El príncipe Belkam : Legados de Sangre ll

CAPÍTULO 2: "La leyenda de Melnik"

Desde el retrovisor del coche de Camille me siento más que ansiosa, así que muerdo mis uñas sin control alguno mientras observo la escuela principal de Melnik y cuando mamá se da cuenta de ello me tira un golpe en la mano para dejar de hacerlo.

—Santo cielo niña por poco y te comes las manos más— dice, preparándose para bajar del auto.

Sé lo que piensa hacer y ¡NO! Ni que lo intente, es mi primer día y no pienso quedar como una maricona y para colmo hijita de mamá.

—No, mamá, por favor no lo hagas— la interrumpo antes de que salga del vehículo— ¿Te das cuenta que si sales por esa puerta vas a dejarme en completo ridículo? y desde luego seré el hazme reír del año.

—Pero que cosas dices Davina, soy tu madre debo saber cómo es este colegio y si vale la pena inscribirte o no— me mira sorprendida.

Pongo los ojos en blanco.

—Mamá, está es la única escuela de Melnik así que tampoco es que tengas opciones.

—Bueno… puede que tengas razón pero debo al menos ver como es el ambiente allí ¿No? Sabes que tu seguridad para mí es lo primordial— suelta un suspiro al notar que no cambio de expresión— bueno está bien Davina, por esta vez ganas.

Esta vez sonrió de oreja a oreja celebrando para mis adentros.

—En serio gracias— salgo del coche con la mochila colgando de mi hombro derecho y desde ya captando la atención de algunos alumnos que se encuentran en la autopista.

—Pasaré por ti— musita asomando la cabeza por la ventana.

— ¡Claro que no!— la imito girándome para fulminarla con los ojos, le indico que se vaya con una mueca.

—Ay bueno… está bien, suerte mi niña— sin más arranca la camioneta y me deja sola al fin.

Suelto un suspiro agotado, tener a Camille Mendiv como madre es realmente agotador desde tiempos pasados, me percato esta vez de que nadie haya notado aquella escena bochornosa de hace un rato y cuando sé que esta vez he pasado desapercibido me siento más tranquila, camino a pasos lentos pero segura de mi misma hacia la escuela, me adentro por los pasillos sintiendo alguna que otra mirada recaer sobre mí y bueno, no es algo que pueda evitar por así decirlo.

Ya en la oficina principal espero mi turno en la cola de los tres únicos alumnos y cuando finalmente es mi turno relamo mis labios para hablar.

—Buenos días y bienvenida al School de Melnik— claro que la recepcionista de lentes gruesos se me adelanta— ¿Ya tienes tu horario?

Le sonrió sin mostrar los dientes.

—No y por ello estoy presente.

No parece inteligente a pesar de tener esos lentes más gruesos que la base de una botella, aquella muchacha tiene piel blanca y además lleva dos trenzas.

—Buen punto, señorita…— rebusca entre sus papeles arrastrando la palabra mientras tanto y cuando no encuentra lo que quiere se aproxima hacia el estante de al lado y sigue rebuscando en uno de los folders principales— señorita… Carusso ¿Carusso? ¿Tienes descendencia Italiana?

Se aproxima hasta dónde la espero y me ofrece mi nuevo horario de estudios.

—Sí, así es y gracias— tomo la hoja y me retiro de allí.

Papá era de Italia y mamá de Bulgaria pero hemos vivido en Nueva York desde que vine a este mundo. Claro que eso ha cambiado ahora obviamente, venir a Melnik no fue decisión mía pero si de esta manera era comenzar desde cero que mejor.

En cuanto llego al aula correspondiente me quedo en la entrada todavía leyendo mi horario nuevo ¡Vaya! No podía comenzar mejor, es la hora de literatura, justo mi materia favorita desde que tengo uso de razón y es que curiosamente soy uno de esos seres extraños que ama escuchar historias, entre otras cosas y no dormirse jamás. Cuando levanto la mirada una chispa en mi interior se enciende desde lo más profundo de mí ser, el ventilador que está al lado revolotea mis cabellos haciendo del momento más que especial y me quedo anonadada e hipnotizada por esos ojos azules que me observan fijamente.

—Bienvenida sea señorita Carusso— escucho a lo lejos, todavía embelesada— ¿Señorita Carusso?

Me giro para mirar al profesor del aula y con un rubor en las mejillas le sonrió.

—Gracias— es lo único que digo para luego tomar asiento en una de las carpetas vacías que hay.

Me giro hacia un lado para ver al chico de ojos azules, de mirada profunda y desarmadora ¿Quién es él? No puedo evitar preguntarme aquello, me parece alguien tan irreal que es la primera vez que veo a un muchacho tan hermoso ¿Es posible? Tiene el cabello negro azabache y una piel que parece desde luego tan tersa y blanca como un muñeco de porcelana.




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