El último día de clases antes de Navidad siempre traía consigo una energía extraña. Las guirnaldas y luces parpadeantes adornaban los pasillos, pero detrás de todo ese brillo, mi cabeza era un torbellino de emociones. Cada mirada que cruzaba con Javi, cada sonrisa que me lanzaba, solo hacía que la confusión aumentara. ¿Sería hoy el día en que finalmente algo cambiara entre nosotros? Llevaba días actuando de forma rara, como si quisiera decirme algo pero no se atreviera. Lo notaba en las miradas rápidas, los silencios incómodos que compartíamos, y ese hielo invisible que parecía crecer cada vez que estábamos a solas... O lo intentábamos, porque siempre había alguien más cerca.
Clara y yo estábamos charlando en el descanso cuando Javi se acercó despacio, intentando mantener esa apariencia tranquila que siempre lo acompañaba. Pero había algo en sus ojos, una especie de nerviosismo que no podía ocultar, como si estuviera al borde de decir algo importante. Sentí que mi corazón se aceleraba. ¿Estaría finalmente listo para dar el paso que tanto esperaba?. Algo tramaba.
—Oye, ¿qué os parece si vamos al cine esta noche? —preguntó, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta. Su tono despreocupado contrastaba con la chispa de expectativa que brillaba en su mirada. Me sentí expuesta bajo su atención, pero hice un esfuerzo por mantenerme tranquila.
—Claro, suena bien —Clara, como siempre, respondió antes de que yo pudiera siquiera procesar la invitación. Estaba encantada con cualquier plan.
Me obligué a sonreír. Un plan en grupo. Claro. ¿Por qué arriesgarse a una cita a solas cuando puedes invitar a todos y aliviar la tensión? Sentí una ligera punzada de decepción. No era lo que había soñado. Quería algo más íntimo, solo los dos, pero no iba a decir que no. Cualquier excusa para estar con él me servía.
—Me parece bien, será divertido —respondí, forzando una sonrisa que intentaba ocultar lo que realmente pensaba.
Javi asintió, como si la respuesta le diera alivio, pero en su mirada había algo más. Tal vez decepción. Estaba a punto de decir algo más, cuando Andrés apareció de repente, golpeando a Javi en el hombro.
—¿He oído cine esta noche? ¡Genial! —gritó Andrés, sin darse cuenta de que acababa de interrumpir algo. Y con él, llegó también Ignacio, que pasaba por allí. Perfecto. Lo que había empezado como una posible invitación privada se transformó en una salida multitudinaria.
Más tarde, esa noche, las luces navideñas brillaban por toda la ciudad. El aire frío me hizo ajustar mi bufanda mientras esperaba frente al cine, mi mirada fija en la calle, buscando a Javi entre la gente. ¿Me llevaría a casa después? La idea de ir en su moto me hacía sonreír, aunque fuera con un casco incómodo y con el frío calando en mis huesos.
Vi aparecer su moto negra entre los coches. Él llegó con su casco puesto, la chaqueta vaquera ajustada y el pelo un poco despeinado al quitárselo, de esa forma que siempre me encantaba. Dios, cómo me encanta verlo así.
—Hola, Sofía —dijo con una sonrisa que me hizo sentir mariposas en el estómago.
—Hola, Javi —respondí, intentando que mi voz sonara normal, pero la tensión en el aire era palpable. Los dos sabíamos que algo estaba pasando, aunque ninguno lo decía.
El silencio se hizo más pesado a medida que los segundos pasaban. Podía escuchar su respiración, entrecortada, mientras sus dedos jugaban nerviosamente con la correa de su casco. Me esforzaba por encontrar algo que decir, algo que rompiera la barrera invisible que nos separaba. Pero cada vez que abría la boca, las palabras se desvanecían antes de salir. La tensión entre nosotros era palpable, como si estuviéramos al borde de algo importante, pero ninguno se atrevía a dar el paso.
—¿Hace frío, eh? —dijo finalmente, y nos reímos. ¿En serio? ¿Eso era lo mejor que podíamos decir?
—Sí, bastante —mi respuesta fue rápida, casi automática, pero sabía que no podía dejar que todo quedara en eso. Miré sus ojos, esos ojos azules que siempre me desarmaban, y por un momento, pensé que tal vez… tal vez algo podría cambiar.
—¿Y cómo es que has venido en moto con este frío? —pregunté, intentando alargar la conversación. A veces, lo más obvio era lo más efectivo.
—Bueno, pensé que sería más rápido —dijo encogiéndose de hombros. El metal de sus llaves crujió con el movimiento—. Y, no sé, me gusta llevarla. Aunque... —su voz bajó un poco, y me miró directamente—, había pensado en llevarte a casa después. Si quieres, claro.
Mi corazón dio un salto. ¿Una invitación a estar solos? Intenté parecer indiferente, pero sabía que él notaba mi emoción.
—¿Ah, sí? —respondí, fingiendo sorpresa—. Nunca he montado en moto —mentí descaradamente. Ya había montado antes, incluso había llevado la moto de una amiga y hasta me dio tiempo de estamparme, pero esto era diferente.
Él se rió, una risa suave que me hizo temblar de los nervios y el deseo.
—Seguro que te gustaría. Además, soy buen conductor —respondió, un poco más confiado ahora.
—No sé, Javi… No pareces muy confiable —bromeé, buscando aligerar el ambiente, aunque sabía que mis palabras eran solo una excusa para prolongar el momento.
—¡Qué poca fe! —rió, pero en sus ojos había algo más, algo que no se atrevía a decir.
Estábamos tan cerca, podía sentir la calidez de su cuerpo en medio del frío. Mi corazón latía rápido, y justo cuando pensé que finalmente pasaría algo, Clara apareció a lo lejos, rompiendo la magia del momento con su risa efusiva.