El primer amor nunca funciona

Eres tú, el dueño de mis pensamientos

Un cuarto año nuevo en el año... ¿Es que en Corea ya era 2024 o algo así parecido por el estilo? Tenía la incertidumbre de saber por qué demonios se festejaba muchas veces, pero no quería arriesgarme y quedar como idiota. 

Esa pregunta no me dejó dormir durante toda la noche, tampoco la idea de que pasaría año nuevo con Jung, especialmente era eso, aunque no quería admitirlo. Jamás me imaginé que estaríamos el último día del... ¿año? ¿Cuarto año? Juntos. Por más que diera vueltas en la cama, tratara de encontrar la posición perfecta para dormir o revisara mi feed más de una sola vez, no pude pegar un ojo.

Por la mañana terminé mis cosas rápidamente, de no haber sido que bajé a la sala luciendo ropa demasiado informal, mi madre no me hubiera hecho el comentario de "¿Con esa ropa vas a recibir el año?, Tus abuelos y tus amigos van a venir a casa, deberías ponerte algo más formal para no faltarles el respeto". En parte tenía razón, no lo niego, pero... ¡detesto con toda mi alma tener que ponerme un traje y acomodarme el cabello demasiado formal! La última vez lo hice por Jung, no porque yo quisiera. 

Las manecillas del reloj parecían lo suficientemente pesadas para que el tiempo pasara lento, daba vueltas y vueltas por toda la casa, pasaba por la cocina y veía a mi madre preparar la cena. De vez en cuando tomaba una aceituna del pavo, haciéndome la ilusión de que eso iba a calmar mis nervios. Movía mi cabello con ambas manos con algo de desesperación, cada vez quedaba más desordenado que la anterior; no sé qué pretendía conseguir con esto.

De pronto escuché el muy esperado timbre, estuve a punto de ir a abrir con el cabello hecho un nido, pero me detuve en medio del camino y lo pensé. 

¿Por qué ahora mismo tenía que darme un ataque que frecuentemente les daba a las mujeres? ¿En serio me iba a detener por algo así? Bueno, ese chico que esperaba del otro lado de la puerta era la persona que me gustaba, tampoco quería mostrarle una imagen descuidada de mí. 

—¡Ryan, abre la puerta! — gritó mi madre.

Su grito fue como la señal de que la carrera había comenzado, corrí a mi habitación y me fui a peinar. Mi madre, molesta, fue a abrir la puerta.

Desde las escaleras escuchaba como Jung y Jiang habían entrado y como saludaban a mi madre, también escuché como le habían obsequiado algo; no tengo idea de lo que era. 

Mi corazón se aceleró, mi pecho dolía por los fuertes latidos y mis pómulos comenzaron a doler debido a que se había formado una gran sonrisa en mi rostro; una sonrisa de idiota.

¿Bajaba o no bajaba? ¿Qué iba a decirles? ¿Jung notaría lo fuerte que latía mi corazón? 

No puedo creer que de verdad él haya venido.

Al momento de bajar, mis rodillas temblaban de la adrenalina contenida en mi cuerpo, sentía como si fuera a desplomarme en cualquier momento.

Cuando volteé a verlos, Jung y yo cruzamos miradas y sentí una extraña conexión entre él y yo, como si nuestros latidos se hubieran sincronizado. Su cara comenzó a ser dominada por un tono rojizo y desvió la mirada hacia un costado. 

—¿Qué miras?

—Tu cara está roja, ¿Te sientes bien?

Me acerqué lentamente a Jung, conservando una ligera sonrisa en mi rostro y él cubrió su cara con ambas manos, luego se ocultó detrás de su hermano, sin embargo, su hermano no tardó ni un instante en moverse de ahí.

—¡Estoy bien! ¿Por qué no debería estarlo? Eres el único que nota ese color.

Mi madre lo observó

—No debes tener pena de estar aquí, siéntete como en casa— dijo mi madre.

—¡No le causaremos ningún problema, Lee Sun hee! — Jiang hizo una reverencia y a su vez, le pegó en la nuca a Jung, para que de igual forma hiciera una reverencia

Jung se quejó en silencio e hizo la reverencia junto a su hermano. Mi madre sonrió apenada, un ligero rubor pintó sus mejillas, acto seguido, les dijo a nuestros invitados que se divirtieran

Jiang siguió como un perro a mi madre cuando ella se dispuso a volver a la cocina, en el pasillo quedamos únicamente Jung y yo; fue incómodo y quise desaparecer en ese instante, pero nada podía hacer. Supongo que Jung se sentía igual a mí. 

Desvié la mirada y dudé en hablar, aunque al final lo hice.

—¿Quieres pasar a la sala?

Jung no respondió con alguna palabra, simplemente caminó lo que quedaba del pasillo, hasta llegar a la sala y lo seguí.

—Puedes tomar asiento si quieres.

—Sí, gracias.

Jung hizo una reverencia y se sentó en un extremo del sofá, me siguió con la mirada mientras caminaba hasta el sofá donde estaba él y me senté en el otro extremo. El silencio acompañó la distancia que estaba entre nosotros sobre el sofá. 

¿Qué debía hacer en estos momentos? Me sentía como si fuera el típico chico del salón que no tenía ningún amigo más que en su vecindario y cuando lograba conseguir uno en el aula de clases, a duras fuerzas lo invitaba a su casa, sin embargo, en el último momento, no sabía qué hacer. Tenía que pensar rápido, entonces miré hacia la pantalla plana de mi televisor y la señalé.




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