El presente de los miedos

Prólogo

«Resultado: Leucemia linfoblástica aguda.

Y así de frío es como recibes un resultado de una prueba que jamás desearías haber visto. Tras ser buscada en Google –nunca busques en Google nada relacionado con una enfermedad–, descubres finalmente el nombre más común que dice «cáncer en la sangre». Un escalofrío recorre tu nuca, se te encoge el pecho y el pánico se apodera de ti. ¿Por qué nos asusta tanto esa palabra? ¿Por qué para los que están lejos de tener a alguien cercano padeciéndolo les parece algo tan innombrable? ¿Por qué te miran con compasión y casi dándote el pésame cuando les cuentas el diagnóstico?

¿Cómo no vamos a asustarnos? ¿No te da la sensación que de repente cada vez más gente de tu alrededor padece esta enfermedad?

Cualquier enfermedad, la padezcas tú o alguien cercano, te genera una sensación de vulnerabilidad que asusta. Aunque también he descubierto que además de atemorizar es de esas cosas que sin duda te hace reflexionar. Pasas por diferentes etapas y cada una de ellas te aporta infinidad de cosas malas pero también de cosas buenas.

En la primera etapa todo es miedo para ti y para los que están a tu alrededor. Miedo por desconocimiento, miedo por la inseguridad e impotencia pero sobre todo, miedo a los números. Es importante leer al respecto pero al final lo que vale y lo que cuenta es lo que tú o esa persona cercana a la que sin duda quieres, va a soportar. Las estadísticas son de esas cosas que te pueden llegar a obsesionar, porque ¿en qué intervalo estás? Incluso si hablas de un noventa por ciento de curación piensas que sin duda alguien tiene que pertenecer a ese diez que no lo supera; esto destruye tu mente.

La segunda etapa es la de aceptación, suena frío, pero es así. Se acepta e incluso te insensibilizas y lo normalizas. Y ahora podéis pensar que esto es horrible o podéis pensar que es la manera de tirar para adelante intentado nadar para no hundirte. Lo aceptas tú, lo aceptan los tuyos y entonces pones sobre la mesa el resto de cosas buenas que tienes y aprendes a valorarlas mucho más.

La tercera etapa es la de admiración y esta es la fase sólo para los que estamos muy cerca y lo vemos desde fuera aunque lo sufrimos igual. Nunca antes me había dicho a mí misma con mayor firmeza «cuánto me queda por aprender».

La cuarta y última es la de superación. Y ojalá todo el mundo llegara a esta etapa para mirar atrás y ver cuánto han conseguido pero, por desgracia, no siempre es así. En el mejor de los casos, creo que algo así no se supera jamás, porque quizás la persona que empezaste siendo se quedó en el camino. Sin duda alguna es de esas cosas que te cambian por dentro para siempre.

Mi hermana dice que casi lo peor de todo es vivir con una parte de ti que no consigue ser plenamente feliz, que tiene miedo a que las cosas estén del lado del porcentaje equivocado, que teme al pasado y al futuro de los miedos dejando escapar la etapa más elemental: el presente».




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