Era un día soleado, tal como los de primavera, había bastantes cosas hermosas que ver aquella mañana, La paz rellenaba el aire y los colores iluminaban los ojos. Yo vivía junto con mi padre adoptivo en una especie de cueva casa, el sol entraba naturalmente por algunas ventanas muy bien posicionadas en las partes superiores de la cueva, aquella mañana yo estaba en el comedor en el cual siempre había un amigo fiel al cual confiarle todo, era un árbol hermoso en medio de todo aquel grande espacio, arriba del mismo había uno de esas ventanas bien posicionadas que le daba aquellos rayos de luz que siempre necesitaba una planta.
— ¡Buenos días hijo!!! — dijo mi padre rebosante de energía y vitalidad como solía estar siempre — ¿qué tal has dormido anoche? — di una pequeña sonrisa
— Eh dormido mejor que otros días, creo que fue porque estaba muy cansado — dije sentándose doblando las piernas junto con él en aquella pequeña mesa para dos, la cual era algo a lo tipo occidental,
— Eso debió ser porque ayer trabajamos mucho
El por lo general siempre solía llevar ropas oscuras, como vestimenta llevaba siempre una bata de mangas cortas, conservaba con insistencia su barba Blanca demostrando su mayoría de edad. De pequeño siempre solía preguntarme cuantos años tenía, pero con el tiempo él se volvió mi padre y maestro y dejé de cuestionarme aquella pregunta, y en lugar de juzgarlo decidí aprender de él, era tan sabio que podía darte consejos tales que te dejaban las cosas en claro, lo que me molesta más de eso es que siempre lo hace en pocas palabras, dejándote en la cabeza más preguntas de las que tenías al principio.
— Hijo... quería decirte algo muy importante — dijo bajando la tasa que había tomado en sus manos para desayunar
— Dime papá — yo también bajé mi taza
— Creo que es hora de que salgas a la ciudad...
En aquel momento mis manos se hicieron mares y mi cuerpo gelatina, yo no había salido lejos de aquella casa cueva como hace más de veinte años, cuando él me había adoptado y tomado como su hijo me había cuidado mucho y me había dicho que me iba a alejar de la ciudad hasta que fuera los suficientemente maduro, en aquel momento yo había dicho que si por mi mala experiencia con mi padre biológico.
— ¿Entonces...? — dije intentando sacar las respuestas de su boca
— Hoy acabas de cumplir treinta años hijo, es un día hermoso y creo que es hora de que salgas a la ciudad.
— Si, si, si — dije con emoción — bueno... yo solo quiero volver a ver personas, las cosas han cambiado mucho desde 1877 y bueno creo que sería buena idea volver.
Talvez consideres tales preguntas como... ¿y cómo es posible que haya tenido una vida encerrado en una cueva lejos de la ciudad hasta los treinta años? Pues bueno mi padre siempre tenía dinero y él se había encargado de darme una buena educación privada con profesores que tampoco sé de donde salían, al cumplir mis diez y siete se supone que debía ir a la universidad, en ese momento el me dio dos opciones, ir a la ciudad con él a buscar una universidad o tomar algo técnico para estudiar y que me sirviera en un futuro dependiendo de mis habilidades, bueno ya sabes cualquiera hubiera tomado la decisión de la universidad después de estar encerrado en un mismo lugar durante años, pero yo soy un poco más diferente, tome la segunda opción, entonces fue cuando papá me dio varias opciones a escoger.
— Pero hijo considera que la ciudad es un mundo más grande — continúa hablando — y por allá las cosas cambian bastante, necesito que tomes esto — en ese momento el me dio un teléfono de esos que eran de la era de los dinosaurios, yo esperaba una última tecnología.
— ¿Y para qué es? — pregunte para saber de qué me serviría.
— Estaremos en contacto hijo.
Entre mis opciones a aprender había muy poco para escoger, pero papá me dijo que podía estudiar varias porque tenía mucho tiempo para aprender y que no me preocupara por si iba a conseguir trabajo porque él se encargaría de hablarle a sus contactos, que tampoco sé de donde salieron, antes de lanzarme a aprender cualquier cosa me había pasado noches leyendo y buscando información de aquellas opciones escritas en una hoja oficio.
— Sé que no debo confiar en nadie, papá me has dicho que hay gente buen y gente mala, pero asumo que ha llegado la hora de cuidarme a mí mismo.
Mi padre siempre se había encargado de enseñarme todo aquello que a cualquier niño, joven, adolescente u hombre no se le podría enseñar ya sea por falta de tiempo o por falta de valores, el de pequeño él me dijo que la vida de una persona era como la plastilina, con un golpe ligero puede cambiarla para bien o para mal.
— Hijo toma este número — me pasa una pequeña hoja con una cifra de ocho números — cualquier cosa que necesites llama a ese número y él te ayudará.
— ¿El? ¿Porque necesito de alguien más? — dije con un tono un poco seco
— Hijo seguro debes pensar que haya afuera es como era antes de que vinieras aquí, pero te equivocas, halla afuera han cambiado mucho las cosas, nada es como antes de que te fueras, ahora el mundo está en caos.
— ¿Si lo se padre, lo he estado escuchando en las noticias, debo ser precavido y estar un poco alerta ante algunas personas, y.... a qué hora saldré?
— ¿Ahora mismo — me levanté de la mesa con un pequeño gesto de celebración — adonde crees que vas? — volví la mirada hacia el otra vez — nadie dijo que ibas solo a pasear, iras a la ciudad a encontrar trabajo, llamaras al número que te di y él te dará opciones para que puedas escoger
En ese momento me recogí de hombros, había pasado gran parte de mi tiempo con mi padre siendo responsable que pensé que me vendría bien un poco de diversión, pero al final debía ir a buscar trabajo, si bien es cierto que alguien ya de mi edad no debería estar ya con aquellas inmadureces de... — quiero divertirme— o — dejare que mis padres me mantengan, — o —soy alguien irresponsable y no me haré cargo de mí mismo— ...pero no se me hubiera gustado divertirme un poco y conocer la nueva cuidad cristal.