La impresión inicial no había desaparecido. Podía jurar que sentía el dolor latente, vivo, en una gran presión que se apretaba alrededor de su garganta.
Desde que llegó a Caos, nunca se había topado con algo tan oscuro como esto. Sabía que la magia era peligrosa, que las prácticas oscuras dominan la mente y destruyen el corazón, pero nunca esperó vivir lo suficiente como para ver la profundidad de la oscuridad de lo desconocido.
Por supuesto que siempre había estado rodeado de peligro; Era un humano en una tierra ajena, después de todo. Pero esta vez podía asegurar que no solo él corría peligro. Aquel cuerpo solo podía significar algo.
Una advertencia.
Todos los que lo rodeaban corrían peligro por primera vez. Tal vez incluso peor al que corría Raleigh todos los días.
Arden no estaba de un humor mucho mejor que él, aunque no podía decir que estuviera precisamente asustado.
No, estaba molesto.
Furioso.
Podía sentir esa ira que emanaba su cuerpo latiendo en su propia piel, martirizando sus propios sentidos con rabia y confusión. Todo a su alrededor se amargaba como él.
Las jóvenes raíces de los árboles, que a menudo seguían de una manera divertida a Raleigh cuando caminaba por el bosque, ahora, se retorcían en la oscuridad, alejándose de ellos, evitando a toda costa acercarse.
Nunca podría saber que pasaba por la mente de Arden. Era una criatura como ninguna otra. Raleigh no podía leerla, tampoco sabía si en verdad quería. Incluso si sentía mucha curiosidad, prefería ser cauteloso.
En aquel momento, cuando encontraron el cuerpo, Raleigh había tenido que ser quién sirviera de ancla entre Arden y la realidad. Había salido de su propio estupor para apartar la vista de Arden del cuerpo. Tan cerca de él había escuchado su corazón desenfrenado; incluso cuando su rostro no mostraba nada. Raleigh lo había tomado por los hombros, obligándolo a caminar, a seguir o simplemente alejarse de ahí. Incluso si estaba tan asustado como para temer a donde sea que fueran y lo que encontraran.
Ahora mismo, el corazón de Arden solo se había calmado un poco. Ninguna diferencia real.
Sus pasos duros y fuertes opacaban los furiosos latidos de sus corazones. Raleigh lo seguía, cuando él comenzó a caminar por su cuenta sin dar ninguna explicación.
No quería dejarlo solo.
Tampoco quería estar solo.
Sin embargo, mirando su espalda, alejándose con cada paso, deseó fervientemente que no fuera él con quien compartía sus miedos. No porque no creyera que Arden no mereciera su confusión, sino porque era silencioso.
Actuaba silencioso ante el miedo o el dolor.
Y Raleigh odiaba el silencio.
Lo hacía sentir vulnerable. Muy.
—¿A dónde vamos? —Se atrevió a preguntar no mucho después, dispuesto a romper el silencio—. Ya no puedo escuchar la corriente del río.
La corriente del río significaba una cosa: Estaban cerca del camino al Valle. Alejarse de ella solo significaba que estaban muy lejos de todo.
—Vamos a contrarrestar ese ataque —Fue todo lo que dijo Arden por un largo tiempo. Raleigh podía jurar que no era él quién hablaba, aún así continuó: —. Las vidas ya no se pueden recuperar, pero quien sea que haya hecho eso tiene que pagar de la misma manera.
Raleigh quería irse.
Las palabras de Arden lo mortificaron tanto que antes de pensarlo ya estaba apurando sus pasos para pararse frente a él y bloquearlo.
—¿Qué quieres decir? ¿Vas a buscar al brujo que hizo eso? —Siseó, como si estuviera diciendo algo prohibido—. Van a matarte. —Se corrigió—. Nos van a matar.
Razonó tan solo un segundo después que el único que podía morir entre ellos dos era él.
Arden ignoró sus advertencias.
—Este es el bosque de mi familia, y ese era el cuerpo de… —Se detuvo, mirándolo como si Raleigh no pudiera comprenderlo. Suspiró y dijo: —Quién sea que lo haya hecho todavía ronda estos bosques, puedo sentir los rastros de su magia. Pero no logro acertar dónde se esconde. Si ha hecho algo como esto, solo significa una cosa; No está aquí para nada agradable y que nos maten va a ser tan solo un problema insignificante.
Solo entonces, Raleigh sintió que no podía simplemente decirle qué hacer y qué no hacer. Aunque compartían el mismo apellido, Raleigh no era familiar de Arden, ni siquiera un amigo cercano. Solo era el niño que su padre había decidido salvar en el pasado. Todo lo que Arden dijo le hizo saber el infinito aprecio que tenía por los suyos; tanto así que no se iba a quedar de brazos cruzados ni siquiera ante la más mínima amenaza.
Terminó asistiendo. Resignado.
—¿Puedes sentirlo? —preguntó no mucho después.
Existían magos muchísimo más sensibles que otros, estos eran llamados sensores. Sin embargo, aunque podían usar esa habilidad para rastrear, si la otra persona infundía su magia por todo el lugar le era imposible encontrarla—¿Crees que ese ser también pueda saber dónde estamos?
Arden asintió.
—Creo que se está escondiendo a propósito. No puedo saber si se esconde tomando su distancia, o está muy cerca de nosotros —Apartó su mirada de Raleigh, mirando a su alrededor—. Así que no te alejes demasiado.
Se hizo a un lado, y caminó en otra dirección, ignorando el bloqueo de Raleigh.
Lo siguió con sus ojos, pero se desconcentró tan pronto como escuchó los sonidos de la noche mucho más altos, demasiado altos… Tenía miedo. Muchísimo.
Había pasado años rodeado de magos, pero la sensación de miedo nunca se desvaneció por completo. Raleigh tenía miedo todo el tiempo. Cada paso que daba. Saber que había una amenaza real lo terminó por sonsacar.
Se detuvieron en un lugar rodeado por altos árboles, que formaban un círculo. Sus grandes copas se las arreglaban majestuosamente para dejar entrar la luz de la luna al centro de ellas, vio a Arden dirigirse a ese lugar.