Sus amigos estaban sentados en la taberna de los Karadin y parecía que la Sopa de las Nieves era todo un éxito. Mara estaba encantada de tenerlos y luego de servir las mesas se tomó un rato para sentarse entre ellos. Shin ya había hablado con su tío para organizar a sus amigos en Karastros y ella simplemente quería aferrarse a él.
“¿Vas a traer a Tori y Juna de visita?” Preguntó divertida Mara.
“Por supuesto.” Respondió divertida Alara. “Tori es una de tus fanáticas, siempre anda diciendo en el templo lo deliciosa que es la Sopa de las Nieves.”
“Estos mandalorianos son de buen comer…” Dijo al aire Cen. “Shin, no puedo cobrarte, eres mi sobrino.”
“Vas a aceptar mis créditos, Cen.” Dijo sonriente Shin. “Por qué estás trabajando para mí y mi novia.”
“Eso sí que es una sorpresa… No deberías casarte con este cabeza dura, Alara.” Dijo sonriente Cen.
“No la presiones…” Dijo ofuscado Shin.
Alara sonrió divertida.
“¿Ya deberíamos casarnos?” Preguntó sin cuidado.
“No escuches a este energúmeno, Alara…” Dijo sonriente Shin. “Y no le preguntes a madre, ella solo quiere nietos.”
Mara sonrió con malicia.
“No me molestarían un par de nietos.” Dijo divertida. “Yo ya me estaba conformando con malcriar a los hijos de Tresha.”
Shin la miró con desaprobación.
“No la presiones.” Repitió para tomar su vaso. “Ya reparé el speeder, parece que padre no se atrevió a venderlo.”
“Estamos usando el taller de depósito…” Dijo pensante Mara. “Tu padre es tan cabeza dura como tú…”
“Parece feliz aquí…” Dijo pensante Shin.
“Lo está, mucho más que su taller.” Dijo pensante Cen. “Siempre quiso trabajar en familia…”
“Si se atreven a cerrar la taberna un par de días podrían visitarnos en el templo. Cen tiene las coordenadas.” Dijo Shin para cambiar de tema.
Alara estaba pensando en lo que Mara había dicho.
“¿Quieres tener hijos conmigo?” Preguntó de la nada.
Shin sonrió divertido.
“No lo sé, Alara.” Dijo con honestidad. “Estás pesando demasiado adelante…”
“No sé como funcionan estas cosas…” Dijo sonriente. “Todavía no me acostumbro a compartir el cuarto contigo…”
“Ah…” Dijo sorprendida Mara. “A veces olvido que eres una jedi. Es cuestión de tiempo… A veces la convivencia es difícil, pero…”
“No me deja hacer nada.” Dijo al aire Alara. “Tampoco es que sirva de mucho, solo sé limpiar. En el templo siempre hemos tenido cocinero.”
“Estoy contenta de que mi hijo sea un hombre decente, significa que lo eduqué correctamente.” Dijo divertida Mara. “Deberían compartirse los quehaceres de la casa, Shin.”
“Los droides hacen la mayoría, madre. No voy a permitir que ella haga la cama, para eso estoy yo.” Dijo divertido Shin. “Recién estoy aprendiendo a cocinar… Solo recuerdo algunas cosas que me enseñaste hace años…”
“Después puedo darte algunas recetas, mi amor.” Dijo contente Mara.
“La sopa no sé si sería bienvenida en estas coordenadas, Shin.” Dijo jocoso Cen.
“Estamos en la franja calurosa de Kyros-4.” Respondió al aire Shin.
Shia entró corriendo por la puerta para detenerse junto a ellos.
“Shin…” Dijo agitada la mandaloriana mientras se quitaba el casco. “Encontramos a Mirana y Vitti…”
Shin se puso de pie en el instante.
“¿Dónde están?” Preguntó con seriedad mientras Artemios entraba por la puerta.
“Buenos días, Mara.” Dijo sonriente. “Maestro encontramos a la Emperatriz, el planeta es Gorum. Sus predicciones son fantásticas.”
“No había muchas opciones, Artemios. Este es mi tío Cen. Cen, este es Lord Artemios, Archivista de los Grises.”
“Encantado, capitán.” Dijo sonriente el sith. “Ese título es mío, maestro.”
“Shin, Artemios…” Dijo al aire. “Tenemos trabajo entonces.”
“¿Preparo la nave?” Preguntó contenta Shia. “Estoy ansiosa por dispararle a algo que no sea un silvercat.”
“¿Escuché disparos?” Preguntó Lura mientras se acercaba. “Esta sopa es magnífica, señora.”
“Gracias.” Respondió sonriente Mara. “¿Tienes más amigos en peligro?”
“Podría decirse.” Dijo pensante Shin. “Shia, te encargo la nave. Voy a conseguirle un arma a Alara mientras tanto.”
“¿Necesitan nuestros servicios? Me imagino que están contra el Imperio.” Dijo pensante Erdos.
“Depende que le parezca a mi novia.” Dijo sonriente Shin.
“¿Cómo estás de créditos? Mirabella dice que son costosos.” Dijo con malicia Alara.
“No sería problema, están contratados.” Dijo sonriente Shin. “Los esperamos en el hangar del templo. Cen, tú encárgate de los amigos de mi novia.”
“No te preocupes por ellos, Shin…” Dijo pensante Cen. “No me esperaba recibir ordenes de mi sobrino a esta altura de mi vida.”
