Regresé a casa sin noticias de Jung por ese día. El pendiente que ahora tenía era la reacción de mis padres, sobre todo lo que papá me diría al respecto de todo el dinero de su tarjeta de crédito personal que despilfarré hoy.
No tomé un autobús. Debido a la hora, ni siquiera había alguno, por lo que tuve que caminar tal vez una hora.
Cuando llegué a casa las luces todavía seguían encendidas, eso significaba que mis padres estaban despiertos. Necesitaba ver la hora para saber qué tan intenso sería su regaño y cuando encendí el celular... ¡quería estar muerto lo más rápido posible! ¡14 llamadas perdidas de mi madre!
—take me god...
Tenía que entrar a casa sin hacer demasiado ruido, tenía que parecer que llegué cuando menos se lo esperaban o algo así. Los nervios me carcomían y sentía como mi cabeza empezaba a arder, quería morir en ese momento.
Me acerqué a la puerta de la casa lo más discreto posible, rezando porque no estuvieran viendo las cámaras que estaban por fuera y cuando quise abrir la puerta con la contraseña, escuché que alguien habló mediante la bocina.
—¿Qué son estas horas de llegar a casa? —era la voz de mi madre, estaba enfadada.
—Ah... se me pasó la hora— traté de no reír por culpa de los nervios.
—¿Y tú teléfono? Lo tienes en la mano ¿por qué no respondiste las llamadas?
Lo admito, no me gusta tener el volumen alto del teléfono y odio con el alma el modo vibrador. ¿Cómo iba escucharlo? Obviamente no voy a ver el teléfono en una cita por educación, pero mamá no entendería eso, vería esto como un pretexto estúpido.
—Lo tenía silenciado.
—Eso no es pretexto para no ver la hora o responder a las llamadas.
—Mamá, no vi el teléfono todo el día.
—¿Por qué?
—No lo sé... no me acordé de verlo.
—Ya pasan de media noche y apenas llegas, no tenemos idea de dónde estabas, ni siquiera nos mandaste tu ubicación y te dije ayer que me la pasaras. ¿Y si te pasaba algo cómo nos íbamos a enterar? No tenemos el número de la chica.
—Agh... mamá, ya soy un adulto, sé cuidarme solo y, además, te dije que no estaríamos muy lejos.
—Mientras estés en Corea sigues siendo un niño, Ryan.
—¿Puedo pasar?
Mi madre suspiró, supongo que asintió; ella no tenía el corazón para dejarme dormir en el jardín y entré a casa como perro con la cola entre las patas. Ella y papá estaban esperándome en la sala sentados en el sofá, para poder hablar sobre lo ocurrido. Su semblante de papá era serio; una seriedad similar a la que él mostraba frente a mis amigos o desconocidos, mientras que mi madre se encontraba molesta, más que nada, preocupada. Vivía con el temor de reírme de los nervios y me sermonearan más fuerte.
—Hola...— saludé tratando de ocultar mis nervios.
Mi madre suspiró con pesadez y miró a mi padre fijamente, deduje que quizá ella esperaba a que él me dijera algo al respecto. No me senté en el sofá, no tenía el valor para tomarme la molestia de hacerlo.
—¿Cómo te fue? —peguntó mi padre y una leve sonrisa se formó en su rostro.
—Creo que me fue bien— imité su sonrisa.
—¿Qué fue lo que hicieron para tardarse demasiado?
—¿Me creerías si te digo que no hicimos casi nada? — reí un poco.
Mi madre miró extrañada a los dos e hizo una mueca— ¿Nada?
—¿Entonces para que ocupaste todo ese dinero? —preguntó mi padre.
Suspiré y pasé mis manos a lo largo de mi cara. Tenía que explicar la estupidez que hizo Hye con el dinero de la forma más razonable que fuera posible.
—No sé cómo fue que nuestra cita se volvió un paseo por todas las tiendas del centro comercial y Hye compró bastante ropa cara...
—¿Qué tipo de ropa compraste? —preguntó mi madre con cierta curiosidad.
—No recuerdo muy bien qué marcas eran, pero por cada conjunto que le decía que lucía bien, ella lo metía en la canasta y no pude hacer nada al respecto...
—Agh... así son todos los hombres— comentó mi madre, frustrada.
Mi padre la miró desconcertada, abrió sus ojos un poco más de lo usual y preguntó un tanto ofendido.
—¿Yo también soy así?
—¿Apenas te das cuenta? Eres así desde que te conocí. Siempre que te pregunto cuál se me ve mejor, me dices "everything suits you", siempre es la misma respuesta, amor.
—Oh, darling, everything suits you, you don't need to ask me— respondió mi padre.
—No te gustan y me dices eso también, lo sé. Lo haces para que no me sienta mal o para irnos rápido.
Mi padre soltó una carcajada, algo característico de él como forma de defenderse de la verdad.
—Aunque te rías— dijo mi madre, molesta.
Lentamente quise escapar de esa discusión que había nacido entre mis padres, sin embargo, mi madre me detuvo con sus palabras.