El primer vuelo de mis mariposas

Capítulo 7

El segundo trimestre empezó con un aire diferente en el instituto. ¿Sabes esa sensación cuando algo ha cambiado, pero no sabes muy bien qué es? Así me sentía. Las fiestas ya eran un recuerdo borroso, y el entusiasmo con el que había despedido el año también se había quedado atrás. Volver a clases no me resultaba fácil, y no era solo por la resaca emocional de Año Nuevo... sino por Javi. Dios, Javi. Lo peor no era que él no hubiera hecho nada en las semanas siguientes. Lo peor era que yo me lo había creído, que realmente había pensado que al comenzar el año, las cosas cambiarían entre nosotros. Pero lo único que obtuve fueron miradas furtivas y esos silencios que tanto me cansaban. Silencios y más silencios.

—¿Qué hago mal, Clara? —le pregunté un día mientras almorzábamos en la cafetería.

Clara me miró con esa expresión que siempre tiene cuando cree que estoy dramatizando.

—No es que hagas algo mal, Sofía. Es él. Es como si no supiera ni qué hacer con sus manos cuando estás cerca. Se le nota perdido, como... como si le diera miedo dar un paso en falso.

Suspiré y jugué con un trozo de napolitana de chocolate en mi plato. Clara tenía razón, pero eso no me hacía sentir mejor.

Lo único que me sacaba una sonrisa en esos días era Pedro. Ay, Pedro… que si me veía por los pasillos del instituto siempre hacía de las suyas.

—¡Buenos días! ¿Me concede este baile, señorita Sofía? —decía con una teatral reverencia cada vez que me veía, extendiéndome la mano.

Yo siempre me reía, aunque a veces no me salía más que una sonrisa forzada, y tomaba su mano, dejándome llevar en ese pequeño "baile" improvisado en medio del pasillo en el que me hacía girar sobre mí misma.

—Eres un caso perdido, Pedro —me burlaba mientras él me daba vueltas.

—¿Por qué caso perdido? Si lo hago bastante bien —respondía con una sonrisa pícara, mientras me soltaba y me guiñaba un ojo.

A veces me hacía sentir como si todo fuera un juego, y por algo tan sencillo como ese gesto, ya me sentía mejor, más poderosa incluso. ¿Patético, verdad? Que un simple "baile" con el chico guapo del instituto fuera lo que me levantara el ánimo... Pero claro, una tiene sus inseguridades, y las mías me seguían a todas partes.

Aunque, si soy sincera, esas inseguridades estaban cambiando. Ya no me sentía como aquella chica que solo atraía a chicos más pequeños que ella. Durante toda mi adolescencia, los únicos chicos que se habían fijado en mí eran uno o dos años menores. Y por primera vez sentía que gustaba a chicos de mi edad o mayores. Pedro, por ejemplo, era mayor que yo y encima muy guapo, y esa sensación de que chicos como él me prestaran atención me daba una confianza que no había sentido antes. Por fin me creía algo mona, ya no era la misma de antes.

Y entonces estaba Javi. Javi, que parecía decidido a mantenernos en un limbo interminable. Lo veía en sus ojos cada vez que me miraba en clase, aunque ahora esas miradas ya no me provocaban lo mismo que antes. Apenas había mariposas, solo frustración.

—¿Por qué no hace nada? —me quejaba en voz baja a Clara mientras salíamos de clase.

—Porque es tonto —respondía ella, siempre tan directa—. Pero no es tu problema, Sofía. Si no se lanza, allá él. Tienes que vivir, chica.

Vivir. Claro. Fácil decirlo cuando eres Clara, con Tito, el chico que conoció en Año Nuevo y que le hizo mucho tilín, siguiéndote como un perrito faldero desde Año Nuevo. Ellos sí que no perdían el tiempo.

—Sofía, ¡me besó en la playa! —me contaba Clara emocionada una tarde, mientras devorábamos panqueques, nuestro pequeño vicio al que recurríamos para desayunar cuando se quedaba a dormir o para merendar cuando nos pillaba juntas en casa –. Es que no sabes lo increíble que fue.

—¡Claro que no lo sé! ¿Cómo fue? ¡Exijo pelos y señales! —le pregunté, haciendo una pausa para mirarla.

Clara sonrió, perdida en sus recuerdos.

—¡Buah! Fue suave, húmedo, pero con esa mezcla de urgencia. ¡Uf! No sé, es que lo hizo todo bien. ¡Me siento en una nube!

Yo sonreí, aunque por dentro sentía una punzada de envidia. Lo de Clara era tan sencillo, tan natural. Mientras que yo... bueno, mi currículum amoroso no era para presumir. Un beso robado y encima con lengua a los catorce y poco más, que por ser el primero y con lengua me hizo sentir entre emoción y asco.

Me estaba hartando de tanto cruce de miradas sin que pasara nada, pero claro, tampoco podía quejarme si yo tampoco movía ficha, así que decidí ignorarlo un poco y… sorpresa, funcionó.

Un viernes, justo antes de despedirnos hasta el lunes, Javi se acercó con ese aire casual que, en realidad, no tenía nada de casual.

—¿Haces algo este finde?

—El domingo es el día que suelo tener planes.

—Ah, pues el sábado Andrés y yo hemos quedado con unos amigos por… si te quieres apuntar.

Me pilló tan desprevenida que, antes de poder procesarlo, ya había dicho que sí.

—Genial, nos vemos a las once en el pub del paseo marítimo —dijo con una chispa en los ojos y una sonrisa que me hizo sentir cosas—. ¡Hasta mañana!

Miré a mi alrededor buscando a Clara, pero ya se había ido a pillar el bus. Y entonces me dio el canguelo. Iba a quedar sola con todos sus amigos. ¿Y si era un desastre? ¿Y si no encajaba? ¿Y si…? Demasiados "y si" para un solo viernes.




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