Capítulo 11
—Te estás durmiendo —por más que intentó abrir los ojos no pudo y en un gesto perezoso se acomodó en el hombro de Christian.
Obviamente habían llegado cuando la ceremonia ya había comenzado así que quedaron en los últimos asientos, aunque Christian ya le había avisado a Dante que habían llegado, no lo había visto, desde donde estaban apenas podía ver a los egresados que escuchaban atentamente el discurso del rector, el auditorio era inmenso y estaba lleno.
—Ese hombre no se calla —murmuró bajito. El rector llevaba casi una hora hablando y realmente la oratoria no era su fuerte, pero la verdad era que no había dormido bien desde hace días, específicamente desde que su padre le planteó la idea de irse con él.
Sintió que Christian se movía pero no se levantó, escuchó la risa amortiguada, un brazo que la rodeó por los hombros y su rostro terminó escondido en el cuello del chico, inhaló profundamente y el olor de Christian —perfume, loción de afeitar y su olor natural— llenaron sus pulmones. Olía bien.
—No puedes hacer eso. Aún te faltan dos años, once meses y diez días —Lara abrió los ojos y se levantó un poco para poder ver el rostro de Christian—. ¿Qué? También llevo mis cuentas —no pudo evitar reír, Christian correspondió su sonrisa y la instó a recostarse una vez más, tomó una de sus manos y entrelazó sus dedos. Se sentía extraño estar así, con Dante era casi natural tomarse de las manos, ver televisión abrazos y dormir en su hombro pero con Christian era diferente, extrañamente diferente. Cerró los ojos olvidando todo y aunque no era su intención, se quedó dormida.
Christian la despertó justo cuando comenzaba la entrega de diplomas, aplaudió fuertemente cuando Nathan pasó, esperaba verlo para agradecerle el regalo que le había enviado. Unos cuantos más pasaron hasta que fue el turno de Dante, se puso de pie cuando el chico comenzó a subir hasta el escenario y saludaba con un fuerte apretón de manos a varios de los hombres y mujeres que se acercaron a él —suponía que eran profesores, jefes de carrera y esas cosas—, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando Dante recibió su diploma, aún con lo lejos que estaba sabía que debía tener una sonrisa inmensa, que en este instante debía estar pensando en su padre, el señor Hanks había sido un arquitecto reconocido que murió en un lamentable accidente en la obra donde trabajaba, desde siempre Dante había querido seguir la misma carrera de su padre así que estaba segura que en este momento era en quien estaba pensando. Dante se giró hacia el público presente y levantó la mirada, no lograba verlo bien pero estaba segura que la buscaba con la mirada, supo exactamente el momento en el que la vio porque levantó el diploma sobre su cabeza y lo agitó como saludándola. Era el momento más emocionante que había vivido, solo comparable con el momento que vio a su hermanito por primera vez, estaba siendo testigo del logro más importante en la vida —hasta ahora— del chico al cual quería con todo su corazón.
Una vez terminada la ceremonia trataron de llegar hasta Dante. Lara se sentía un tanto abrumada por la cantidad de personas que hablaban al mismo tiempo. Christian tomó su mano para que no se perdiera en el mar de personas que abrazaban y felicitaban a los nuevos egresados, aún así seguía quedándose atrás por lo que el chico cambió la estrategia y la puso frente a él escudándole con su cuerpo para que no fuese apretada por las personas que eufóricas saludaban a sus hijos.
—¡Hey! ¡Felicidades amigo! —en el camino se encontraron con Nathan y su familia, el chico rubio y de ojos verdes era un tanto especial, si le agradabas era el chico más genial del mundo pero, si por el contrario le caías mal, era mejor no cruzarte en su camino. Afortunadamente ella le agradaba así que fue recibida muy bien cuando lo abrazó para felicitarlo.
—Lara, dile a Nathan qué te pareció su discurso —le dijo Christian con burla. Nathan era el mejor de la generación así que había dado el discurso final el cual ella no escuchó porque estaba dormida.
—Cállate tonto —le gruñó al idiota que rio de buena gana. Volvió a mirar a Nathan que tenía una expresión de curiosidad y solo negó con la cabeza para que no le hiciera caso.
—¿Te gustó mi regalo, pequeña niña? —Nathan le preguntó. Lara solo pudo sonreír, amó el regalo que Nathan le había enviado, a cualquiera, que como ella, amara la fotografía le habría encantado una cámara profesional.
—¡Me encantó! —le hizo un gesto para que se acercara y hablarle al oído — Aquí entre nosotros, fue el mejor regalo que recibí… ¡Ay! —gritó al sentir el piquete en sus costillas.