La cálida mano de Shin la guio hasta un hermoso y gris templo que parecía estar construido en la solitaria montaña que estaba en la isla. Estaba rodado de una hermosa playa y podía ver una jungla a ambos de sus lados. Shin la guio por los pasillos para entrar en una puerta mientras se separaban del resto de sus amigos. Se sentó en lo que parecía ser un pupitre para mira a Shin acercarse a ella.
“Me encanta tu túnica.” Dijo sin cuidado Alara.
“Ah, mi maestra favorita me lo regaló, es la primera vez que la uso.” Dijo sonriente Shin. “¿Cómo estás? No quería lastimar a tus amigos, pero necesitaban un golpe en su orgullo.”
“Gracias por no lastimarlos, Shin.” Dijo apenada Alara. “No sé por dónde empezar.”
“Puedes preguntarme lo que quieras, Alara.” Dijo Shin mientras se sentaba a su lado.
“Tal vez… podríamos empezar por… el principio.” Dijo apenada la jedi.
“Como quieras, pero… es una historia con sangre y dolor, Alara.” Dijo apenado Shin.
“Necesito saber todo, Shin…” Dijo con decisión Alara.
“Bueno, empecemos… Desperté en Korriban sin saber cuándo tiempo había pasado, había un guardia imperial frente a mí. Puedes apostar que le di una golpiza, pero tu querido hermano apareció en el lugar.” Dijo con prestancia Shin.
Alara escuchaba con atención.
“¿Recuerdas mi habilidad? Podía sentir todo peligro…” Dijo divertido. “Frente a él fue… rojo, básicamente mi cuerpo sabía que iba a morir. Me derrotó al sacudir su mano, como si fuera un insecto.”
“¿Y qué pasó?” Preguntó con curiosidad Alara.
“Pensé que iban a matarme al instante, pero… terminé en su oficina en la Academia.” Dijo sonriente Shin. “Yo estaba esperando que aparecieran a rescatarme en cualquier momento, en cambio… Tharan me mostró imágenes de mi funeral. Ya se habían olvidado de mí. Lo único feliz ese momento fue saber que te había salvado, pero… No sé. Tu hermano siempre ha sido un gran manipulador, me dio vuelta como una de esas medias que tanto te gustan.”
Alara estaba llorando, Shin se agachó a su lado a apretar sus manos.
“Lo siento, Shin… Yo nunca quise rendirme, quería…” Dijo entre lágrimas.
“Te entiendo, Alara… No te culpo de nada, solo… No lo sé, no quiero ser irrespetuoso, pero, no son una familia como predican. Si tú me hubieras salvado, yo habría muerto buscándote en el Imperio…” Dijo sonriente Shin. “Cuando me mostró a Syo presentándote a tu nueva padawan… Simplemente empecé a dudar de que mi… amor estuviera valiendo algo. Terminé pensando en mi supervivencia más que nada…”
Alara se arrojó a sus brazos.
“Lo siento mucho, Shin. Yo sabía que necesitabas que te rescaten, en el fondo de mi corazón siempre supe que estabas esperándome en algún lugar de la galaxia.” Dijo llena de congoja la jedi.
“Shh…” Dijo con cariño Shin. “No llores por mí, no valgo la pena.”
“No digas eso, todo este tiempo estuviste sufriendo por mi culpa.” Dijo llorando Alara.
“Alara, te salvaría todas las veces.” Dijo sonriente Shin. “No puedes detenerme de hacerlo. Te amo desde que te vi entre las frías venticas de Bosan. He estado enamorado de tus ojos desde ese momento…”
Alara se sonrojó al instante.
“Perdón, no quiero abrumarte…” Dijo Shin mientras acariciaba sus manos. “Ven, quiero mostrarte algo.”
“¿Qué es este lugar?” Preguntó con curiosidad Alara para cambiar un rato de tema. “Nombraste a los Grises.”
“Es un antiguo templo de los Grises.” Dijo sonriente Shin mientras abría la puerta para ella. “Lo encontré explorando las ruinas que encontramos en el glaciar de Bosan…”
Shin los guio por un pasillo mientras describía un poco como había seguido unas tenues pistas hasta encontrar la isla.
“Así que terminé reconstruyendo todo con ayuda de unos droides y la Fuerza.” Decía divertido Shin mientras se sentaban en un hermoso y floreado jardín.
“¿Puedes seguir con tu historia?” Preguntó apenada Alara mientras tiraba de la mano de Shin para que se siente a su lado.
“Por supuesto… Bueno, supongo que puedes imaginar lo que pasó. Tu hermano me convirtió en sith… No sé si quiere saber los detalles. Un poco de tortura, otro poco de sangre y mucha violencia.” Dijo divertido Shin. “Terminé mis pruebas en un año, luego de derrotar a todos los supuestos profesores.”
