo que provoca en mí.  

—Cuando estás cerca me siento vivo, completo, tu olor me enloquece, tus labios son mi nueva adicción, toda tú eres un elixir que no deseo dejar de probar jamás.  —Le confieso.

—Todo esto es muy rápido, no quiero volver a equivocarme y no me interesa perder el tiempo. No soy una mujer que acostumbre a usar el sexo como diversión. —Me explica.

—Hagámoslo a tu ritmo entonces —digo con la respiración entrecortada mientras continúo deleitándome en su boca— pon las reglas tú, solo no me prives del placer de tenerte cerca. 

—¿Eso es en serio? —dice mientras mi boca besa mi cuello y hago que se le erice todo  el cuerpo. 

—Tú mandas nena, me tienes en tus manos  —afirmo.

 

Natasha.

Llevo mis manos a ambos lados de su rostro, sus ojos azules se han vuelto más oscuros,  impregnados de deseo, sin embargo no continúa, no pasa de besos y caricias, eso me gusta me está permitiendo marcar los límites y aunque evidentemente un hombre como él, es una tentación para cualquier mujer y yo no soy la excepción, no pretendo hacer nada que después me haga sentir avergonzada.  

Suelto su cara me separo un poco y extiendo mi mano derecha hacía él.  

—Ok, hagámoslo. Solo te pido que me tengas calma, estoy chapada a la antigua.  —Le aclaro y su risa no se hace esperar.

—Rayos nena, tienes cada ocurrencia. —Me dice mientras me besa.  

—Aunque ni tan a la antigua, acabo de divorciarme y ya tengo un apuesto pretendiente. —Me cuelgo de su cuello y le doy un corto beso.

—¿Te parezco apuesto? —pregunta divertido.

—Definitivamente que sí, muy apuesto —respondo. 




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