El primer vuelo de mis mariposas

Capítulo 15

Al día siguiente me levanté con una especie de agujetas en la mandíbula… ¿A alguien le ha pasado alguna vez? Jamás había vivido algo así, tener agujetas por reírme tanto. Pero es que no podía parar de sonreír. Javi me estaba haciendo la chica más feliz del mundo. Me acostaba pensando en él, y me levantaba pensando en él. Bueno, ahora que lo digo, creo que lo tenía de forma permanente en mi cabeza. Todo el tiempo. Era como si mi cerebro hubiera hecho un espacio especial, un rinconcito solo para él, en el que no había lugar para otra cosa.

Pero tenía que tener los pies en el suelo. Esa semana nos iban a dar los resultados definitivos de los exámenes, y no podía permitirme el lujo de distraerme. Las notas. Y la nota global que serviría para las pruebas de acceso a la universidad. Pero… ¿Realmente quería ir a la universidad? ¡Ay, Dios, qué desazón!

Esa duda me acompañaba como una sombra mientras Andrés, Clara, Javi y yo enfrentamos la semana cruzando los dedos para que a todos nos fuera bien. Aunque ya había clases, se sentía como si el pescado ya estuviera vendido. Las clases eran más bien reuniones sociales, con grupos hablando de cualquier cosa mientras los profesores se concentraban en sus propias preocupaciones. En más de una ocasión, los cuatro nos escapábamos a la playa. Siempre la playa, como si el sonido de las olas pudiera resolver nuestras dudas existenciales.

—¡Dios! ¿Qué coño queremos ser de adultos?— exclamó Clara un día, tumbada en la arena, mirando al cielo como si las nubes pudieran responderle.

—Creo que seré masajista… Sí, estos deditos hacen maravillas— añadió, moviendo los dedos en el aire con una sonrisa traviesa.

Andrés se ofreció como voluntario para comprobarlo, claro, pero no coló. Todos nos reímos, y volví a sentir ese pinchazo en la mandíbula, un recordatorio de que últimamente reía más de lo que había reído en toda mi vida.

—Yo ni siquiera sé si voy a aprobar el curso— confesé, tratando de no sonar tan preocupada como me sentía. —Y si apruebo… bueno, pues ya que estoy, haré las pruebas de acceso a la uni. Y luego, dependiendo de la nota, dejaré que fluya el asunto.

Javi, siempre tan seguro de sí mismo, me miró y sonrió, esa sonrisa que hacía que me olvidara de todo por un segundo.

—Yo lo tengo claro— dijo, y todos lo miramos. —Voy a estudiar publicidad.

Su seguridad me impresionaba, como siempre. ¿Cómo podía estar tan seguro de su futuro, cuando yo apenas podía pensar en lo que quería hacer la semana que viene? Pero al mismo tiempo, esa misma certeza me daba tranquilidad. Javi sabía lo que quería, y aunque yo no tuviera ni idea de lo que iba a pasar con mi vida, al menos tenía claro una cosa: él estaba en ella. Y eso, por ahora, era suficiente.

Llegó el momento: el día de los resultados. La clase estaba cargada de una tensión que casi podía palparse en el aire. Nuestra tutora, con su cara impenetrable, comenzó a repartir los sobres con los resultados uno a uno. Podías ver las emociones en las caras de mis compañeros, como si fueran un espejo de lo que nos esperaba: algunos saltaban de alegría, otros se dejaban caer derrotados sobre la silla, y unos pocos parecían simplemente aceptar lo que ya esperaban. Había de todo.

Los primeros en recibir sus notas fueron Andrés y Javi. Vi cómo Andrés agarraba el sobre con impaciencia. Su cara se apagó casi al instante, como si el aire hubiera salido de sus pulmones de golpe. Se giró hacia nosotras y levantó dos dedos… Le habían quedado dos para septiembre. Me mordí el labio, odiaba ver a Andrés así. Siempre parecía tan despreocupado, pero en el fondo, todos sabíamos lo mucho que le afectaba.

Javi, por otro lado, estaba en su propio mundo, tranquilo, esperando su turno. Cuando le dieron su sobre, no abrió el sobre de inmediato. Me miró. Le miré, con el corazón en un puño, temerosa de lo que vendría. Pero entonces, me sonrió. Esa sonrisa suya que hacía que todo lo demás dejara de importar. Asintió, y supe que había aprobado. ¡Había aprobado! Me moría de ganas de saltarle al cuello y celebrarlo como se merecía, pero sabía que no era ni el momento ni el lugar. Además, aún faltaban mis notas y las de Clara, y mi estómago parecía haberse encogido a la espera.

Finalmente, llegó nuestro turno. Cogí el sobre con manos temblorosas y le di una rápida mirada al papel. Luego miré a Clara. Ella ya había visto el suyo. Nos miramos, los ojos bien abiertos, y al instante chillamos al unísono, pero bajito, tapándonos la boca para no molestar a los que no habían tenido tanta suerte. ¡Habíamos aprobado! No me lo podía creer. Si apenas había estudiado, tenía mi mente más en Javi que en los exámenes. Pero ahí estaba. ¡Lo había conseguido!

Era como si un peso enorme se hubiera desvanecido en un segundo. Sentí una mezcla de euforia y alivio que me atravesaba el cuerpo, como si todo el esfuerzo, las noches en vela, y hasta las dudas sobre mi futuro se hubieran disipado de golpe. Ni me lo creía.

Miré a Javi desde el otro lado del aula y él seguía con esa sonrisa que me volvía loca. Ahora sí, sabía que después de todo esto, lo único que quería era celebrar. Y, sobre todo, celebrar con él.

No me faltó tiempo. En cuanto la clase terminó, nuestras miradas se buscaron como si no hubiera un mañana, y cuando por fin nos encontramos, nos abrazamos tan fuerte que casi me faltó el aire. Sentir a Javi tan cerca, su olor, sus manos en mi espalda, hizo que me olvidara de todo. Pero entonces, como siempre, Clara se tiró en plancha sobre nosotros, uniéndose al abrazo, y Andrés, fiel a su estilo, se sumó también, formando una especie de montaña humana.




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