“Eso escuché de Mirabella…” Dijo pensante Alara. “Lo siento mucho…” Agregó apenada.
“No… no te preocupes.” Dijo avergonzado Shin. “Tu hermano me puso mi nuevo nombre, en Korriban suelen llamarte caído cuando eres un jedi como yo… Ahí cree mi nuevo sable.” Agregó mientras lo dejaba entre sus manos.
El sable era curvo y de color negro con detalles plateados. Alara lo encendió como mucho cuidado.
“El ritual implica corromper un cristal con tu odio… En mi caso era más que nada tristeza y soledad, siempre fui un sith raro, como dice Shia.” Dijo divertido.
Alara recordó que no tenía sable hace meses.
“Tharan destruyó el mío…” Dijo apenada Alara.
“Después puedo repararlo… O puedo darte uno de los míos, tengo uno perfecto para una jedi como tú.” Dijo sonriente Shin. “Tu hermano me contó algunas cosas peculiares de las Sombras, la organización a la cual pertenecía, luego conocí a la Emperatriz y sus aliados…”
“¿Qué son las Sombras?” Preguntó con curiosidad Alara.
“Básicamente un grupo dentro de la Orden Sith. Supuestamente buscaban mejorar el Imperio bajo las ideas de Darth Revan.” Dijo con prestancia Shin. “Eso era una máscara, pero yo tenía todas las intenciones de mejorar el Imperio… Más queda porque era mi nuevo hogar.”
“Entiendo, ¿Por eso te llamaban fanático?”
“Exactamente…” Dijo apenado Shin. “Debo parecer un estúpido…”
“Siempre tuviste buenas intenciones…” Dijo apenada Alara mientras apretaba sus manos.
Shin sonrió encantado.
“Alara… ¿Por qué estás aquí?” Preguntó pensante Shin. “¿No quieres matarme? Soy todo tuyo, si quieres arrestarme también…”
Alara lo miró con seriedad sin soltar sus manos.
“Yo… Cuando me salvaste estaba a punto de darte mi corazón… No creíste en mis disculpas, Lyrian me dijo que tenía que darte algo.” Dijo apenada.
Shin sonrió apeando.
“Lo siento, Alara. La verdad es que no quería aceptar que me habías abandonado por un año, eso iba a doler mucho más que simplemente no me quisieras a tu lado.” Dijo apenado.
“Yo te grité para gritarme a mí, estaba confundida y no me gustaba amarte…” Dijo avergonzada Alara. “Tus regalos están todos en mis estantes, son mis tesoros…”
Alara estaba llorando otra vez.
“Alara…” Dijo apenado Shin. “No deberías amar a un hombre roto como yo, lo único que puedo darte es lo que me queda de vida…”
“Voy a sanarte entonces.” Dijo entre lágrimas Alara. “Te… te… amo.” Agregó con decisión.
Shin simplemente sonrió.
“¿De qué te ríes?” Preguntó ofendida Alara.
“Simplemente me estás llenando de felicidad, preciosa. Estaba dispuesto a cualquier cosa y acá estás, a mi lado después de haberte lastimado tanto.” Respondió con honestidad Shin mientras soltaba sus manos para ponerse de pie. “Estoy completamente roto, Alara.” Agregó sonriente. “La única razón que tengo para vivir eres tú… Estoy lleno de… dolor, estoy arrepentido y estoy seguro de que no tengo manera de redimirme por lo que te he hecho.”
“No digas eso, Shin. Nadie está perdido para siempre…” Dijo apenada Alara mientras se ponía de pie para apretar sus hombros.
“Maté a todos mis amigos, Alara… A todos tus amigos.” Dijo llorando Shin. “Maté todos mis sueños, maté a todos mis maestros… Soy un monstruo, Alara… Un día vas a percatarte de eso.”
Alara no podía ver llorar a su Shin, así que hizo lo que sintió correcto y lo abrazó con todas sus fuerzas.
“Alara, soy un fraude, me hago que tengo todas las respuestas, pero simplemente he cometido todo error posible. He roto todo lo que me rodea… yo…” Agregó acongojado.
“Shin…” Dijo apenada Alara. “Yo… no sé cómo me siento sobre lo que dices, pero lo que sí siento es que te amo, siempre lo he hecho y… esta vez no voy a ignorar lo que dice mi corazón.”
Alara podía ver la tristeza que emanaba su compañero, que agachó su cabeza en derrota.
“¿Qué otro lugar querías mostrarme?” Preguntó sonriente Alara para cambiar de tema.