El Presagio de las Flores (libro del lirio azul)

Volumen 2: Crisol Acto 7

Hace 4 años...

Medio día había pasado entre el duelo de Reva y Perséfone, y la joven finalmente fue capaz de recuperar el conocimiento, despertando en lo que aparentaba ser la habitación de un noble.

—Veo que despertaste —Aclama una Dríada de ojos plateados, con un tono de voz gentil —Realmente nos diste un susto cuando colapsaste, pero finalmente estas bien, es un alivio...

—¿Dónde estoy?, nunca había visto esta área del campamento —Señala Perséfone, observando sus alrededores.

—Estas en el dormitorio de los supervisores, ellos fueron amables y nos cedieron una de sus habitaciones para poder hablar —señala la Dríada mientras empieza a cortar una manzana.

Perséfone no podía entender lo que estaba pasando, ni mucho menos podía entender por qué esa persona la estaba ayudando. Una mujer, con una amable sonrisa y mirada, quien expedía un aire maternal que le hacía bajar la guardia.

Perséfone no podía entender cómo es que alguien como ella podía estar dentro de un campamento del Crisol; dicho pensamiento le hizo recuperar la compostura y darse cuenta de algo importante.

—Nunca antes te había visto —Señala ocasionando que las manos de la dríada se detengan —¿Quién eres tú?

—Tu tiempo de reacción es bastante promedio, si así lo quisiese hubiese podido asesinarte más de 100 veces —expone la mujer.

En un rápido movimiento la joven salta hacia aquella dríada, tratando de quitarle el cuchillo, pero antes de poder hacer cualquier acción, aquella dríada acerca el filo del utensilio a pocos centímetros de su retina.

—Tu reacción fue bastante mediocre, pero, te perdonare esta vez porque estas herida —Aclama la mujer tomando una máscara blanca de la mesa junto a la cama, posándola junto a su cara —La próxima vez, te quitare algo del rostro.

—4to instructor... —Espeta, retrocediendo para posteriormente arrodillarse en el suelo.

—No es necesario que hagas eso — espeta con un tono alarmado —si no te recuestas tus heridas podrían abrirse de nuevo...

Con esas palabras la mujer ayuda a la joven a volver a la cama, confundiéndola aún más...

Sin su mascará el 4to instructor actúa como una mujer dulce y amable como un pequeño gatito, quien se preocupaba genuinamente por la jovencita, llevándola ocasionalmente a olvidar, que estaba siendo acicalada por un león.

—Realmente tu sistema metabólico es una bendición, no solamente tu cuerpo se recupera más rápido, también desintoxica tu sangre casi instantáneamente —Expone la mujer.

—4to instructor, ¿Por qué hace todo esto? —Pregunta Perséfone ocasionando que la mujer pose una de sus manos en su mejilla.

—Por favor llámame Nochere, y en cuanto a tu pregunta me importas y porque creo que eres hermosa —Espeta con una amable sonrisa ocasionando que la joven se sonroje —Dime, ¿te gustaría convertirte en una de mis sombras...?

La imagen de aquella mujer hipnotizo profundamente a la joven, una belleza sin igual que incluso podía engatusar a una jovencita de 13, pero antes de responder inconscientemente que sí, Perséfone se muerde el labio para recuperar el juicio.

—Es una pena, realmente creí que te haría cooperar —Señala con un leve puchero.

—¿No la entiendo? —Exclama la joven con una mirada depresiva —¿Quiere que me vuelva una de sus guardaespaldas?, usted ya me ha visto, soy demasiado débil para serlo...

—Ciertamente lo eres, aun estas muy verde, pero no es por eso que te quiero — Expone la mujer —A mí me gusta rodearme de cosas hermosas, y tu Ira es sin dudas la más hermosa que he visto...

—¿Mi ira...?

—Todo el mundo encuentra belleza en algo, hay quienes la ven en el dolor, otros en el conocimiento, y algunos en cosas raras como la paja; yo veo belleza, en el pecado —Exclama la mujer —Seres codiciosos, lujuriosos, o iracundos, aunque el mundo entero les tema y los rechace, yo los amo. Es por eso que te quiero a ti y a esa hermosa ira, No me importa como deba convencerte, si debo volverte mi sirvienta, mi caballera, incluso estaría dispuesta a adoptarte como mi hija, pero ahora que la he visto, no puedo renunciar a esa belleza.

Perséfone empezó a sentir miedo, aquella mujer solo la veía como un objeto, como algo que poseer, no muy diferente a una gema o una escultura; sabía que su vida estaría en peligro si caía en sus manos.

Pero ella también sabía, que innegablemente el poder de los instructores es uno que sobrepasa al de cualquier Dríada o caballero, llegando incluso a superar a miembros de la familia Milfiore o valkirias de los 3 reinos, dos de las fuerzas más grandes de los continentes.

—Dime, ¿puedes hacerme fuerte?, ¿lo suficientemente fuerte como para estar a la par con los instructores?, aunque sea si puedes hacerme más fuerte de lo que soy ahora iré contigo —Aclama la joven.

—Tu, deseas ir en contra de la familia Milfiore, ¿no? —pregunta la mujer ocasionando que los ojos de la jovencita se llenen de hostilidad —esa es la mirada que quiero ver...

—Respóndeme... — reclama la joven.

—Si, será difícil incluso para mí, pero puedo hacerte más fuerte, incluso para poder matar a un Milfiore —espeta la mujer extendiendo su mano.

La mano de aquella mujer era a sus ojos una escalera al cielo al mismo tiempo que una caída al infierno, Perséfone estaba dispuesta a todo para poder concretar su venganza, así como de tener una pequeña esperanza.

—Usted... ¿no me abandonara?, ¿...o sí? — pregunta extendiendo su mano, antes de que el instructor la atrape con fuerza.

—¿Tu odio hacia la familia Milfiore desaparecerá? —pregunta la mujer apretando su mano, tronándole los huesos a la joven.

Con esas palabras los recuerdos de aquella noche cruzan su mente, así como la imagen de aquella mujer de cabellos blancos que carga con el escudo de la familia Milfiore; aquellas imágenes avivaron la ira en el corazón de Perséfone, permitiéndole poder cerrar su mano...




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