El presidente

Capítulo 8: Vacaciones

Era su primer día de vacaciones; no tenía que levantarse de la cama temprano, aunque no era su estilo quedarse de más después de que sonara la alarma, no quería hacerlo esa mañana. Se sentía triste y no temía reconocer el porqué: ver a Julio César con Gabriela la afectó.

Era un hecho que estaban saliendo, cuando llegaron al restaurante se miraban y reían de forma íntima, ella se veía hermosa, él la veía encantado. Hacían linda pareja. Suspiró y cerró los ojos afincando su mejilla contra la almohada.

«Ya, Verónica, ya», se regañó.

Miró su teléfono, debía estar pendiente por si recibía alguna llamada ya que le faltaba hacerse un examen de rayos x y volver con la dermatóloga. Se levantó y preparó avena con leche, sacó un pan y lo dejó sobre la mesa mientras se  metía a darse una ducha, al salir volvió a revisar el teléfono y se sentó a comer sin ganas, sin ánimos, no tenía apetito y se juzgó duramente por ello, no podía creer lo tonto que era su cuerpo por ponerse así por un hombre.

Se dedicó la mañana a organizar su humilde habitación, después de terminar con las citas médicas se pondría a buscar trabajo. Era un hecho, sus amigas no se lo dijeron de forma directa, pero le insistieron en que buscara algo que le quedara más cerca, algo mejor, a ella no le quedó dudas de que sus amigas sabían algo, pero preferían no decírselo de una vez.

Verónica fue lo suficientemente inteligente para entender.

Sonó su teléfono y atendió.

—¿Hablo con Verónica Medina de Industrias Crawford?

—Sí, con ella habla.

—Soy Jesús, le hablo del Centro Médico Alianza, la doctora Reyes la espera hoy a las dos.

—Entendido.

—Estaba pendiente por realizarse unos rayos x, pero…no podremos hacerlos.

—¿Por qué?

—La doctora le explicará cuando llegué, que tenga feliz día.

—Gracias, igual.

Se puso unos jeans, zapatos deportivos blancos, una franela blanca y un suéter en color gris, admiró su cabello ahora lacio en el espejo y se echó a la calle para hacer algunas compras, se limitaría a hacer compras para sus estudios, no podía permitirse más. Sabía que tenía que recortar gastos, no desaprovechaba oportunidad de averiguar si había trabajo disponible para ella algún sitio cercano, incluso pensó en buscar algo en la universidad.

Tras hacer sus compras regresó a casa y preparó algo el almuerzo, sonrió serena, sabía que todo estaría bien. Ella saldría adelante, como siempre, mayores retos se le habían presentado en la vida y pudo con ellos. Le preocupaba un poco los gastos de su pequeña habitación, pero lo pagaría por adelantado con las vacaciones y esperaría conseguir empleo pronto.

Antes de ir al centro médico se dio de nuevo un baño y se puso ropa cómoda, al menos no debía ir a la compañía después, podría regresar a casa y descansar. Caminó hasta la parada de autobús y subió a uno que se estacionó frente a ella, la llevaría hasta el centro y de ahí caminaría unas cuadras hasta el Centro Médico Alianza.

Al llegar subió al segundo piso donde debía verse con la doctora Reyes, la dermatóloga. Durante su examen físico que, fue superficial, la doctora notó ciertas manchas y la descamación de su piel, la remitió a la dermatóloga.

 —Sí, tranquila, está cubierto por el seguro. Aprovecha ahora, te verá ya mismo, o mañana, pero como igual debes volver para hacerte los rayos x, y la unidad funcionará mañana.

—Gracias, doctora.

—Aprovecha de que te vea esos lunares, puede quitártelos en su consultorio.

—Le diré.

La dermatóloga la vio, le pidió hacerse varios exámenes antes de mandarle tratamiento médico. Cuando llegó vio que no había nadie más esperando, abordó a la ayudante de la doctora, que le indicó que enseguida pasaría con ella. Se sentó a esperarla mientras pensaba que no usó suficientes veces el seguro médico, ahora lo perdería cuando la despidieran, pensó que debía hacerse varios exámenes y visitar los médicos mientras estuviera de vacaciones para aprovecharlo.

«No, Verónica, eso no está bien. Sabes que te despedirá y te aprovecharás. No está bien».

—Verónica, pasa —dijo la doctora Reyes desde la puerta, una mujer robusta de piel muy blanca y cabellos canosos.

Verónica la siguió sonriente. Temía visitar el doctor con frecuencia, temores personales sin justificación, pero le gustaba cuando los médicos le transmitían confianza. La doctora Reyes la hacía sentir cómoda.

—Ajá, Verónica ¿Cómo te sientes? ¿Ya estás de vacaciones?

—Sí. Todo bien, gracias.

Se sentó frente a la mujer que la miraba con una sonrisa cómplice y una mirada vivaz.

—Te explico, mi niña. Te mandé a hacer varios exámenes porque el tratamiento que te debería mandar para tu diagnóstico de ayer, lo exigía, ahora te explico por qué, pero voy a tener que cambiar el tratamiento, no te preocupes, nos ocuparemos de tu piel.

—Perfecto, ¿lo cubre el seguro?

—Sí, claro, sí, y en quince o veinte días ya estarás bien.



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En el texto hay: hijos, oficina, custodia

Editado: 09.12.2022

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