Varias horas después...
La noche había caído mientras el joven maestro Milfiore gradualmente empezaba a recobrar la conciencia.
—Joven amo... ¡Joven amo! — espeta la sirvienta.
—Donde estamos...
En ese momento Iván recuerda todo lo que pasó, mientras era azotado por un dolor áspero y punzante a un costado de su vientre al igual que una fuerte resaca, el joven había sido apuñalado con una daga envenenada.
Tras observar a su alrededor este pudo contemplar que se encontraban dentro del vestíbulo de la mansión, atados en sillas espalda contra espalda.
—Joven amo no se mueva tanto sus heridas podrían abrirse —espeta la criada.
—No te alarmes, solamente fue un corte superficial —responde — ahora es más importante elaborar un plan de acción.
—Eso no será necesario —Exclama la voz de Lord Barien ingresando a la habitación junto a un grupo de encapuchados —Dada su situación actual lo más prudente seria acatar nuestras instrucciones y no hacer nada estúpido.
—Tu eres... —Espeta Iván anonadado.
—Es un gusto verle de nuevo Joven maestro Iván —Espeta el hombre.
La mirada de Iván se llenó de confusión al mismo tiempo que de rabia, no solo por el despreciable hombre a quien tenía en frente, sino por el hecho de que este actualmente no debería estar aquí.
—¡Duncan Barien, como demonios no estas muerto, maldito bastardo...! —Exclama Colérico justo antes de que uno de los encapuchados lo golpee con la vaina de su espada.
—Muestra respeto hacia Lord Barien, escuincle —exclama el asaltante
En ese instante Iván logra ver el arma de uno de los asaltantes, una espada larga pero no una ordinaria, pues estas portaban el diseño y los grabados de las que usan los caballeros imperiales.
—Estoy seguro que estas lleno de preguntas, pero podrás hacerlas si lo deseas en otro momento —Afirma el hombre —en estos momentos necesitamos su completa cooperación, la de ambos; La mucama que conoce la ubicación de todas las puertas de la casa de las flores y el Milfiore que puede desbloquearlas.
—¿Y qué te hace pensar que te ayudaremos? — pregunta Iván con un tono hostil.
—Joven maestro, déjeme darle una lección —espeta el hombre con un tono tranquilo mientras camina hacia la sirvienta —Existen tres clases de hombres con los que nunca debe meterse, los primeros son los que renunciaron a su cordura, los segundos son los que renunciaron a su humanidad y los terceros son los que están totalmente desesperados.
Con un movimiento de su mano un círculo de runas se dibuja a los pies de la sirvienta, empezando a incrementar el peso de todo su cuerpo, al punto en que la sangre y el aire en sus pulmones eran tan pesados que una simple respiración se volvía un tormento.
La respiración desesperada de la joven poco a poco empieza a afectar a Iván quien no puede evitar desviarle una mirada de absoluto desprecio a Barien.
—Sabía que era una mentirá cuando escuche el rumor de que eras distinto a los otros Milfiore — Espeta el hombre —Todos poseen ese fuego en sus ojos que no les permite quedarse de brazos cruzados cuando hay alguien en peligro.
—¡Está bien!, ¡Hare lo que me pides, pero ya basta! —Exclama alterado ocasionando que Barien desista.
—Tan noble, Tan Heroico..., tan hipócrita —Aclama el hombre —Gracias a los Milfiore el continente de Animus y las personas que en el habitan pueden vivir en paz, pero que tan seguido la gente piensa en la cantidad de vidas que ellos mismos terminan en cada una de sus expediciones, Nordlands, Nazhkas..., Dríadas, en una vida no podría contar cuantos de ellos acabaron siendo asesinados o se convirtieron en esclavos a causa de los Milfiore.
—¿Por qué me dices esto...?
Tras aquellas ingenuas palabras Lord Barien toma abruptamente la silla de Iván obligándolo a darse la vuelta, para así poder ver por fin la cara de aquella sirvienta a quien tanto había maltratado, pero lo que vio en realidad lo dejo pasmado.
Una joven bastante bella de piel clara, ojos rojos cual rubies y cabello rubio y rizado de los cuales podía resaltar el crecimiento de pétalos de flores rojas maltratadas al igual que un par de orejas largas, todos estos rasgos característicos de la raza de las dríadas.
—Ahora lo vez, los humanos son una raza de dos caras, que por un bien insignificante sin cuestionárselo ni un momento harán un daño irreparable a los demás —Exclama el hombre —Mire bien joven maestro Iván, este es su legado.
Iván estaba anonadado ante lo que veía delante de sus ojos, al mismo tiempo que la mirada de la mucama solo entonaba vergüenza.
Barien ordeno a sus hombres desatar al joven maestro y a la mucama, pero la mirada de Iván no se separada de aquella joven, o mejor dicho de la ventana de luz sobre ella.
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Iván estaba seguro de que ese mismo día en la mañana le quedaba poco menos de una semana, pero ahora le quedaba menos de un día.
«¿Era esto acaso una obra de Barien?, ¿un error de la ventana?, ¿o alguna alucinación generada por el veneno?» Iván no podía entender el motivo por el cual esto estaba ocurriendo, y por primera vez en su vida estaba asustado.
—Estamos buscando una puerta grande de alrededor de 5 metros de alto y 3 de ancho Color roja y con el diseño de una flor de amapola. Joven maestro, por favor de la orden —Espeta Lord Barien.
—¿Por qué debo dar yo la orden? —reclama el joven.
—Esta joven tiene un sello de esclavitud en el cuerpo, está obligada a hacer todo lo que un Milfiore le ordene a menos que esto ponga la vida de su amo en peligro —expone el hombre —Ahora da la orden.
Iván no podía ver directamente a aquella criada, así como nunca podía ver directamente a aquellos cuya durabilidad estaba por expirar, pero en esta ocasión no podía apartar la mirada, las heridas en los brazos y en las piernas de la joven todas ellas fueron por su culpa, al igual que esta situación.