Shin estaba parado en el frente del templo mirando hacia el horizonte. El sonido del mar era tranquilizador y estaba parado en el único lugar de Kyron-4 donde podía disfrutar del paisaje sin una ventisca de por medio. La galaxia había cambiado tanto como él en unos meses. Había invertido su tiempo en el Imperio, rescatando a sus amigos para darles una oportunidad de quedarse a su lado. Solo faltaban un par, pero pronto iba a poder rescatarlos. Shia lo espiaba a toda hora del día, especialmente a las mañanas, ya que siempre estaba parado en el mismo lugar. La mandaloriana se sacó el casco para acariciar su cintura con mucho cariño.
“Estás encantador con esa túnica, Shin.” Dijo divertida Shia.
“Gracias, Shia. Es mi túnica favorita.” Respondió sonriente. “¿Cómo te fue con el contrato?”
“Bien, ese silvercat ha sido oficialmente cazado…” Dijo divertida Shia. “Una mandaloriana no debería hacer este tipo de cosas…”
“Yo sé que te encanta tener trabajos decentes.” Dijo sonriente Shin.
Shia se colgó de él con mucho cariño.
“La verdad es que me gusta ser una chica decente, ahora solo necesito un compañero decente…” Dijo sonriente Shia. “Ah, me encanta tu estúpida sonrisa.”
“Ya vas a encontrar a alguien, Shia.” Dijo divertido Shin.
“¿La estás esperando?” Preguntó con curiosidad la mandaloriana mientras sentía una caricia de Shin.
Los toques de su amigo eran mucho más conservadore de lo que quería.
“Hoy es el día.” Dijo sonriente Shin. “¿Cómo está todo por Bosan?”
“Bien… ¿Por qué tanto interés?” Preguntó con curiosidad.
“Yo nací en este planeta y mi familia vive en ese pueblo.” Respondió divertido Shin mientras se giraba para mirar hacia el horizonte.
Shia se acercó para apretarlo hacia ella.
“¿Dónde? ¿Es un secreto?”
“Son los dueños de una de las tabernas del pueblo, solo tenías que preguntar, Shia. Somos amigos…” Dijo sin cuidado Shin.
“Me gustabas más cuando eras un sith sin corazón y me arrastrabas a tu cama.” Dijo jocosa la mandaloriana mientras lo soltaba para ponerse el casco. “Voy a ver si Hassan sabe algo de las chicas.”
“Mantenme al tanto, por favor y… gracias por usar mi nombre, Shia.” Dijo sonriente Shin.
“Ah, eres encantador, Shin.” Dijo ofuscada la mandaloriana para marcharse volando.
Shin había hecho algo que no sabía cómo la última vez que había visto a Alara, había formado una conexión entre ellos. Esta era irrompible y tenía de función ser una unión para un maestro y su padawan. Alara ahora podía encontrarlo, siempre, también iba a poder sentir su presencia, cosa que era lo que quería. Ya podía sentirla descendiendo hacia él. Había esperado por este momento por meses y había practicado lo que quería decir. Toda esta práctica no servía de mucho, ya que tenía miedo de que viniera a matarlo como cualquier persona haría en su lugar. El caza de Alara apareció para estacionarse en el puerto natural que había junto al templo. Su antigua maestra saltó de la nave para caminar con mucho cuidado hacia él. Shin esperó por ella, no solo porque estaba nervioso, sino porque no quería asustarla. Alara estaba como siempre, hermosa y radiante, pero sus ojos tenían una gran variedad de sentimientos en ellos. Shin simplemente no podía dejar sonreír.
“Alara, bienvenida.” Dijo dando un pequeño paso hacia ella. “Te estaba esperando.”
La jedi estaba mirando con mucha curiosidad.
“Hola…” Dijo apenada sin saber qué hacer con sus manos.
