Esta es una historia de dos naciones...
Un reino que mide el valor de las personas por la casta y la sangre, definiendo a los talentosos desde su nacimiento y depreciando al resto como si fuesen simples desechos.
Y un reino que por el contrario valora a las personas por su talento y aptitud...
Donde un humilde campesino puede convertirse en monarca si posee la aptitud suficiente y donde cualquiera que no posea el talento o la capacidad, independiente de su estatus o familia, es devorado por la nación.
Dos reinos opuestos como el sol y la luna, pero también iguales como el día y la noche, deseando vehementemente demostrar su superioridad por encima del otro, por cualquier medio necesario; guiados por un fuerte patriotismo y una fe ciega por su tierra y costumbres.
Desde la perspectiva de cualquiera dentro de ambas naciones, vivir, luchar y morir por una causa como esa sería lo más honorable por hacer; pero desde la perspectiva de un tercero, tal barbaridad es simplemente perturbadora.
Aquellas palabras describían perfectamente a los países del sol y la luna dentro de la obra del Héroe de la fe.
Una guerra interminable motivada por el amor y la pasión en lugar del odio y el rencor. Si ha de haber un dios en los cielos solo podría sentir pena de un mundo así.
Es por eso que una tercera facción nació, una que no consentía ni veía con buenos ojos aquella matanza sin fin, los gitanos.
Parias, desertores y exiliados, quienes vagan entre las sombras de ambas naciones, quienes a pesar de solo desear hallar un lugar pacifico para escapar de la locura, son cruelmente cazados, torturados y acribillados únicamente por el crimen de pensar diferente.
Es injusto, pero al ser el eslabón más débil entre las potencias de este mundo, su sufrimiento es inevitable. No obstante, aquello estaba próximo a cambiar.
Día 16, noveno mes del calendario del león...
Una semana ya había pasado desde el examen de clasificación, y en horas de la madrugada del nuevo día, uno a uno los instructores y empleados de la academia, proceden a escribir los resultados en uno de los muros más grandes del internado.
Entre 3 hombres y un supervisor, procedieron a trazar a mano alzada sobre un lienzo blanco los nombres y calificaciones de cada uno de los 4679 aprendices que tomaron la prueba este año.
—Ustedes tres tengan cuidado con lo que escriben, el lienzo fue distribuido de tal forma que quepan perfectamente los nombres de cada alumno, si se salen de los trazos, aunque sea un poco o confunden, aunque sea un nombre, deberán empezar desde el principio, y el nuevo lienzo saldrá de su sueldo —Exclama un hombre canoso en habito negro.
—Entendido, Obispo Tuck — responde los hombres al unisonó.
La mirada y la postura del arzobispo estaban llenas de desagrado por las personas a su alrededor; desde su perspectiva el simple hecho de supervisar a estos hombres era indignante dado su cargo.
Lastimosamente alguien debía hacerlo, pues no son raros los casos en dónde nobles sobornan y extorsionan a los trazadores o a los catedráticos para conseguir lugares más altos en la clasificación.
—¡Oye tú!, ¿Qué demonios crees que haces? — reclama el hombre a uno de los trabajadores —Les dije que si se equivocan tendrían que empezar todo de nuevo.
—Perdón obispo, pero, no me he equivocado... — responde cortésmente uno de los trazadores quien en sus manos sostiene una lista de nombres.
Con una mirada asqueada el obispo saca un pañuelo de su bolsillo y toma la lista de manos del trabajador, notando con asombro los nombres y calificaciones que ahí yacen escritas.
Algunas horas después...
Con la llegada de la luz del sol los estudiantes empiezan a prepararse para este importante momento, tanto nobles como plebeyos, sabían que el curso total de sus vidas dependía enteramente del resultado escrito en aquel muro.
Pero al llegar al área de la revelación, lo único que fueron capaces de ver fue una lona azul cubriendo los resultados, una escena que empezó llenar de ansiedad a los aprendices.
Conforme las horas pasaban la cantidad de aprendices en el área empezó a incrementar, al punto que los docentes tuvieron que acordonar la zona.
Con el tiempo incluso los hermanos Pendragon hicieron acto de presencia, aunque a diferencia de los demás estos estaban tranquilos, pues sabían que los dos primeros lugares eran suyos, solo deseaban saber quién sería el primero.
Y mientras todo eso pasaba, en una sección diferente del campus, el joven Milfiore disfruta tranquilamente de su desayuno, aprovechando que no había nadie alrededor.
Así el tiempo siguió pasando, hasta que finalmente llego el medio día...
Del edificio principal de la academia un grupo de hombres y mujeres de habito negro se hicieron presentes, y delante de todos ellos, un hombre anciano de habito blanco.
Al verlos, los estudiantes empezaron a especular lo que estaba por pasar, generando una gran cantidad de ruido en el proceso...
—¡Silencio! —Exclama una de las docentes de habito negro —Muestren sus respetos al decano.
Con esa instrucción los jóvenes en el lugar bajan su cabeza y efectúan una reverencia.
—Saludamos al decano... —espetan al unisonó para después guardar silencio.
Cuando el silencio finalmente inundo el área, el decano empieza a hablar...
—Hijos míos, sé que han de sentirse abrumados por los resientes acontecimientos que se desarrollaron desde esta mañana; durante estas pruebas no es rara la aparición de falsificadores o la presencia de resultados alterados, es por ello que verificamos la información más de una vez, y con la bendición de la diosa entregamos sus verídicos resultados —Expone el hombre de habito blanco —En las pruebas de este año, surgió una situación algo anómala, pero, e inclusive para mi sorpresa, la hemos resuelto sin contratiempos. ¡Ahora, procederemos a revelar sus resultados!, y recuerden que lo que vean será la representación de su esfuerzo y devoción por esta nación, ¡Tiren la lona!
Editado: 24.05.2024