El primer vuelo de mis mariposas

Capítulo 8

El cumpleaños de Javi estaba a la vuelta de la esquina, y con él llegaba una última oportunidad para darle la vuelta a todo lo que había pasado entre nosotros. Después de tantos malentendidos y silencios que parecían haber dejado de ser incómodos para volverse casi nuestra nueva forma de comunicarnos, Javi decidió que no podía dejar que lo nuestro se esfumara sin intentar algo. Así que organizó una barbacoa nocturna en un bosque cercano. Toda la clase estaba invitada, pero yo sabía muy bien que, detrás de todo eso, su verdadero objetivo era estar conmigo o, por lo menos, eso quería pensar. ¡No puede ser que todo hubiera sido imaginación mía!. Intentaba romper la barrera que había crecido entre nosotros.

Yo, por mi parte, no esperaba mucho. Las últimas semanas habían sido una montaña rusa de emociones que me dejaron exhausta. Sí, todavía sentía algo por él, pero también sabía que no podía seguir alimentando una ilusión que, para mí, parecía destinada a desvanecerse. Acepté la invitación, claro, porque, ¿cómo no hacerlo? Al menos sería una buena excusa para ver a mis amigos, y tal vez, tener esa conversación final con Javi que tanto tiempo llevaba postergando.

Clara y yo habíamos quedado para comprarle un regalo a Javi. No podíamos ir con las manos vacías a su cumpleaños, y menos a una barbacoa nocturna que él mismo había organizado. Aunque, sinceramente, encontrar el regalo perfecto no iba a ser fácil. Después de todo, ¿qué le compras a alguien que apenas ha dejado de ser un completo misterio para ti?

—Vale, ¿qué le compramos? —pregunté a Clara mientras nos adentrábamos en el centro comercial, con la energía de quien está en una misión imposible.

—Ni idea. Lo típico sería una camiseta de su banda favorita o algo así, ¿no? —respondió, mirando distraída los escaparates.

—Ya, pero ya tiene como mil camisetas de Nirvana y Green Day. Al final siempre lleva las mismas, hasta parecen uniformes de combate.

Ambas reímos, recordando a Javi con su inseparable camiseta negra y jeans rotos, como si siempre estuviera listo para ir a un concierto improvisado.

—Podríamos pensar en algo más... ¿útil? —propuse, con ese tono que usaba cuando quería encontrar algo realmente especial—. Algo que pueda usar, no sé, cuando apruebe el curso, o cuando tenga una entrevista de trabajo. Ya sabes, para que se sienta como un adulto responsable.

—¿Adulto responsable, Javi? —dijo levantando una ceja y soltando una carcajada—. ¡Buena suerte con eso! Pero bueno, es su último año de instituto, ¿no? Podríamos comprarle algo más formal, para variar.

Asentí emocionada, y así comenzamos a recorrer las tiendas en busca del regalo perfecto. Primero, nos detuvimos en una tienda de relojes.

—¿Qué tal un reloj? —sugerí, mostrando uno que tenía una correa de cuero elegante.

—Escucha, que yo no tengo pasta. Imagina que luego lo pierde en menos de una semana —contestó mientras miraba otra vitrina—. Aunque mira este. Es digital y tiene luces de neón y el precio es asequible. Podría gustarle.

—Clara, eso parece una pulsera de feria —me burlé.

Nos alejamos entre risas y pasamos por una tienda de deportes, donde Clara sugirió una gorra de su equipo de fútbol favorito, pero recordé que ya tenía una casi idéntica. Después de un rato de buscar, terminamos en una tienda de ropa, donde algo captó nuestra atención: una camisa de vestir, de un azul claro suave a juego con sus ojos, perfecta para cualquier ocasión formal.

—¿Qué te parece esta? —dije, sacándola de la percha—. Es simple, pero elegante, y el color no es tan aburrido. Además, si la estrenara cuando apruebe el curso, sería como un símbolo de su “nueva vida” después del instituto, ¿no?

Clara sonrió, divertida por mi entusiasmo.

—¿Estás segura de que Javi se pondría esto? —preguntó, mirando la camisa con duda—. No me lo imagino sin su chaqueta vaquera.

—Yo tampoco —admití— pero, a veces, uno necesita una pequeña “ayuda” para animar a alguien a probar algo nuevo.

Clara me miró y soltó una risa.

—¿Le estamos comprando un regalo o lo estamos haciendo pasar por un cambio de look?

—Ambas cosas —dije, alzando la camisa con una sonrisa satisfecha—. Confía en mí. A Javi le va a encantar y cuando apruebe y se la ponga, se va a sentir como el tipo más guapo del mundo.

Clara rodó los ojos con cariño y aceptó la elección. Después de envolverla con un papel elegante y una nota graciosa que decía: "Para que te la pongas cuando conquistes el mundo... o al menos cuando termines el instituto", nos fuimos del centro comercial, listas para la barbacoa que, sin duda, sería memorable.

La noche de la barbacoa llegó, y con ella, un aroma a carne asada que te envolvía nada más llegar. El bosque estaba iluminado con esas luces que parecen estrellas colgando, la música sonaba, y las risas resonaban por todas partes. Clara y Tito seguían acaramelados, como siempre, y Andrés ya andaba bromeando con todo el mundo. Al llegar, vi a Javi entre los grupos de compañeros, y, sin pensarlo mucho, decidí pasar de las timideces habituales.

Me acerqué con una sonrisa decidida, y antes de que él pudiera reaccionar, lo felicité dándole dos besos en la mejilla, en lugar de la típica distancia incómoda que solíamos mantener.




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