Hace mucho, mucho tiempo atrás...
Dentro del vacío los Preceptos para convertirse en una deidad son muchos y muy variados, pero en esencia el requisito común es superar notablemente la media del poder de su reino de origen.
En el pasado dioses y mortales rara vez interactuaban entre sí, pues a los ojos de las deidades los mortales no importaban, los trataban como existencias de clase baja completamente prescindibles, hasta cierto evento...
En las profundidades de un oscuro mar una diosa de ojos dorados abre los ojos, el oxígeno empieza a faltarle mientras rápidamente nada hacia la superficie, lamentablemente, ante ella el cadáver de una deidad la empuja hacia abajo.
Al intentar librarse de él, más cadáveres se hacen presentes oscureciendo las aguas y alejándola cada vez más de la luz...
Desesperada la diosa hace un último esfuerzo abriéndose paso entre los incontables cuerpos de sus camaradas hasta finalmente llegar a la superficie, evidenciando una escena de terror.
Un cielo carmesí eclipsado por un sol negro, mientras que hasta donde puede llegar el horizonte, los cuerpos muertos de incontables deidades flotan en esas aguas, y de pie en medio de estos, yace una persona.
Un hombre medianamente alto envuelto en una capucha harapienta...
Cuando la figura se volvió hacia atrás la diosa rápidamente se escondió debajo de los cadáveres, no obstante, antes de llegar a hacer algo, del cielo un destello dorado se hace presente.
Ante esa escena junto al hombre una pila de huesos envuelta en un manto negro se hace presente, seguidas de otras sombras quienes se posan sobre los cuerpos de los dioses como si fuesen grava.
—Refuerzos del palco divino... —Clama la entidad de los huesos.
—¿Acaso estos tipos nunca se cansan...? —Reclama una de las sombras, una joven mujer de tez pálida ojos dicromáticos azul y violeta quien se aferra a un almohadón...
—Velvet, despertaste en el momento correcto... —Señala un hombre de cabello oscuro y ojos dorados en uniforme militar.
—Werner no eres gracioso, ¿ya nos podemos ir a casa? — pregunta Velvet
—Oye, también tengo sentimientos ¿sabes...?
—Los datos indican que careces de moral, empatía, decencia, piedad, amabilidad o un buen gusto con las mujeres, en conclusión, un bastardo... —Exclama un autómata semi humanoide lleno de armas.
—NORN tiene razón, pero igual te soportamos... —Señala un hombre en habito negro con una espada carmesí envainada.
—No hables como si fuéramos amigos, eres el único que vive en esa fantasía Cheong —Reclama.
—Mis niños, por favor no es el momento ni el lugar para esto... —Clama un hombre joven de tez oscura con una capucha negra y una mirada gentil,
—¡Cállate, Salim! —Reclaman Werner y Cheong al unísono.
—A mí me gustaría tener más amigos... —Murmura una monja con una soga alrededor del cuello.
—Yo solo decía... —espeta Salim bajando la mirada.
—Yo me voy a dormir... —Clama Velvet.
Conforme aquellas personas hablaban de forma ocasional, entre los cadáveres Aziria pudo verlos, salvo por la deidad de los huesos, todos y cada uno eran mortales, aun así, entre todos habían masacrado a un incontable número de dioses.
Aun así, esta no había perdido las esperanzas, pues sabía que dentro de no mucho, los refuerzos del palco divino llegarían, lamentablemente su esperanza implosionaría justo delante de sus ojos junto con la luz ceniza que ilumino momentáneamente el cielo.
Incluso ante esta escena ninguno de ellos reaccionó, mientras el hombre de la capucha harapienta atrapa los últimos vestigios de la divinidad de los dioses que había matado, desviando la mirada directamente a la posición de Aziria.
Ese día el palco divino recibiría un golpe que los marcaria para siempre, y perderían de la peor manera al subestimar a los mortales, desde entonces, los dioses han gestionado sus reinos más diligentemente, asegurándose de que seres como esos nunca volviesen a nacer.
—Así que de eso se trataba... —Clama el joven Milfiore...
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[Aviso: El efecto de la habilidad "Corrupción de almas" ha terminado]
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Ante esas palabras la diosa abre los ojos dándose cuenta de su precaria situación, alrededor de su cuello y cintura yacen varias capas de hilos imbuidos en el poder de la herejía, enrollándose tras el paso de cada segundo.
Actualmente está había consumido casi todo su poder divino, y se encontraba en un estado de envenenamiento que solo incrementa tras cada segundo...
—Entonces, por lo que pude ver, las deidades del palco divino han estado recurriendo al genocidio organizado para imbuir miedo en los mortales, porque tienen miedo de que algún día aparezca gente capaz de hacerles frente, vaya, me gusta su estilo, incluso lo aplaudo —Clama el joven —"De hecho tras ver ese fragmento de memoria tengo algunas cosas claras como la presencia del incensario en este mundo o el motivo de mi llegada, parece que trabajo para gente realmente peligrosa..."
—Todavía no es muy tarde, lo viste ¿no?, ellos te están utilizando —Exclama la diosa.
—Lo se, pero ¿tengo opción?, ¿existe quien me proteja de ellos?, ¿el palco divino podría?, ¿usted podría?, hay mucho que no se, por lo que mientras no entienda, solo puedo ser capaz de obedecer, así que espero entienda, que esto no es personal...
—Te equivocas, eres exactamente igual a ellos, eres la razón exacta de porque dios nunca debe ser superado por el hombre...
Ante esas palabras el joven Manifiesta entre sus manos una cadena dorada, lo cual dibuja una expresión pálida en la diosa...
—La información que me diste es bastante valiosa, por lo que seré piadoso y te permitiré elegir, en estos momentos casi no tienes creyentes, la herejía plaga tu cuerpo y has gastado tus reservas de poder divino, incluso yo puedo matarte si así lo quiero, o puedo solo destruir tu ídolo, eso te expulsaría permanentemente de este reino, pero seguirías con vida —Expone el joven —¿Qué eliges?
Editado: 22.10.2024