El Presagio de las Flores (libro del lirio azul)

Volumen 2: Te encontré Acto 3

Paralelamente...

Dentro del salón principal, los segundos hasta la llegada de la media noche empiezan a aproximarse, mientras uno a uno los invitados de la fiesta empiezan a salir al jardín frontal de la propiedad para dar un vistazo al cielo nocturno.

Algunos se arrodillaron en el suelo o en la nieve y empezaron a generar una plegaria, pues en la media noche de este día era una tradición pedir buena fortuna a sus dioses de mecenazgo para el próximo año, así como agradecer la fortuna que ya han recibido de ellos.

Dentro de los 6 continentes cada persona al nacer, se ve iluminada por una o varias estrellas las cuales a su vez representan a los dioses; y a lo largo de sus vidas solo podían rezar a aquellas estrellas que los iluminaron al nacer.

Al igual que muchos el joven Milfiore se arrodillo, iniciando también una plegaria, una plegaria que desde los 6 años no ha cambiado, y sin falta pide en cada año a sus dioses de mecenazgo.

—"Quiero vivir" —Exclama internamente —"Merial Diosa de los cielos y las estrellas, por favor muéstrame el mejor camino, Idarah diosa del vigor y la fertilidad, dame la fuerza para sobrellevar esta faena, Garm dios de la guerra y la estrategia, dame la sabiduría que me guie en este bosque de espinas, Marvaros dios de la vida y las aguas... Eres a quien más debo agradecer, Gracias por mostrarme un camino fuera de esta tiniebla, una esperanza de una vida más larga, Agradezco desde el fondo de mi corazón haber nacido bajos sus estrellas mis dioses, no me abandonen, no ahora... cuando mi meta final está a mi alcance..."

A un lado del portón de la casa de las flores, Enrique y Frieda ven a los invitados rezar, independientemente de su edad o posición, sin falta todos ellos rezan a los dioses cuyas estrellas los han bendecido.

—No vas a rezar con ellos — pregunta Enrique a su hermana.

—No estoy segura, probablemente los dioses no me escuchen puesto a que soy una contratista de energía demoniaca —Señala la mujer —Además, sabes que los dos nacimos solo bajo la estrella de Ereshkigal la diosa de la muerte y el infortunio.

—Recuerdo que de niños rezabas a la diosa del infortunio que se alejase de ti, nuestra madre te reprendió innumerables veces a causa de eso...

—E igual no funciono, soy la persona más desafortunada que conozco —clama la mujer cubriendo sus manos con su rostro —Nada más llegar a mi hogar, un grupo de Hooligans trataron de asaltarme...

—Tratándose de ti eso no es un problema.

—Lo sé, por eso los golpee hasta casi matarlos —Señala.

—Claro que lo hiciste, y la verdad es que fue un buen momento, a decir verdad, tu aparición fue buena suerte para nosotros.

—¿De verdad lo crees...?

Antes de poder terminar esa frase, la mujer da un paso al frente y uno de sus tacones se rompe ocasionado que esta caiga por las escaleras de la puerta principal.

—Frieda, ¿estas bien? — pregunta Enrique preocupado por su hermana.

—Estoy bien, pero esto solo prueba lo desafortunada que en realidad soy...

Enrique no puede evitar liberar un suspiro ante la reacción de su hermana...

Tal y como la mujer lo había mencionado tanto Enrique como Frieda, siendo gemelos nacieron bajo la estrella de la muerte y el infortunio, no obstante, esto nunca influyo de forma particular en sus vidas.

Pese a que su hermana gemela tenía la tendencia a tropezarse y lastimarse estas cosas nunca fueron por nada relacionado a la suerte.

El tacón de Frieda no se rompió por causa de la suerte, sino que en cambio este se había aflojado después de que la mujer efectuase una patada con este a uno de los hombres de Isaac, evidenciándose por las manchas de sangre en su suela.

Del mismo modo todos los infortunios y tropiezos de Frieda estaban adjudicados simplemente a que ella era una persona distraída, ignorante y bastante inocente, o en palabras simples una tonta de párvulos.

Lamentablemente Enrique no tenía el valor para decirle esto a la mujer, no pudo decírselo durante su niñes ni durante su juventud, pensó que al llegar a su adultes ella misma lo notaria, pero a los ojos del hombre ella se vuelve más tonta tras cada año.

—Siempre puedo contar con que mi hermano me ayude —Señala la mujer mientras Enrique la levanta entre sus brazos — Cuando estas cerca, la mala suerte rara vez se presenta.

Eso pensaba ella, pero la realidad es que durante décadas Enrique ha evitado que esta se lesione o se lastime de gravedad a causa de sus constantes despistes.

—Claro... como tu digas... —Aclama con una tenue sonrisa.

Mientras se adentran en los pasillos de la mansión un extraño aroma empieza a inundar a la mujer, un aroma bastante familiar que emana del cuerpo de su hermano.

—Oye ¿qué crees que estás haciendo? —Reclama el hombre mientras Frieda empieza a olfatear su ropa.

De un momento al otro la mujer sale del agarre de su hermana y lo somete en contra de una pared, mientras busca en su ropa el origen de aquel aroma, solo para darse cuenta que el aroma venia directamente de su cuerpo.

—Hermano... Quítate la camisa...

—¡Porque parece que todo mundo está obsesionado con ver bajo mi camisa! —Reclama alejando a Frieda.

Enrique con un rostro de desagrado trata de tomar distancia de la mujer, quien y como si de una fiera se tratase salta sobre su espalda, creándose un forcejeo entre ambos hermanos que los llevaría a traspasar una de las puertas del pasillo.

Tras recuperar el sentido Enrique se dio cuenta que su hermana lo tenía totalmente sometido contra el suelo, quien aprovecho el momento para rasgar los botones de su camisa, donde se evidenciarían sus heridas las cuales tras el paso de los días no habían hecho más que empeorar.

—Sabía que algo andaba mal, mi hermano no suele ser tan débil... —Señala la mujer —El poder demoniaco ha impregnado tus heridas, por lo que no harán más que empeorar mientras más pase el tiempo.




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