El Príncipe de Caos

El Valle Nevado

El habitual silencio nocturno los rodeó.

Cuando los aprendices dormían, todo era silencioso. Las rondas nocturnas comenzaron tan pronto se estableció el toque de queda.

Los aprendices de la Gran Casa de Guerra del Norte no debían saber que estaban buscando amenazas que acechaban durante la oscuridad de la noche.

Sin embargo, con cada ronda, parecía que ellos eran los nocturnos que acechaban en la oscuridad.

—El Príncipe Nevander siempre hace lo mismo. No regresa al antiguo palacio antes del toque de queda. Se pierde durante la mitad de la noche. Lo he visto regresar, tarde, casi al amanecer, escondiéndose entre los arbustos para después acercarse sigilosamente al Antiguo Palacio. —El guardia siguió hablando incluso cuando entró al establo para verificar que no hubiera nadie dentro.

El se mantuvo fuera, mirando a su alrededor y esperando no ver a los lejos las dos sombras alejándose

Era bastante tarde en la noche, pero los vigías habían visto a dos aprendices correr al establo y podía imaginar quiénes eran por la pinta de toda la situación.

Solo había dos aprendices que se despertaban temprano por la mañana con el fin de hacer una carrera hasta el límite. Los habitantes del pueblo ya se habían quejado de ellos, después de que el príncipe Arden se llevó de encuentro a varios civiles en una de sus carreras.

Él no era un guardia realmente. Era uno de los magos del Gobernante del lugar. Buscar a niños a mitad de la noche era más bien un favor para la Princesa Elaine.

Los establos mantenían un alboroto incluso ahora que estaban aquí. Los animales estaban despiertos, incluso alterados, como si tuvieran miedo. Él había deducido sin rodeos que era obra de ellos, después de todo, no puedes abrir las caballerizas sin hacer un gran ruido.

El guardia de la mansión que lo había acompañado, salió del establo negando.

—Vacío, pero faltan dos caballos, faltan dos caballos —dijo al acercarse a él.

—Entonces si eran ellos. —La irritación subió por su garganta—. Ya se han ido.

El Señor de Caos, Lucier, trajo a Raleigh para quedarse cuando era solo un niño. Desde entonces no veía fin a esta clase de cosas, especialmente con alguien tan impredecible como Arden. Le había dado un perfecto compañero del caos. Aunque al principio se la pasaban peleando, o Arden peleaba y Raleigh se mantenía silencioso, en algún momento aquellas peleas se transformaron para convertirse en algo peor. Una competencia interminable. Los dos habían sido entrenados personalmente por el Príncipe Lucier, y parecía ser qué gracias a eso ahora se consideraban ¿rivales en carreras a caballo?. Que estupidez.

Los jóvenes eran tan estúpidos.

Apenas podía creer que tuviera que soportar esto para siempre.

El Príncipe Lucier se había ido hace tres noches de Caos, que Arden empezara tan pronto a causar problemas ya se lo veía venir, pero que Raleigh se le uniera tan pronto era un dolor de cabeza que no había considerado. Normalmente se hacía el difícil por un par de semanas antes de sucumbir a su influencia.

—Vamos a buscar al Primer Maestro para informarle.

Fue el Primer Maestro quien les informó sobre la ausencia de Arden, y se había quedado cerca de las tierras del Antiguo Palacio esperando encontrar algo. Sin embargo, cuando se acercaron al muro que rodeaba al Antiguo Palacio ya no pudieron verlo.

—Quizás los encontró cuando estaban por salir —dijo el guardia—. El maestro no iba simplemente a quedarse aquí y esperar, ¿no?

Los guardias eran tan habladores.

¿Cómo podrías ser sigiloso si tenias a semejante boca que se negaba a cerrarse a tu lado?

Sin embargo, se sintió más tranquilo al escuchar sus palabras. Prefería creer eso. Desde antes de que el Principe Lucier dejara Caos, Arden ya estaba fuera de lugar. Su ausencia sólo representaba más problemas. Especialmente, porque a la Princesa Elaine no le gustaba que su hijo anduviera tan tarde sin supervisión. Sin embargo, el ingrato no podía quedarse quieto.

Si tan solo no influenciara al otro ingrato.

—He encontrado al Príncipe Arden —dijo de repente su compañero, deteniendo sus pasos—. ¿No estaba haciendo un experimento con… Lo olvide… Ah, savia de árbol?

Él también se detuvo, observando el muro frente a ellos. El muro estaba salpicado en una mancha oscura, que recorría lentamente las paredes del muro hasta caer al suelo. Su primer instinto fue pensar que era sangre, sin embargo, entre más miró se dio cuenta que parecía pegajosa a simple vista, viscosa incluso, simplemente asquerosa.

La irritación terminó por subir a su cabeza.

¿Qué quería lograr Arden específicamente?

¿Qué sentido tenía hacer algo como esto?

Siguió observando hasta que encontró un violento patrón en ellas. No era necesariamente algo que se había vertido a propósito, sino que mantenía un violento patrón. Comenzó a dudar que Arden lo hubiera hecho. Era una acción innecesaria y errática incluso para él.

—¿Crees que fue él en verdad? —preguntó por primera vez en la noche—. Lo conozco demasiado bien… Esto es inusual incluso para él.

Apartó la vista del muro cuando no recibió ninguna respuesta. El parlanchín finalmente parecía haberse quedado callado. Permaneció mirando el muro, embelesado con sus patrones violentos. Así fue durante un buen rato que pareció eterno.

No quiso pensar que ahora mismo, el silencio le resultó incómodo. No porque se hubiera acostumbrado a la voz de él. Sino porque hubo un cambio en el ambiente.

Un cambio anormal.

Peligroso.

—Tengo un mal presentimiento —dijo él, esperando que coincidieran, pero de nuevo solo hubo silencio—. Hay que encontrar a esos niños ahora mismo y traerlos de regreso.

Silencio.

Se acercó a él, esta vez ligeramente irritado. Su mano se cerró alrededor de su hombro y levantó la voz: —¿Qué estás esperando?

Todas las siguientes indicaciones que tenía se regresaron por su garganta al ver el rostro pálido de su compañero. Con la oscuridad, las sombras en su rostro parecían tan profundas como las de un cadáver, tan espantosas como las de una criatura de la noche.



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En el texto hay: boys love, inmortales, fantasy

Editado: 17.08.2025

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