Era claro que sus pasos se acercaban hacia mí, acorralándome en lujuria, el palpitar de mi corazón en desenfreno fue el resonante de aquella habitación. Pude haberlo golpeado sin titubear, y lanzarme hacia la salida en busca de mi libertad, pero mi cabeza y mi razón no estaban consientes de las acciones que realicé en ese momento. ¿Qué más se le podía pedir a un joven niño adormecido por el alcohol? Mis deseos estaban dominando mi orgullo. ¡¿Qué pasa?! ¡Vete Lee Ryan no te necesito!
De pronto, mis mejillas enrojecieron sofocándome en la mirada de ese inútil norteamericano. "¡¿Quién tiene nervios?! ¡¿Serás idiota?! ¡Te odio! ¡Márchate! ¡Quiero estar solo!" me encantaría haberlo dicho, pero me escabullí en cobardía y ni siquiera pude responder. Solo destiné mi visión hacia un costado del pulido suelo. Una frase que me atravesó y convirtió mi rostro enojado por uno ahogado en asombro fue pronunciada.
¡El alcohol no es responsable de tus impúdicos actos!
Un avasallador beso que, empezó siendo tierno, suave, pero por arte de magia, era inmoral, indecente, infiel. ¿Qué pasará con la relación entre Lee Ryan y su novia? Mi vista se nubló, no porque él había quitado mis lentes, más bien, la razón de ello y que mi respiración se agitara, fue su intrépida lengua jugando con la mía. Mis jadeos aumentaron. Siento que el alcohol pudo subir a mi cabeza o tal vez no era el alcohol. Creo que esto me gusta. Quiero que todos sus besos estuvieran dedicados a mí.
Permanecimos unos cuantos segundos en ese estado, el ardor en el ambiente era notorio. ¿Me daría paz el hecho de que se hubiera separado? estaba alejado de la realidad. Sus caricias desabotonaron mi arrugada camisa con atrevimiento. Lancé dóciles y sumisos gemidos estremecidos. Las marcas de Lee se hacían presentes en mi blanquecina piel.
Las ideas que pasaban por mi mente cada vez discutían más. Quería que se quitara y después estuve en contra de esa idea. Me contradije varias veces más. No obstante, comenzó a agradarme su forma en cómo sus manos rozaban mi piel y poco después me sentía el peor pecador de todo Mangjeol. Quería ir más allá, pero el temor me hacía buscar la puerta.
Terminamos en el suelo, no sé cuándo pasó eso, pero lo que sí sé, es que Lee Ryan se ve más apuesto que nunca desde este ángulo. ¿Qué tal si desabrochaba su pantalón? ¿Qué tal si íbamos más allá?