La corona blanca, un grupo de asesinos especializados, entrenados y adoctrinados exclusivamente para servir a los intereses de la familia imperial solo en situaciones extremadamente particulares.
—¿Qué raro?, no han pasado ni 2 meses desde la última vez que se desplego, esto no es usual en el emperador...—Señala Enrique —Y cuál es su objetivo.
—Les ordenaron tener a la familia Milfiore bajo vigilancia —Aclama la mujer sorprendiendo a Enrique.
—Oye, ¿esto es enserio? — Reclama —Creo que tendré que hacer una visita a la capital antes de regresar al frente.
—No puedo permitírtelo —señala Frieda —Yo también soy miembro de la corona blanca, y la orden que se me dio es evitar que vayas a la capital...
—Pero que jugada tan sucia, amenazarme con mi propia hermana —Aclama mientras pasa sus dedos por sus ojos tratando de meditar el asunto —Solo tengo una pregunta, ¿también están vigilando a Iván?
—Así es, de hecho ya hay un agente de la corona blanca que ha seguido de cerca las actividades de mi sobrino —Responde la mujer —Ya lo he visto trabajar... no dañara a Iván, pues esta más especializado en la infiltración, así que puedes estar tranquilo.
—¿Tranquilo?, sinceramente deseo armar un maldito alboroto ahora mismo...
Con esas palabras el hombre usa su habilidad para reconstruir los botones de su camisa, y retomar su aspecto más pulcro, mientras en sus ojos una profunda rabia y decepción se dejan ver.
Paralelamente...
Dentro de los pasillos de la mansión las dos dríadas observan la luna de invierno en su mayor esplendor, y bajo las condiciones de su propio continente ambas sitúan sus dos manos bajo su rostro, una postura sagrada con la que realizan una plegaria a sus dioses de mecenazgo.
Tras el paso de unos minutos ambas bajan sus manos concluyendo su plegaria, Erse tras haberse desahogado, se encontraba más tranquila y relajada.
No obstante, al desviar la mirada esta pudo notar un enorme pesar en la mirada de Alda, una mirada de alguien que deseaba un futuro más brillante, pero que en el fondo sabe que es un sueño imposible; lo sabe, pues es la mirada que todas las flechas del crisol tenían.
Al verla Erse supo sin dudar que de no haber llegado al Crisol, probablemente hubiese tenido una vida similar a la de las dríadas de aquella feria.
—Gracias... —Espeta la joven con una mirada rezagada —ya sabes... por dejar que me desahogara...
—No fue nada, parece que has pasado por una mala noche...
Al escuchar esas palabras un tenue escalofrío cruza su cuerpo, recordando lo ocurrido hace algunas horas.
—Esa reacción es bastante normal, es imposible acostumbrarse a eso —Señala —Para los humanos las dríadas solo somos objetos, algo que usas como un juguete...
Al decir esas palabras, imágenes horripilantes de ella siendo abusada por el dueño de la caravana cruzan como una efímera pesadilla, mientras siente como las heridas en su cuerpo empiezan a enfriarse.
—Es imposible no guardarles rencor, pero al mismo tiempo sabes que enojarse no servirá de nada... —Espeta con una mirada sombría, notando que ella se encontraba en una situación similar a la suya —Incluso ahora, no puedo sentir simpatía por ellos, a pesar de que un humano salvo mi vida.
—¿Un humano te salvo? — pregunta la joven sirvienta.
—Es raro... ¿todavía no me has preguntado como llegue aquí? —Señala la mujer.
—Probablemente mi joven amo sintió lastima por ti y habrá gastado mucho dinero para sacarte de la caravana y tratar tus heridas —Expone la joven.
—¿Realmente lo tienes en muy baja estima? —señala la joven —A decir verdad, la persona que me ayudo no fue Iván Milfiore.
Unos días atrás...
Tras una delicada operación Alda abre nuevamente los ojos, recordando todo lo que había pasado, el asalto a la caravana, el mago de las arañas, así como el hombre rubio quien dijo poder salvarle la vida.
Al tratar de levantarse esta se percata de como la mitad de su cuerpo estaba enterrada en un yacimiento de tierra cálida, algo muy poco común dado los días de invierno.
—Veo que despertaste —Aclama la voz de un hombre —Realmente el sistema inmune de las dríadas es sorprendente...
Al ver a la persona junto a ella la dríada no es capaz de evitar maravillarse, un hombre apuesto cual obra de arte, de largos cabellos blancos y ojos azules, quien le ofrece una mano para ayudarla a levantarse...
—Usted es...
—Perdón por mis modales... permítame presentarme, soy Enrique Milfiore —Aclama el hombre quien en realidad era Iván haciendo uso de la máscara polimórfica.
—¿Cuánto tiempo ha pasado...? — pregunta la dríada.
—Alrededor de 8 horas, el doctor quedo totalmente impresionado, tras una cirugía de este calibre una persona ordinaria tardaría 36 horas en despertarse y varios días más en reponerse —Aclama de manera inconsciente —Pero ¡qué voy a saber yo!, Solo estoy parafraseando al doctor...
—Ese hombre rubio, realmente pudo ayudarme...
Alda podía sentirlo, pese a sentir los puntos en su garganta, su respiración ahora era más ligera y la necesidad de toser se había disipado casi en su totalidad.
—El doctor vendrá más tarde a verte, mientras tanto deberías descansar un poco...
—No... —Exclama la mujer —Debo regresar a la caravana..., ahora que he desaparecido Isaac tratara de dañar a los demás.
—Si regresas ahora hay una enorme posibilidad de que Isaac te asesine, o en el mejor de los casos solo te dará una paliza y seguirás siendo su esclava como hasta ahora —Expone el hombre —Como caballero no puedo solo ver como una dama es maltratada de esa forma.
—¿Una dama...?, para ustedes los humanos las dríadas en cautiverio no son más que objetos.
—"Objetos...", ¿es un objeto capaz de sufrir y sentir dolor?, ¿es un objeto capaz de reír y disfrutar del momento?, ¿es un objeto capaz de crear arte o salvar una vida?, yo creo que no; en realidad creo que quienes eligen hacer oídos sordos a estas cosas, son quienes no merecen ser llamados humanos.
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Editado: 16.05.2024