El primer amor nunca funciona

Frijoles rojos y algo más

Admito que fue grosero salir corriendo de la segunda cita que tuve con Hye, pero ¿qué importa? Su actitud me fastidió y saber qué demonios había sucedido con Jung era lo único que ahora me importaba. Su familia estaba pasando por una situación difícil, ahora entiendo por qué nadie estaba en casa...

Ya que él vivía fuera de la ciudad, llegué hasta el anochecer y corrí por lo largo de la calle hasta encontrar su casa. Obviamente no iba a tocar la puerta de Song Jung, toqué la del vecino desesperadamente.

—¡Vecino, por favor! ¡Abra la puerta! ¡Soy Lee Ryan! ¡El chico que viene diario!

El vecino salió de la casa con un sartén y dio un ciego golpe hacia mi cabeza. Mis reflejos fueron más rápidos que el sartén y lo esquivé.

—¡Señor, soy yo! ¡Lee Ryan!

—¿Lee Ryan? ¿El niño que viene siempre?

—Sí, señor. Por favor, baje el arma.

El abuelo bajó el sartén— ¿Vienes otra vez a buscar al hijo menor de los Song?

—Sí y no— mordí mi labio inferior— escuché que su padre está internado en el hospital, ¿de casualidad sabe en cuál? Tengo todas las tareas que hicimos durante la semana y quisiera entregárselas.

—¿A su padre?

—No, a Jung, el hijo menor.

—¿En serio están en el hospital? No creí que se quedaran a acampar fuera de ese edificio por varios días. Entonces el señor Song debe estar muy grave. Ellos salieron con unas maletas por la noche.

—¿Sabe dónde queda el hospital más cercano?

—Sí.

El señor me dijo el nombre del hospital, era algo extraño el nombre y ya que quedaba dentro de la zona rural, podía ser que Jung y su familia se hospedaran dentro del pueblo. Antes de que pudiera emprender mi viaje al lugar, el señor me detuvo; el abuelo entró a su casa y salió con una bolsa de frijoles rojos.

—Voy contigo.

—Abuelo, iré a pie porque sólo tengo dinero para mi pasaje de regreso a casa, así que será cansado el viaje, ¿seguro que podrá seguirme el paso?

—Conozco Daegu como la palma de mi mano. Si vas solo puedes perderte, muchacho.

—¡Gracias, Señor!

El señor cerró su casa con llave y emprendimos nuestro viaje a lo largo de Daegu. En sí, Jung vivía en esa dichosa provincia, pero más que nada, su casa era de las primeras que podías ver al entrar en ese territorio. Nunca antes me había dado la oportunidad de caminar más allá de su calle, o si es que se puede llamar así.

A pesar de llevar una semana conviviendo con su vecino, ni siquiera sabía su nombre, ¡pero él sí! Me sentía irrespetuoso al conversar con él y no saberlo, entonces en medio de nuestra conversación trivial de cómo me iba en la escuela y cómo era la escuela en sus tiempos, pregunté por su nombre. Aquel abuelo se llamaba Baek Choi.

—La vida da tantos giros, Lee Ryan— comentó el abuelo Baek y volteó a verme con una sonrisa—. Un día puedes estar completamente enamorado de una mujer y el día de mañana estás perdidamente enamorado de tu mejor amiga.

—¿A qué se refiere? — pregunté con curiosidad.

—Que las cosas no pueden salir cómo te lo esperabas— el abuelo Choi hizo una pausa—. Cuando era más joven que tú, estaba completamente enamorado de una chica coreana de mi institutto. Cuando fui a estudiar al extranjero, ¡mis sentimientos cambiaron completamente! Ahí conocí a una japonesa de nombre Akiko Suzuki, ella formaba parte de un tal movimiento angelical. Pensé que ella era la indicada, así que hice todo lo posible para poder tener contacto con ella, y con el pasar de los años, su nombre de pila fue acompañado con mi apellido.

—Que enredo...— Comenté algo confundido.

—La vida misma es un enredo si no sabes controlarla, aunque nadie sabe hacerlo perfectamente, joven Lee— El abuelo se detuvo frente al hospital—. Si estás enamorado de una bella chica, disfrútalo; y cuando ese amor romántico comience a apagarse, si es que eso pasa y no puedes avivarlo, no te aferres a la relación. Déjala ir.

—Gracias señor... tomaré en cuenta todo lo que me dijo.

Extrañamente sentía que esas últimas palabras del señor Baek eran una indirecta para mi relación. Mi noviazgo con Hye no era tan malo, ¿verdad? 

—Llegamos al hospital.

—¡Bien! — exclamé—¿Entramos?

El señor Baek asintió con la cabeza y entró antes que yo. Supongo que a simple vista notó lo inexperto que era para tratar con personas que no fueran mis compañeros, así que le preguntó a la recepcionista sobre el padre de Jung. Después de una corta plática con la recepcionista, el abuelo Baek volvió conmigo y como si fuera un niño pequeño, palmeó mi cabeza.

—El señor Song vino al hospital el miércoles de la semana pasada para un chequeo rápido, dijo que no han pasado por aquí desde ese entonces.

—¿Eso quiere decir que vinimos en balde? 

El abuelo caminó hacia la salida lentamente, con el fin de que lo siguiera. Me apresuré para poder seguir su paso.

—Sí, pero al menos tuvimos una conversación buena, ¿no?




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