El Precio por Tenerla (en edición)

Capítulo 15

Alonso.

—Has estado muy callado todo el viaje de vuelta, Alonso. —Me dice Natasha.

—Sí,  hay algunas cosas que me preocupan. —Le comunico.

—¿Puedo ayudarte en algo?. —pregunta.

—Ya lo hiciste, hoy pude relajarme bastante  —respondo.

—Gracias, a mí también me encantó el paseo, Alonso. 

— ¿Solo el paseo? Pensé que también habías disfrutado de la compañía —protesto. 

—Bueno en realidad disfruté todo, el lugar, la compañía, el medio de transporte, todo fue genial.  —Agrega.

—Me encantaría invitarte a cenar, pero temo que te aburras de mi compañía. —propongo.

—Me encanta la idea, pero preferiría comer algo en mi habitación, me siento un poco cansada —dice intentando justificar el haber declinado la invitación.

—Sí, yo también apague mi teléfono todo el día y hace un rato lo encendí y tengo como cien llamadas de mi tío. Creo que ya debo regresar a casa. —Le informo.

—Entonces tenemos una cita para cenar pendiente —dice.

— Así es Bella Signora, te la cumplo otro día.  —Me acerco a ella seductoramente, para provocarla—. Aunque a decir verdad sonó bien lo de la cena en tu habitación muy interesante y tentadora la invitación.  

—Yo no recuerdo haberte invitado, Alonso.  —Niega—. Además somos dos adultos, no dos adolescentes que corren peligro de caer en la tentación, estando a solas en una habitación. 

—Pues en lo que a mi respecta puedo ser una muy irresistible tentación —digo.

—Que bueno que eres un hombre modesto, esa es una virtud envidiable. —Protesta.

—Solo soy honesto, después no digas que no te lo advertí. —La tomo de la cintura y la acerco a mí para besarla, en lo que estamos dentro del elevador. Cuando el ruido de mi celular nos saca de nuestra burbuja, rayos quién es el inoportuno. 

—Dónde demonios te metiste todo el día Alonso. —Escucho decir a mi tío al otro lado del teléfono. 

—Estoy con Natasha, tío. —Sus hermosos ojos verdes se posaron en mí, mientras le tomo la mano para darle en el dorso un tierno beso. 

—Lo de Masino, ha desatado una oleada de ataques en nuestros negocios desde esta madrugada,  he estado intentando ubicarte todo el día. Ni siquiera te llevaste tus guardaespaldas, el amor te está volviendo imprudente hijo. No solo te pones en peligro tú, sino también a ella, te quiero aquí ahora mismo Alonso. —Me pide mi tío.

—Sí, señor. —Cuelgo la llamada y me volteo  a Natasha.  

—Hay unos asuntos que requieren mi presencia. —Le informo.

—Entiendo, hasta pronto entonces. —Me dice dándome un beso en la mejilla, baja en el piso donde está su suite y yo continúo hasta el estacionamiento. 

 

Soraya.

Después de siete largas horas de vuelo Víctor y yo arribamos  a Roma, Italia. No le avisamos a Naty, así que vamos a caerle de sorpresa. ¡Estoy emocionada! 

Llegamos al hotel y nos registramos. —Disculpe señorita, podría darme el número de habitación de la señora Natasha Rivas soy su abogada Soraya Russo. —Le pido.

—Este es el número de la habitación  y esta es la llave de la de ustedes. —Me dice rápidamente. 

—Gracias.  —Nos dirigimos al elevador y al abrirse, me sorprendo al ver salir de él a mi casi sobrino algo apurado.  

—Señor Ferrara, buenas. —Lo saludo.

—Señorita Russo, buenas tardes, que gusto verla por Italia —dice sorprendido. 

—Lo mismo digo, le presento a mi amigo Víctor Fuentes. Vinimos a ver a Naty y de paso a tratar algunos detalles de trabajo con su tío Augusto, como tuvieron que regresar a Italia de manera tan intempestiva, pensé que sería apropiado venir para resolverlos —le comunico.

—Mucho gusto señor Ferrara —dice Víctor.  

—Un placer.  —Le responde—. Le avisare a mi tío que  está aquí para que se ponga en contacto con usted. 

—Le agradezco señor Ferrara que le pida  que sea lo más pronto posible, estoy urgida —comento.

—Así será, hasta luego, que pasen buenas noches. —Se despide.

—¡Mentirosa! —dice Víctor a mis espaldas.

—Yo ¿por qué? —cuestiono con inocencia.

— Dijiste que venías a ver a Naty, y viniste fue a ver a  Augusto Ferrara. —Afirma Víctor.

—No tengo idea de que me hablas —rrspondo haciéndome la desentendida. 

—No te hagas la tonta que te conozco, pobre hombre hasta lo compadezco, ya le pusiste el ojo —afirma convencido.

—Ay cállate Víctor, marca el piso rápido que quiero ver a mi Naty. —exijo para no admitir lo que me dice—. ¿Qué crees que él haga cuando sepa que estoy aquí? 

—Ya lo sabe, tonta —dice.

—¿Cómo así? —pregunto.

—Desde que salimos del aeropuerto nos viene siguiendo un vehículo a una distancia prudente, con dos tipos a bordo, por su modo de proceder parecen ser guardaespaldas. —Me comunica Víctor con naturalidad.

—¿Y por qué no me dijiste? —Lo cuestiono sorprendida.

—Te lo estoy diciendo —dice con tranquilidad.

—¿Por qué no me lo dijiste antes, Victor? —Insisto.

—Porque necesitaba estar seguro de que no eran matones —asegura. 

—¿Y cómo sabes que no lo son? —sigo cuestionando incrédula.

—Porque seguimos vivos —argumenta.

— Baboso. —Protesto.

—Tranquila pelirroja, estoy seguro que son gente de los Ferrara, tu madurito te mando a poner seguridad, parece le importas y mucho.  —Justifica convencido—. Pobre no sabe en el lío que se está metiendo, al fijarse en una loca como tú. 

— Te odio, Víctor. —Le digo.


 

Alonso.

—Más vale que llegaste, qué estabas pensando cuando apagaste tu celular. —Me regaña mi tío,  molesto.

—Quería desconectarme de todo tío, que solo fuéramos ella y yo —respondo serio.

—Pues lamento decirte que no es muy buen momento para tomar esas decisiones tan inmaduras. —Continúa reclamando Augusto.




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