“Así es la vida.” Dijo sonriente Mara. “Cuida a mi hijo, Alara…”
“Es mi único trabajo, Mara.” Dijo sonriente la jedi mientras apretaba la mano de su novio. “Nos vemos en el templo, Erdos.”
Alara no sabía que iba a pasar, pero podía hacer cualquier cosa junto a él.
El taller de Shin estaba bien iluminado y tenía una gran colección de armas. Desde vibroblades de todo tipo hasta blasters de todos los tamaños. Su atención se quedó en la colección de lightsabers que tenía en la pared, ya que los conocía a todos.
“¿Por qué te llevaste los sables de nuestros amigos?” Preguntó sin cuidado Alara.
Shin estaba mirando los restos del suyo sobre la mesa y se quedó congelado con la pregunta.
“Perdón, Shin…” Dijo la jedi mientras se acercaba a apretar sus manos.
“No te disculpes…” Dijo apenado. “No sé porque los levanté, Alara… Me pareció lo correcto.” Agregó mirando a sus hermosos ojos.
“¿Qué tienes para mí?” Preguntó mientras se apoyaba contra él para mirar los restos de su sable.
“Necesitas un sable nuevo, Alara.” Dijo pensante Shin. “Quiero hacerte uno especial, estuve estudiando un viejo Maestro de los Grises, este solía ser un jedi experto en sables…”
Su novio bajó un par de sables, uno era el de su maestro. El otro no lo conocía. Uno era rojo y el otro violeta.
“Este maestro inventó una guarda que se puede… quebrar.” Dijo sonriente Shin. “La estaba replicando con los sables de Syo, ya que están perfectamente neutralizados y siendo tu maestro me parece apropiado… Este sable rojo era su sable de sith, pero ambos representan lo que en realidad era. Un jedi gris.”
Alara vio a su novio desarmar los sables para que los cristales se apoyen en su mesa de trabajo, seguido tomó los suyos para que todo flote entre ellos. Shin tomó su mano para sentarse en el suelo. Entre sus manos estaban los cristales que solían estar en su sable. Ambos meditaron por un rato. Shin la guio por la Fuerza, encontrando una extraña tranquilidad entre ellos. Su presencia era cálida y reconfortante. Alara juntó sus destinos, uniendo sus cristales. Cuando abrió los ojos su nuevo sable estaba frente a ella.
“Eres una gran jedi, Alara.” Dijo sonriente Shin. “Este sable tiene la voluntad de tu maestro, que estaba dispuesto a todo para protegerte… Yo voy a seguir sus pasos…” Agregó mientras se encendía entre ellos.
Su filo era verde y brillante. Shin lo había calibrado a la perfección.
“Por ahora úsalo doble, pero después quiero enseñarte los secretos de su guarda.” Dijo mientras se ponían de pie.
Alara sintió una caricia de Syo en su hombro, empujándola a los labios de su amado.
“Gracias…” Dijo cuando sus labios se separaron. “Creo que a Syo no le hubiera molestado esto…” Agregó mientras se apoyaba contra su pecho.
Shin sonrió divertido.
“Tengo un par de secretos para contarte, preciosa, pero serán para otro día. Tenemos que ayudar a Mirana y Vitti…” Dijo pensante Shin mientras caminaban hacia el pasillo.
Alara apretó la mano de Shin mientras pensaba en su nuevo sable, recordando las palabras de Syo. Ella ya no quería controlar su corazón.
“¿Qué fue ese ritual?” Preguntó sin cuidado, ya que sentía que podía hablar de cualquier cosa con su padawan.
“Lo que ustedes solían hacer en el pasado. Antes, hace mucho tiempo en Tython, para ser un padawan debías encontrar un cristal como el que tienes ahora, Alara. En algún momento descubrieron que se podían hacer uniones con un pequeño truco. Ese es el Ritual de Sincronismo…” Respondió sonriente Shin. “Ahora tu cristal es como el mío…”
“Ah, eso estaba sintiendo… Muchas gracias.” Respondió sonriente. “Sabes muchos… detalles.”
“Estuve estudiando…” Dijo al aire Shin. “Es difícil no pensar en lo que hice, así que me mantuve ocupado mientras esperaba por ti.”
“¿Es parecido a lo que hiciste entre nosotros?” Preguntó con curiosidad Alara.
“Es la misma idea, generalmente te tocaba un solo padawan para entrenar y era un pequeño niño abierto a la Fuerza.” Dijo sonriente Shin. “Los siths de la época, que son los primeros siths, lo llamaban Cadenas de la Fuerza, pero los jedis de esos tiempos decían que era un Eslabón en la Fuerza… No quería perder a sus aprendices al lado oscuro o a los peligros de la galaxia.”
“¿Puedes enseñarme eso? Creo que es… más que útil.” Dijo pensante Alara.
“Por supuesto, preciosa. Yo creo que esto debería hacerse solo entre dos personas que lo quieran, me disculpo por no haber pedido permiso, en ese momento solo quería que pudieras encontrarme… Tiene el pequeño defecto de que yo también puedo encontrarte a ti.” Dijo pensante Shin.
“Te entiendo, Shin… Esto me parece maravilloso, nunca había podido sentirte de esta manera.” Dijo con cuidado Alara. “Verte interactuar con la Fuerza es maravilloso…”
“Te amo, Alara…” Dijo sonriente Shin mientras encontraban a sus amigos en el hangar.
Alara apretó la mano de Shin para arrastrarlo hacia ellos.