“Estuve pensando mucho en este momento y tenía planeado un discurso, pero… no puedo contenerme y voy a hacer algo muy egoísta, Alara, espero que sepas disculparme.” Dijo sonriente Shin. “Te amo con cada molécula de mi ser.”
Shin no sabía de donde sacaba tantas estupideces, pero Alara se sorprendió al escuchar sus palabras.
“Yo… yo también te amo.” Dijo apenada mientras se lanzaba a sus brazos.
Alara estaba apretándolo con fuerza mientras lloraba contra su pecho. Shin no podía, ni quería, creer lo que estaba escuchando y la abrazó con mucho cuidado mientras contenía todo lo que sentía dentro.
“No era lo esperaba escuchar, Alara.” Dijo Shin mientras apoyaba su mentón sobre la cabeza de su amada. “No sé por dónde empezar, pero parece que tienes una cola.”
Alara apenas lo soltó para mirar hacia arriba mientras sentía a Shura acercarse a ellos. Detrás venía caminando un purasangre.
“Ah, mis disculpas, maestro. Parece que Shia me envió a interrumpirlos.” Dijo divertido el sith.
“No te preocupes. Artemios, te presento a la Maestra Alara Domo-Sareh.” Dijo divertido Shin mientras dejaba que Alara apretara la mano del sith.
“Ah, la famosa sombra. Mucho gusto, maestra. Lord Artemios, a su servicio. Archivista de los Grises.” Dijo para compartir una sonrisa con Shin. “Suena bastante bien, maestro.”
“Soy Shin, Artemios.” Dijo divertido. “¿Cómo está todo?”
“Shia me dijo que tenemos visitas…” Dijo al aire el sith.
Alara contó cuatro naves estacionar cerca de su caza.
“Keyfour no me creyó que estabas vivo…” Dijo apenada Alara.
“Ah, ahora podemos cerrar su boca entonces.” Dijo sonriente Shin.
Alara estaba enamorada de esa sonrisa.
“Me encanta tu sonrisa, Shin… Me trae buenos recuerdos.” Dijo apenada Alara.
Alara nunca se había sentido así en su vida, venía con otra idea y terminó diciéndole lo que nunca había dicho antes.
“A mí me encanta tu presencia, Alara.” Dijo divertido Shin. “Te prometo que no voy a lastimarlos.”
Shin se separó con mucho cuidado de ella para recibir a sus invitados. Alara notó que eran todos Archivistas. Los más cercanos amigos de Shura.
“Shura, bienvenida. Parece que no respetan la privacidad de Alara.” Dijo sonriente Shin. “Debo haber molestado alguna biblioteca en mi camino a Kyros-4.”
Artemios dejó escapar una carcajada.
“¿Qué es esto, sith?” Preguntó con severidad Shura.
“Aquí no hay siths, maestra, pero al menos nosotros no nos jactamos de ser jedis mientras paseamos nuestra venganza por la galaxia.” Dijo sonriente Shin. “No quiero lastimarlos.”
“Hemos venido por Alara.” Dijo uno de los otros maestros.
“Alara está aquí por voluntad propia y es libre de marcharse cuando quiera.” Respondió sonriente Shin.
Alara quería meterse, pero Shin estaba irradiando esa seguridad que siempre tenía. Su rosada túnica era hermosa, ella se la había regalado. Todos los sables se encendieron al mismo momento.
“Repito, no quiero pelear con ustedes.” Dijo sonriente Shin mientras daba un paso hacia atrás. “Solo necesito hablar con Alara. Cuando ella quiera volverá con ustedes.”
“Esa sonrisa no va a engañarme, Shin.” Dijo con severidad Shura.
“Lo sé, maestra. Quiero saber porque Alara me está tratando así, les prometo que nada va a sucederle en este lugar.” Dijo divertido Shin.
Una quinta nave cortó el cielo a toda velocidad.
“Ah, el cobarde está aquí.” Dijo divertido.
Shura se volteó para ver a Ch’Chok saltar directamente hacia ellos, cortando el lugar donde Shin solía estar.
