El Presagio de las Flores (libro de los Acónitos)

Volumen 6: Kodoku Acto 3

—¿Dónde aprendiste a hablar así? —pregunta.

—Del tendero de la taberna del pueblo... —Señala la pequeña —él les paga a los niños del pueblo por completar envíos para él.

—Perséfone, no me parece buena idea que hagas algo así...

—Pero si me dio 60 gemas blancas —Señala la pequeña.

—"Al menos cobra más si lo vas a hacer" —Reclama la mujer internamente —Escucha, solo, no lo hagas, yo soy perfectamente capaz de darnos sustento a los 3, así que no debes preocuparte por eso...

—Aun así, es frustrante, no me gusta, me niego...

—Perséfone...

—Te dije que no —Exclama la pequeña.

En ese momento y antes de que la pelea llegase más lejos algo a las espaldas de la mujer empieza a moverse.

Sobre la espalda de Lycoris se pudo vislumbrar una cangurera de tela en la cual esta cargaba a un niño rubio de 3 años quien recién se había despertado a causa del ruido.

—Cachorrito... —Clama la pequeña.

Tras esas palabras la dríada procede a sentarse sobre la cama, retirándose la cangurera improvisada, evidenciando al pequeño niño quien gatea sobre la cama.

—Perséfone, entiendo que para ti puede ser frustrante, pero, me aterra la simple idea de que algo malo le pase a alguno de los dos, desde que naciste, supe que tendría que trabajar el doble para poder sostener nuestra pequeña casa, e incluso después de que Cachorrito llego, no cambie de parecer, sé que algún día necesitare de la ayuda de ambos, pero mientras aun pueda, déjenme cuidar de los dos, ustedes... son toda la familia que tengo ahora...

Tras esas palabras el pequeño niño de dos años procede a recostarse a un lado de la mujer, mientras que al otro lado su hija la abraza.

—Bueno, creo que nos pusimos algo emotivos —Señala Lycoris con una leve risa secando las lágrimas de sus ojos —Esta noche tengo que ir a trabajar, así que les parece si les leo una historia antes de acostarlos a dormir.

—¡La princesa de las 1001 noches, La princesa de las 1001 noches! —Exclama la pequeña saltando sobre la cama.

—¿Enserio?, creo que ya te he leído esa historia como mil y una veces, creo que cachorrito ya está harto de ella —Espeta Lycoris.

—Cachorrito ni siquiera puede hablar todavía, ¡La princesa de las 1001 noches, La princesa de las 1001 noches...!

—Está bien, supongo que será la princesa de las 1001 noches..., pero después te tienes que dormir... —Señala la mujer.

—Está bien... —Clama la pequeña adentrándose en las sabanas de su cama.

—Bien, Erase una vez...

«En un reino muy lejano, había un Emir solitario, quien era bastante temido por su pueblo, cuando este caminaba por su castillo, desde sus siervos más humildes hasta sus caballeros más valientes inclinaban la cabeza en señal de respeto.»

«Aquel Emir había librado y ganado innumerables guerras, todo para proteger a su gente, lamentablemente esa misma razón lo había vuelto temible a los ojos de todos los demás.»

«Un día el Emir se dio cuenta que había llegado el momento para conseguir una esposa y concebir a un heredero, lamentablemente ninguna princesa o doncella mostraba interés en él, muy a pesar de que este fuese bastante guapo y acaudalado, porque todos le tenían miedo.»

—No lo entiendo —Clama la pequeña interrumpiendo el cuento —¿Por qué si era guapo la gente le tenía miedo?

—Bueno, eso es porque la gente sabía que este hombre había hecho muchas cosas malas por el bien de su país...

—Pero igualmente era guapo.

—Perséfone, el aspecto de una persona no es un buen criterio para determinar si es buena o mala...

—Pero el Emir hizo cosas malas por una buena razón...

—Bueno, si...

—Entonces eso significa que era guapo y una buena persona, por eso en los cuentos las princesas y príncipes buenos siempre son guapos y los villanos y brujas son feos —Señala la pequeña.

—Perséfone... si, tienes razón, ¿ahora me dejaras terminar la historia para que te puedas ir a dormir?

—Si... —espeta acurrucándose en sus sabanas.

Tras esas palabras la mujer pudo continuar con su historia al tiempo que sus dos pequeños poco a poco se quedaban dormidos...

Tras finalmente culminar la historia Lycoris cierra el libro y apaga las velas de la cabaña, para posteriormente salir por la puerta sin antes dar un último vistazo a sus dos hijos.

Tras retirarse, pasan unos segundos de silencio, hasta que finalmente la joven Perséfone vuelve a abrir los ojos, y toma el libro de cuentos donde empezaría a leer el cuento de la princesa otra vez desde el principio.

En ese entonces la joven dríada estaba convencida de que en la vida los finales felices existían, y dicha creencia se afianzaría después de que su padre el visir de Rosenheim la reconociese y su madre fuese reconocida como la princesa que siempre fue.

Lamentablemente, en el mundo real los finales felices no existen y tarde o temprano todos somos golpeados por la realidad.

Ante los ojos de la joven empiezan a atravesar varios recuerdos dolorosos, su madre siendo consumida por una maldición, sus hermanas pequeñas atrapadas entre las llamas de un incendio, su hermana mayor siendo ejecutada, y una sombra de ojos azules atravesando su pecho con una bala.

Al final el mayor miedo de Lycoris, lo acabaría sufriendo su hija y no ella...

Arrodillada sobre la tierra se podía ver a la joven Perséfone, apilando varias torres de piedra, sobre 8 tumbas, 2 para sus hermanas menores, 2 para sus hermanas mayores, 2 para la 1ra y 2da esposa del Visir, una para su madre y la última, para ella.

Con una piedra sobre sus pequeñas manos, la niña empieza a golpear su cabeza con todas sus fuerzas, tratando de romperse el cráneo, no obstante, antes de poder llegar a hacerse algún daño irreparable, alguien la detiene.

Una mujer de capucha negra con una sonrisa amable y una mirada fría como una maquina...

—Ahí fue donde todo empezó a salir mal...



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En el texto hay: fantasia, misterio., fantasía drama

Editado: 22.10.2024

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