El Príncipe de Caos

Seis Aprendices

Todo el Antiguo Palacio estaba despierto. Cada uno de los pasillos se iluminó uno a uno. Evan siguió de cerca a Sylver, su maestro–quién lo había despertado a mitad de la noche sin decir palabra alguna.

—Si me sacas de mi habitación tienes que decir el por qué —Evan avanzó más rápido, hasta posicionarse a su lado. Sylver mantuvo su mirada al frente—. ¿Hay problemas? ¿Pasó algo en la mansión? ¿Es mi tía?

Solo se le pudo ocurrir aquellas posibilidades. Después de todo, Elaine nunca se había quedado sola tanto tiempo. Su tío Lucier acababa de dejar Caos para ir al Norte, donde se encontraba la base militar de Caos, la Torre de Sirio. Si hubiera un problema era muy probable que Elaine lo buscara.

Él era el mayor después de todo, también era el aprendiz principal del palacio.

Sylver se detuvo frente a una gran puerta de roble oscuro y luego empujó las puertas. Evan reconoció este lugar como la oficina del Primer Maestro; ese candelabro medieval decía mucho y la tenue iluminación parecía sacada de sus pensamientos cuando se imaginaba la habitación donde dormía Jane en Lowood.

Había creído que lo que quisiera hablar con él debía de ser demasiado grave como para sacarlo de su habitación a mitad de la noche, sin embargo, no se encontró una oficina solitaria donde se pudiera hablar pacíficamente.

Había tres personas dentro.

Tres aprendices.

O mejor dicho, sus compañeros de clase.

Evan levantó una ceja, esto parecía una situación en la que él se había metido en problemas junto con ellos. Pero eso era imposible, apenas y les dirigía la palabra. La única persona con la que se metería en problemas no se encontraba dentro de la sala.

Sylver cerró la puerta cuando entró. Evan caminó hasta cierto punto en la sala, donde tenía una vista tanto de los otros como de Sylver. Se cruzó de brazos y los miró a todos mientras esperaba una respuesta.

Ellie y Luorie tenían una cara de fastidio, bueno, solo Luorie. Ellie estaba medio dormida; con la cabeza recargada en el respaldo de su silla, pero también lucía preocupada, incapaz de dormir. Darien, como no había otra silla para los estudiantes, estaba sentado en la gran silla del Primer Maestro. Tenía cierta naturalidad en la altanería, su rostro de reposo ya era bastante engreído, verlo sentado ahí irritó de alguna manera a Sylver.

—Levántate de ahí —exigió Sylver de inmediato—. El Primer Maestro sigue siendo el Primer Maestro.

Darien refutó: —Aunque es bastante lamentable, ahora mismo, no hay nadie en esta sala con el título. En lo que llega uno nuevo…

—Levántate.

La voz de Sylver no abrió paso a la discusión.

Darien levantó una ceja, pero no dijo más. Se levantó lentamente de la silla, sin perder de vista a Sylver. Aunque parecía de alguna manera estarlo provocando, Sylver no caía ante ese tipo de provocaciones. Evan no entendió el intercambio de palabras que tuvieron, mucho menos el por qué Sylver parecía sostenerse de puro milagro; tan tenso, cualquier provocación era capaz de romperlo.

—¿Por qué habría un nuevo Primer Maestro? —preguntó finalmente.

Ya se había cansado de hacer preguntas y que nadie se las respondiera. Ellie se despertó cuando hizo esa pregunta y lo miró como si de un demonio frío se tratara.

Parecía que hubo una fiesta y él fue el único no invitado. Porque ni siquiera Raleigh estaba aquí y eso lo hacía más sospechoso todo.

—El Primer Maestro está muerto —dijo sencillamente Sylver con esa frialdad suya.

Los ojos de Evan se abrieron ligeramente en sorpresa, antes de la confusión. Las palabras se atoraron en su garganta.

La palabra “muerto” era una palabra que realmente no había escuchado en mucho tiempo. Lentamente, la confusión fue reemplazada por el disgusto, o el horror de lo que significaba aquella palabra. Su rostro, que normalmente no se alteraba ni un poco ni siquiera pudo esconder lo que pasó por su mente.

Los magos no morían.

Sus cuerpos estaban hechos para regenerarse de cualquier herida, la enfermedad era algo imposible, en pocas palabras, sus cuerpos eran como un hueso imposible de roer. Y para alguien como el Primer Maestro, Evan no pudo imaginar el porqué estaba muerto.

Sylver pareció comprender lo que estaba pensando porque dijo: —Fue asesinado esta noche.

Ah.

Conque era eso.

Evan se quedó mortalmente silencioso, sin poder pronunciar palabra alguna, probablemente asimilando lo que significaba morir.

—Pero, ¿Quién pudo haber sido, maestro? El Primer Maestro ya era un mago de edad avanzada, había perdido esa chispa errática de los magos jóvenes, él era muy pacifico. —La voz de Ellie fue muy suave cuando dijo eso, con mucho respeto—. Nadie aquí querría matarlo.

Sylver posó una de sus manos sobre la cabeza de Ellie en un acto cariñoso, probablemente para tranquilizarla.

—Eso es porque no fue uno de nosotros —respondió a Ellie tranquilamente. Luego se dirigió a todos en general—. El pueblo reportó anteriormente el avistamiento de un nocturno. El Príncipe duplicó los guardias para el Antiguo Palacio, y las rondas se establecieron de una manera más meticulosa pero no se encontró nada, ni siquiera un rastro de algún extranjero rondando estas tierras… —Hizo una pausa, con pesadez—. el resto de los maestros y yo, creemos que han estado rondando Caos, y solo cuando el Príncipe fue obligado a irse han decidido hacer su primer movimiento.

Los nocturnos eran criaturas peligrosas incluso para los magos de rango alto. Tan cerca de los estudiantes y, ¿nadie dijo nada? Si él hubiera sabido, habría utilizado su poder como Aprendiz principal en los otros aprendices; especialmente en los que no respeten el toque de queda.

—¿Tenía que morir alguien para que nos lo dijeras? —Salió inconscientemente de su boca—. Que haya un nocturno en Soleir significa que hay problemas en la frontera..

Los dichosos nocturnos, a los ojos de Evan, no eran más que magos desviados. La frontera era realmente un extenso río que rodeaba parte de Soleir, separándolo naturalmente de Lanu.




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