“¿Me estabas buscando?” Preguntó divertido Shin.
Ch’Chok estaba respirando profundamente, su pelaje estaba levantado y era mucho más oscuro de lo que recordaba.
“Shin…” Dijo con lentitud el whiphid. “He venido a derrotarte.”
“¿Por qué no lo hiciste en el templo? Antes de que matara a todos tus amigos…” Preguntó sonriente Shin.
Ch’Chok rugió con muchísima fuerza para atacar a Shin con su gigantesco sable. Shin desvió el golpe con su mano desnuda para luego pivotear y quedar a su espalda.
“No quiero pelear, Gran Maestro Ch’Chok… ¿O debería llamarte Darth…?”
Ch’Chok rugió para atacar a Shin con el mismo sonido, el joven lo recibió de lleno con una sonrisa.
“¿Este es el poder del sucesor del Emperador?” Preguntó divertido Shin.
Alara no podía creer que estaba jugando con Ch’Chok, pero menos que el Gran Maestro pudiera tener un aura como esa, llena de ira y terror. Los archivistas se habían acercado a ella, pero estaban preocupados por el sonriente purasangre. Alara no sentía nada malo en él. Shin esquivó los ataques, pero lo que llamaba la atención de Alara era el hecho de que pudiera repeler su sable con sus manos desnudas. La pelea no parecía ir a ningún lado, hasta que Shin derrotó a Ch’Chok con un golpe de palma en su pecho, haciendo rodar por la arena hasta aterrizar en el agua. Los archivistas saltaron a la pelea, pero Shin los esquivó danzando entre sus ataques como siempre solía hacer. El joven encendió sus sables y Alara pensó que era la vista más hermosa de la galaxia. El índigo y el rojo eran hermosos en él. Su rosada túnica hacía que todo fuera menos agresivo de lo que en realidad era.
“¡Shin!” Gritó apenada Alara cuando se percató de la situación.
Shin simplemente sonrió para salir disparado hacia los archivistas. Su padawan destruyó todos los sables con una gracia extrema para terminar parado a su lado, escondiendo sus sables dentro de su túnica. Había un abismo entre ellos.
“Maestros, no merecen esos sables que andan paseando. Su doctrina dice que tienen que volver a ganarlos…” Dijo sonriente Shin. “Llévense al cobarde, por favor. No lo hagan su líder, solía llamarse Darth Gravión y estuvo sentado en el trono por unas breves semanas antes de ser derrotado por Xania.”
Alara se acercó a levantar Ch’Chok.
“Maestro, yo… yo me encargo.” Dijo apenada. “No tienen que pelear con él, está fuera de nuestro alcance.”
“Soy un fracaso.” Dijo con severidad Ch’Chok.
“Tu amigo nació como sith.” Dijo divertido Shin desde lejos. “Xania cortó su conexión con el lado oscuro con el opuesto a la técnica a la Barrera de Luz.”
Los archivistas estaban sorprendidos con las palabras de Shin, ya que era un gran secreto de la Orden.
“¿Cómo…?” Dijo una de las maestras.
“Es irrelevante como sé estas cosas, maestra.” Respondió sonriente Shin. “No son los únicos que conocen la fuerza en la galaxia. Ch’Chok renació como jedi, el opuesto a las historias que ustedes cuentan.”
Shura se acercó a mirarlo con curiosidad.
“Maestra, no necesita confiar en mí. Solo confíe en mi… maestra.” Dijo sonriente Shin.
Alara se acercó a apretar las manos de Shura.
“Ya hablamos de esto, Shura. Necesito hacer esto, esperen por mí en Karastros.” Dijo sonriente.
“Por favor, no develen la ubicación de este templo. Los dejé llegar hasta acá porque no quería lastimarlos.” Dijo sonriente Shin. “Mi mandaloriana es celosa de la seguridad de este planeta.”
Shia aterrizó junto a Artemios para cruzarse de brazos.
