El presente de los miedos

Capítulo 14

11 de mayo de 2014

 

Me levanté más temprano de lo que acostumbraba al ser domingo. Siendo sincera, había dormido más bien poco. La conversación con Elliot se había extendido hasta la madrugada, al igual que el diálogo en el grupo de WhatsApp. El mayor tema de conversación que él y yo habíamos tratado había sido acerca de nuestros estudios y profesión. Él me había contado cosas interesantes sobre la carrera de veterinaria, y muchas anécdotas graciosas. Yo me había abierto y le había contado lo que me había ocurrido con Jasmine –respecto a la cuenta de Instagram–. Elliot se había interesado mucho en ello y yo agradecía su interés pese a que imaginaba que no era un tema que debiera gustarle demasiado.

 

Me duché con rapidez y mientras mi cabello se secaba me bebí un tazón de leche fría de avena con avena y fruta. Era mi desayuno favorito. Mientras tanto husmeaba de nuevo la cuenta de Instagram. Aún no creía que tanta gente se hubiera interesado por mis diseños, ya que casi todo el mundo de mí alrededor me tachaba de estrafalaria. Algunos comentarios también lo hacían, pero no me afectaba ya que estaba acostumbrada.

 

Mi madre entró a la cocina ya vestida y peinada. Desde que había ocurrido lo del día anterior no le había dirigido la palabra ni a ella ni a Frank, y no me sentía con ganas de cambiar aquello. Ella permaneció en silencio mientras se servía una taza de café.

 

—Hoy no trabajas. ¿Dónde vas? —preguntó sentándose frente a mí.

 

—He quedado.

 

—¿Son Shelby?

 

Por primera vez levanté mi vista del tazón y la miré.

 

—No. Con un... amigo.

 

Mi madre esbozó una leve y discreta sonrisa que borró segundos después. Fruncí el ceño. No entendía esa reacción.

 

—¿Qué? —añadí.

 

—Nada, cariño.

 

No contesté nada a aquello. Terminé de desayunar y me levanté para terminar de alistarme.

 

—Josephine.

 

Me giré hacia ella.

 

—Siento mucho lo de ayer. No pude hacerle entrar en razón.

 

—Da igual —contesté con indiferencia—. Tú tampoco entras en razón.

 

Giré sobre mis talones y salí de la cocina, dispuesta a subir las escaleras.

 

—¡Josephine!

 

Bufé y me detuve.

 

—Entiendo que estés enfadada, Josephine. De verdad que lo...

 

—¡No estoy enfadada! —contesté, girándome de nuevo—. ¡Estoy harta! Estoy harta de esta situación. Estoy harta de aguantarle y también estoy harta de aguantarte a ti.

 

¿Estaba siendo egoísta?

 

—Josephine...

 

—Todo sería tan fácil como echarle de casa. ¡O irnos!

 

—¿¡Y dónde iríamos!? —exclamó—. ¡Si le echamos de casa no aguantaríamos mucho más aquí! ¿Crees que podríamos pagar los gastos, la hipoteca, y los cuidados que necesita Jasmine con tu sueldo de mierda en el Starbucks? ¿Con el de Jacqueline limpiando bocas? ¿Con el mío limpiándole la mierda a dos ancianas? ¿Cuánto crees que viviría Jasmine si deja de tomar sus medicinas? ¡Dime la solución! ¡Dímela!

 

—¿No te das cuenta que la actitud de Frank es la que está mermando su salud? La suya y la de todas.

 

—¿Desde cuándo le llamas así? —preguntó sorprendida.




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