El primer amor nunca funciona

Mi primer amor

Todos tuvimos alguna vez un compañero de clases que logró entrar al instituto con ayuda de sus padres, por no decir soborno... y que esto hace enfadosa su existencia, porque no tuvieron la necesidad de matarse estudiando para resolver un examen de admisión, capaz de cambiar por completo el futuro de uno mismo con los resultados que obtengas. Yo soy esa clase de alumno tramposo.

Mi padre es conocido por su popularidad como actor, no sólo en Estados Unidos, también a nivel mundial. Mientras que mi madre es reconocida por su maravillosa voz de solista. A pesar de mi edad, he tenido la oportunidad tanto de grabar discos con mi madre, comerciales o papeles secundarios con mi padre.

Hace una semana vivía en Estados Unidos, nos mudamos a Corea debido a la serie que grabaría mi padre. Ni siquiera me molesté en realizar el examen, sólo pagué una cierta cantidad de dólares para estudiar en una prestigiosa preparatoria de Corea de las más demandadas.

En esa escuela encuentras de todo: los norteamericanos y los coreanos no somos tan distintos. Hay muchachas lindas, como la vicepresidenta del consejo estudiantil, Dong Hye. Quedé flechado en cuanto la vi por primera vez. Su cabello largo, ondulado y claro; su pálida piel; sus ojos avellana; su complexión delgada y sus pequeños labios, todo lo que tiene esa chica es perfecto.

No estábamos en la misma aula, ella era un año mayor que yo, por lo que me había enterado; además, era popular entre la gente.

Aprovechando los primeros días de clase y que no me gusta trabajar en clase, busqué un asiento al lado o detrás de una persona que se viera lo suficientemente nerd y manipulable para que me pasara los trabajos y me hiciera la tarea, entonces... ¡objetivo encontrado! un chico más bajo que yo, de un aspecto limpio y unas gafas doradas que parecían tener más aumento que él con una vida social, entró al aula. Le seguí con la mirada lo más discreto que pude (aunque no prometo nada; soy pésimo siendo discreto) y así como iban entrado después de ese chico, los lugares libres se iban acabando. Si me descuidaba no tendría oportunidad de sentarme junto a él.

Sería estupendo haberme sentado detrás suyo, pero el único lugar que logré conseguir era frente él. Si algo había aprendido con el tiempo, es que, si quieres ser convenenciero de la forma más discreta y menos descarada posible, era haciéndote amigo de la presa.

—Hola — volteé a verlo.

El chico alzó su mirada, apartándolas de la página del libro que leía. Sólo hizo eso y nada más.

—Que serio ¿lo eres con todos?

La vista de ese muchacho volvió a su libro, sin dar respuesta alguna. Como capricho alcé su libro, con el fin de ver el título del mismo.

—¿Qué libr...?

Sin poder terminar la oración, ese chico nerd bajó el libro, acomodó sus lentes y me miró con suma seriedad.

—No me llevo con extranjeros.

—¿Llevarte...? 

—Sí. No quiero problemas contigo—. Y sin más, continuó con sus asuntos.

Sería más complicado para mí el poder acercarme a él, pero no imposible.

Cuando tocó la hora de descanso esperé que saliera del aula hacia la cafetería, sin embargo, no lo hizo; sólo volvió a sacar su libro y a abrirlo en la página en donde estaba su separador color rojo. Nuevamente me dirigí a él.

—No tienes amigos, ¿verdad?

El chico negó con la cabeza.

—¿Lees mucho?

El chico asintió una vez. Harto de su comportamiento, alcé mi tono de voz.

—Oye, estoy tratando de ser amable contigo. Ni siquiera pienso molestarte ¿Que imagen tienes de mí para querer mantener distancia?

—Problemático.

—Amigo, no soy de esa clase de chicos.

—No somos amigos. 

Estiré mi mano y tomé el libro que él traía. Ese joven no opuso resistencia alguna ante ello y ni siquiera se molestó en quitármelo, sólo me observó.

—Quiero tener una conversación decente.

—Quieres llamar la atención, extranjero. Dame mi libro.

Negué con la cabeza y cerré el libro, procurando mantener la página en donde estaba, con mi dedo. La expresión de ese joven había cambiado o por lo menos por un instante; sobresaltó.

—No me llamo extranjero. Soy Lee Ryan.

—Gran comienzo, Lee. 

—¿Me dirás tu nombre?

—Song Jung.

—Un placer conocerte, Jung.

Jung me miró extrañado, como si desconociera su propio nombre. No lo entendí hasta después de un tiempo, pero parecía que los coreanos se incomodaban cuando les llamabas por su primer nombre si eras un desconocido.

Tampoco duró tanto tiempo el encanto de esta conversación, podría decirse que solamente fueron esos saludos. Tenía que hacer algo para mantener contacto con ese chico tan serio, no podía dejar escapar mi oportunidad, mi alto promedio. 




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