Ch’Chok se puso de pie con mucho cuidado para mirar a los ojos verdes de Shin.
“No eres un sith, no te jactas de ser un jedi…” Dijo con seriedad Ch’Chok. “¿Qué eres?”
“Soy el primero de los Grises.” Respondió divertido Shin. “No soy un jedi gris, no soy tampoco un sith gris, como ustedes los llaman. Yo no soy un fanático religioso que descubrió que hay poder del otro lado del espectro. Simplemente soy Shin, un sensitivo que quiere hacer lo mejor para la galaxia.”
Alara sonrió encantada.
“No creas en las patrañas de este sith, Alara.” Dijo ofuscada Shura.
“¿No puedes sentirlo? Está siendo sincero.” Dijo pensante Alara.
“Solo tú puedes sentirme, Alara. ¿Recuerdas cuando dije esa estupidez en el templo mientras tocaba tu pendiente? Hice un pequeño enlace entre nosotros, no fue apropósito solo quería que pudieras encontrarme.” Dijo divertido Shin mientras se rascaba la cabeza. “Es una vieja técnica que usaban los Je'daii con sus aprendices. Ellos vendrían a ser sus… antepasados por así decirlo. Básicamente, creé un pequeño eslabón entre nosotros, así siempre puedes sentirme, así siempre puedes encontrarme.”
“¿Por eso dijiste que debía seguir a mi corazón?” Preguntó con curiosidad Alara.
“Creo que solo estaba… diciendo demasiadas cosas al mismo tiempo, Alara.” Dijo apenado Shin. “Creo que estamos ignorando a tus amigos.”
“Shura, vuelve a casa.” Dijo sonriente Alara. “Su presencia es cálida y gentil como antes. Quiero… necesito hablar con él.”
“No sé, Alara… Es el criminal más buscado de la galaxia.” Dijo ofuscada Shura.
Ch’Chok ya estaba rengueando con cuidado hacia su nave.
“Ignoren al cobarde, deberá recuperar su orgullo o su temple por sí mismo.” Dijo divertido Shin. “Es la segunda vez que lo rompen.”
“Tú…” Empezó Shura.
“Se rompió por sí mismo, maestra.” Dijo pensante Shin. “Cómo así ustedes cuatro, buscando venganza, rompiendo sus creencias, deberían volver a entrenar con sus padawans, han perdido hasta su diciplina.”
Shura sabía que tenía razón, pero no iba a recibir eso de Darth Ihsahan.
“Eras un monstruo hace unos meses, Shin. No estás en un lugar para repartir sabiduría.” Dijo ofendida.
Shin sonrió divertido.
“Maestra, yo sé que sueno como un sabiondo de poca monta… ¿Quieres saber mi secreto? Soy el estúpido más grande de la galaxia, así que tengo la sabiduría de la estupidez. He cometido todos los errores que se pueden cometer, así que estoy hablando desde la experiencia.” Respondió jocoso Shin.
Alara no pudo controlarse y empezó a reírse.
“Alara, vuelve a nosotros.” Dijo ofuscada Shura para marcharse con el resto de los jedis.
Shin tomó su mano con mucho cuidado para acercarla a Shia y Artemios.
“Alara, creo que deberías reconocer a Shia Kaix, también conocida como la Roja. Es una de mis amigas.” Dijo sonriente Shin. “Esta es Alara Domo-Sareh, maestra jedi .”
“Mucho gusto… ¿No es la mandaloriana que derrotaste hace tiempo?” Preguntó con curiosidad Alara.
“¿Por qué todos recuerdan eso?” Preguntó divertida Shia. “Mucho gusto, maestra. Shin nos ha dicho muy poco sobre ti.”
“Prefiero que tengan sus propias opiniones.” Dijo divertido Shin. “Por aquí, quiero mostrarte el templo y llevarte a un lugar donde podamos hablar.”
Alara estaba encantada con su viejo padawan, al cual amaba con todo su corazón.