Desde hacía mucho tiempo atrás, la recolección de datos del periodo previo a la gran oscuridad, había sido una tarea titánica y casi imposible.
Es bien sabido que en ese entonces existían reinos y naciones humanas mas allá del continente de animus, pero todas esas culturas eventualmente se perdieron con el tiempo para ya nunca volver.
Todo debido a los reyes demonio...
Durante la gran oscuridad, 6 talentos prodigios fueron elegidos por esta para convertirse en sus vasallos, cada uno de ellos empeñado en destruir a la humanidad y aquello que los representaba.
El rey demonio de la música, libero bestias voraces con un sentido de la audición lo suficientemente sensible como para detectar a un animal pequeño solo por la respiración.
El rey demonio de la palabra, atrajo a adeptos desesperados con una falsa profecía de esperanza de que en la gran oscuridad encontrarían la salvación, cuando en realidad los usaba como comida para sus demonios.
El rey demonio de la sapiencia dio conciencia a todas las herramientas y maquinas que los humanos necesitaban para sobrevivir para que se volviesen en su contra, y el rey demonio del arte dio vida a aquellos seres fantásticos que alguna vez generaban dicha, para ser iconos del terror.
Eventualmente el héroe se vio en la necesidad de encarar a estos poderosos seres, llegando a estar incluso al borde de la muerte por su causa.
Pero incluso así, aunque no haya un registro claro, es bien sabido que entre los reyes demonio, había dos quienes estuvieron realmente cerca de acabar con el héroe y cuyos poderes aún son temidos en la actualidad, incluso más que la propia gran oscuridad.
El rey demonio de la magia "Oscar Newgate" y el rey demonio de las rosas "Perséfone Rosengard" ...
No existe un registro de su deceso, ni tampoco se sabe mucho de estos durante los últimos años de la gran oscuridad, lo único que es seguro es que su poder igualaba incluso al del mismo héroe y de seguir cualquiera de los dos con vida, sería el fin para los habitantes del continente de animus.
Año imperial 1102, 23 de diciembre...
El invierno por fin había llegado al ducado de Willburg mientras la primera nevada caía sobre la ciudad de Greenless, en el exterior muchos niños y jóvenes salían a disfrutar de la nieve, mientras que en el interior la gente se relajaba alrededor de sus chimeneas.
No obstante, en la casa de las flores la situación era distinta, debido a las fallas en el sistema de tuberías de gas la temperatura de la mansión se encontraba girando en los 5 grados Celsius.
Esta situación era preocupante para el joven Milfiore quien no podía concentrase en su lectura a causa del frio, o mucho menos era capaz de ver a causa de la oscuridad.
Sus opciones eran limitadas y tras todo lo acontecido durante los últimos días deseaba, aunque fuese solo un momento poder descansar, leer en paz y tratar de no pensar en esa sirvienta.
Lamentablemente su suerte no se lo permitiría pues justo en ese momento aquella joven ingresa por la puerta de la biblioteca.
—Buenos días joven Amo le he traído la comida —espeta la joven sirvienta con una cálida sonrisa.
—Buen día Erse...
Ya habían pasado 3 días desde que Iván hiso uso del fragmento del final, aun y ahora cuando la veía lo único que podía ver era a la sanguinaria guerrera que asesinaba a diestra y siniestra, en la que se convertiría en un futuro.
Y como si eso no fuese suficiente...
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[Nombre: Perséfone Rosengarth Lvl. 5]
[Simpatía: -20.215%]
[Profesión: Esbirro suicida]
[Fuerza: 8/10]
[Agilidad: 18/18]
[Intelecto: 6/10]
[Prana: 12/15]
[Mana: 2/2]
[Durabilidad: 1022 días 15 horas 8 minutos 3 segundos]
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Gracias a la ventana de estado Iván sabía que incluso aunque la joven le sonriese, fuese amable con él o se preocupase por él, todo era una mentira.
Su cálida sonrisa solo ocultaba una bestia despiadada que lo matará en cuanto le dé una oportunidad.
—El día de hoy es bastante frio, si gusta le puedo traer otro abrigo — espeta la joven.
—Descuida, estoy bien...
Tras ese comentario el joven empezó a ver detenidamente a la sirvienta, esta no estaba usando un abrigo encima de su uniforme y como si no fuese suficiente este estaba recosido y descolorido, todas evidencias de su pelea contra los desertores.
Pelea de la cual Erse no tenía ningún comentario, y cada que Iván trataba de poner el tema de lo ocurrido aquella noche, ella desviaba la pregunta descaradamente o simplemente fingía ignorancia
—Erse... —espeta Iván —De casualidad ¿sueles usar el mismo uniforme todos los días?
—Regularmente — responde —quiero decir, yo lo lavo a diario y cuido la tela para que no pierda color ni suavidad.
—¿Pero no tienes un remplazo? — pregunta el joven.
—Esta clase de uniforme son muy caros y se piden por encargo, yo misma no podría costear lo necesario para un remplazo — responde.
—¿Y no tienes algún otro atuendo o algún abrigo? — pregunta el joven.
—Aparte de mi uniforme solo tengo las ropas con las que vine aquí a la mansión, pero esas ya no me quedan como lo hacían entonces —responde a su pregunta.
—Maldita sea... — reclama el joven caminando hacia ella.
En un rápido movimiento Iván se retira su abrió y lo coloca sobre los hombros de la sirvienta; poco a poco este lo posiciona alrededor de sus brazos y lo cierra de los botones.
—Joven amo ¿Qué hace? — exclama la joven.
—Me molesta ver ese uniforme hecho tirones caminar de un lado al otro por la mansión, al menos así ya no tendré que verlo —reclama.
Por fuera eso es lo que el joven expresaba, pero en realidad este había notado el cómo durante su conversación, la joven movía sus manos de un lado al otro de su ropa con frio.