Soraya.
Desde que llegue a este lugar, mis ojos no han parado de buscarlo.
Alonso vino a buscarnos y le dió a mi Naty una de esas bienvenidas como en las películas de cuando príncipe azul se reencuentra con la princesa. No vayan a creer que estoy pasada de cursi, pero he soñado por mucho tiempo ver a mi Naty así de felíz y radiante como luce hoy. Tal vez Alfonso Ferrara no sea el tipo de hombre convencional al que mi amiga está acostumbrada, pero definitivamente que es el hombre que le logra sacar sonrisas espectaculares.
Desde que llegué a este lugar, mis ojos no han parado de buscarlo. Estoy a punto de preguntarle al casi sobrino, por su tío, pero no quiero lucir como una mujer desesperada.
Desde el lugar donde estamos Víctor y yo sentados puedo divisar con facilidad toda el área VIP sin embargo no logro ubicarlo. ¿Será que no está aquí?
Hay un enorme vitral transparente justo arriba de la parte izquierda del área VIP. Parece un lugar desde donde se puede tener una panorámica de toda la discoteca y como si hubiese estado esperando todo este tiempo para hacer una dramática entrada, lo veo acercarse al cristal y repasar su mirada por todo el lugar.
La altura a la que se encuentra lo hace lucir aún más imponente y hermoso. Usa una camisa blanca manga larga que se adhiere a su torso, un pantalón oscuro y lleva en su mano un vaso de una bebida color ámbar, la cual lleva lentamente a su labios para degustar.
Mis ojos están sobre él, pero su mirada aún no se encuentra con la mía. La mano de Víctor me sorprende cuando toma una servilleta y la pasa por un costado de mi boca.
—¿Qué haces? —pregunto sorprendida.
—Te estoy limpiando la baba amiga. Si a esa distancia te hace babear no me imagino que provocará en ti si lo tienes cerca. —Se burla amigo. Tomo mi copa y le doy un sorbo.
—¿Tan evidente soy?
—Sí, nena —responde Víctor.
—¿Y qué hago Víctor? —consulto a mi amigo.
—Ve por él, pelirroja o acaso te vestiste de mujer fatal para admirarlo de lejos —advierte.
—Tengo miedo —respondo en tono bajo.
—Y ésta bien que tengas miedo, pero no dejes que eso te anule y te haga olvidar que eres una mujer fuerte, Soraya. Demuéstratelo a ti misma y a todos, y hazlo pronto porque por lo que veo no eres la única interesada en el caballero.
Levanto la mirada en dirección a donde estaba hace unos minutos a Augusto, y veo pararse junto a él a una hermosa castaña, que le planta un beso muy cerca de la boca. En ese preciso momento veo a Alonso y a Naty, regresar a la mesa.
—Alonso, me gustaría hablar con tu tío. Si es posible. —Le pregunto con una radiante sonrisa.
—Por supuesto, si me sigues la llevo hasta donde se encuentra, señorita Soraya. —Me informa Alonso—. Me acompañas nena. —Le dice a Naty y yo los sigo a ambos, dejando a Víctor en nuestra mesa.
Subimos a un elevador de vidrio transparente, que nos lleva a los tres directo al segundo nivel donde se encuentra Augusto.
—En este nivel está ubicada nuestra oficina, la cual tiene una vista panorámica que nos permite observar todo el lugar —explica Alonso. Bajamos del elevador, y nos dirigimos a una puerta, que se abre inmediatamente cuando el tipo que la custodia ve llegar a Alonso—. Buenas noches tío, traje a Natasha y a Soraya a saludar, espero no ser inoportuno. —Le dice su sobrino con una sonrisa sardónica en sus labios.
La castaña que observé desde abajo, está muy cerca de Augusto con sus manos alrededor de su cintura de manera posesiva y susurrándole algo al oído. Estoy que reviento de los celos. «Cálmate Soraya no es momento de perder el glamour, ese hombre aún no es tuyo».
La tipa es realmente un espectáculo de mujer y que conste que soy heterosexual, pero en verdad es muy hermosa.
—Buenas noches señora Natasha. —Augusto se acerca a mi amiga y le da un beso en el dorso de la mano—. Buenas noches señorita Soraya, un gusto volver a verla. —A mí me saluda desde cierta distancia, sin ningún tipo de contacto físico—. Les presento a Samantha Dorian, administradora de «La Dimora» y una vieja amiga de la familia —dice Augusto de manera muy cortés
—Buenas noches. —Saluda la castaña con un tono de voz chillón—. sean bienvenidas y en cuanto a lo de vieja amiga me gusta más cuando me llamas ex–mujer querido, aunque hago constar que solo porque tú así lo quieres cariño, porque yo feliz de volver a ser solo tuya, Augusto —espeta la castaña, antes de plantarle otro beso en la comisura de sus labios, mientras se despide de todos y sale de la oficina, contoneando las caderas de manera provocativa.
—Disculpen a Samantha, ella suele ser algo cariñosa y cuando se trata de Augusto pierde la compostura. —escucho decir a Alonso—. La señorita Russo quería tratar algunos temas importantes contigo, tío. Así que esta bella dama y yo nos retiramos para seguir disfrutando la noche.
—Te veo abajo, amiga— Me dice Naty mientras me da un beso en la mejilla.
Segundos después solo estamos Augusto y yo en la oficina.
—Dígame, señorita Russo. ¿En qué puedo servirle? —Pregunta mientras rodea el escritorio y toma asiento en su silla—. Recibí su recado de parte de mi sobrino pero han sido días complicados. —Termina diciendo.
—Más bien pienso que no te interesa contactarme —respondo indignada.
—No entiendo por qué piensa eso señorita Soraya, tengo claro que soy el puente entre Alonso y usted —justifica Augusto manteniendo su rostro inexpresivo.
—Vine hasta aquí porque necesito negociar contigo, Augusto. —Le digo intentando no lucir desesperada.
—Hable por favor —dice en tono serio.
—Tengo una propuesta para ti. —Le comunico con la voz acelerada, ya había llegado hasta aquí y no iba a detenerme.