Jamás había derramado una lágrima frente a mis compañeros de la preparatoria, prometí nunca hacerlo, porque si rompía el llanto sólo mostraría una imagen débil de mí.
Estaba más que enojado con Lee Ryan al grado de querer explotar, sin embargo, mi mayor problema es que estallo en el llanto cuando algo de verdad me hace sentir una incontrolable ira. No lo pensé, salí del salón tan rápido como pude y cabizbajo me dirigí a los baños del instituto. Empujé a unas cuantas personas,sin importarme. Tenía que ocultar mis lágrimas y rápido o a la mañana siguiente todos tendrían una imagen diferente de mí; el aspecto de un chico débil al que puede pisotear cualquiera.
Era incapaz de detener mis lágrimas por más que me lo ordenara. Estuve encerrado en el baño por mucho tiempo. Las voces de los estudiantes cada vez se escuchaban menos. Era tarde, demasiado tarde.
Miré hacia abajo sin pensarlo mucho y frente a la puerta del baño donde estaba dentro, había un chico recargado.
—¿Te encuentras bien? Llevas más de una hora y media llorando en el cubículo y la escuela está por cerrar—Era la voz del idiota inconsciente de Lee Ryan.
—¡Te dije que me dejaras solo! ¡No quiero verte! — pateé la puerta del cubículo.
—No me estás viendo— Lee Ryan respondió entre risas—. No podía irme con la consciencia sucia a casa.
—Y no creo que la fibra te la limpie...
—Oye, no era mi intención que cayeras en el juego tan bien, bueno, en realidad lo hice con toda la intención, pero no creí que fueras tonto como para no darte cuenta.
En mi mente sólo podían pasar millones de insultos para Lee Ryan, pero no salió nada de mis labios. Un silencio largo fue mi respuesta.
—No te pediré perdón porque no tiene caso hacerlo —agregó—, los lamentos no arreglan nada. ¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?
—Sí, largarte de los baños. Quiero volver a casa y no quiero que seas la primera cosa que vea al salir. Vete.
Sin decir ninguna palabra, se fue. No se escuchó más su molesta voz en los baños.
El festival de verano marcaba el comienzo de vacaciones. Aunque hubieran sido unas cortas dos semanas para olvidar lo ocurrido, cuando volvimos sentía como cada una de las miradas de los estudiantes que estaban presentes en los pasillos, en el jardín o en el camino y eran puestas en mí, sentía como me devoraban junto a sus murmullos; estaban hablando de mí, lo hacían... me miraban con lástima, como si se compadecieran de mí. No quería volver a romper el llanto frente a todos.
Así transcurrí una semana y media viviendo con paranoia. Aquellos días no se había presentado el culpable de la nueva imagen que daba ante la sociedad, parecía que no le importaba en absoluto los problemas que me había causado.
También estuve evitando cruzarme con Dong Sunbae. Ella debió ser la primera en enterarse de lo que había pasado en el festival.
Me importa demasiado lo que las personas piensen de mí.
No pude seguir huyendo por mucho tiempo más; una tarde nublada al finalizar las clases, Dong Sunbae me siguió un par de calles para poder hablar conmigo. Sobresalté al sentir el tacto de su mano sobre mi hombro, y tengo que confesar que me llenó de ilusión que me siguiera.
—¡Song Hobae! ¿Me has estado evitando todos estos días?
—No exactamente...
—Eso parece, Song Hobae— Dong Sunbae infló sus mejillas de manera tierna y cruzó sus brazos—. También tengo que preguntarte otra cosa más.
—¿En serio? ¿Es un tema que no entiendes? Trataré de explicártelo de la forma más simple posible para que puedas comprenderlo.
—Es un tema de la escuela del que creo tú sabrás, es verdad.
Dong Sunbae confirmó con una sutil sonrisa y su mirada fue desviada hacia un costado.
—¿Cuál es?
—Es sobre Lee Ryan.
¿Es sobre Lee Ryan? ¿Qué fue esa tierna sonrisa y la timidez al mencionar su nombre? Estaba en Jaque.
—No sé nada de él. Si únicamente era eso, me iré primero.
—¡Espera! — tomó mi brazo— ¡Dijiste que me ayudarías!
—Es algo con lo que no puedo ayudar— aparté mi brazo de un jalón—... no sé nada de él y no quiero verlo de nuevo.
—¿Por qué? Están peleados, ¿verdad?
—Dong Sunbae, no quisiera hablar de eso ahora. Lo lamento.
Ella suspiró pesado, parecía estar irritada con mis respuestas; si yo respondía con sinceridad, estaría a punto de perder la guerra contra mi rival de amor.
—Gracias Song Hobae— respondió de mala gana y del bolso de su uniforme sacó un papel doblado—. Tendré que ir yo sola a preguntarle.
—¡Bien! Te diré todo si no vas.
Dos hoyuelos se formaron en sus dos mejillas y tomó mi mano con rapidez. Caminamos en silencio alrededor de unas dos calles, hasta llegar a las bancas que se encontraban fuera de un parque.
—Ahora cuéntame.
—Sí, nos peleamos, lo admito.