El príncipe de la capitana

Primer día de trabajo wuu

Aquí está tu texto corregido, más natural, fluido y sin cambios bruscos, manteniendo los << >> para los pensamientos y la misma esencia que escribiste.
Solo pulí la redacción, unifiqué estilos, limpié repeticiones y ajusté la voz de Oriel para que se sienta consistente.

---

Nunca pensé que terminaría mi día limpiando vómito ajeno mientras un borracho cantaba sobre una ballena de tres cabezas.
Pero así estaba yo.

La Sirena Roja estaba más tranquila a esas horas, aunque “tranquila” seguía significando gente roncando en mesas y uno que otro marinero intentando abrazar una silla. El dueño —Edrik, también conocido como El Calvo— me lanzó un trapo y un balde como si quisiera deshacerse de mí.

—Como eres nuevo —gruñó—, te toca limpiar todo.

“Todo” resultó ser un concepto muy amplio.

Me puse a limpiar mesas, recoger platos, esquivar manos borrachas que aún intentaban atraparme la muñeca “para otro vaso” y tratar de no desmayarme por el olor pegado al piso. Mientras frotaba, escuchaba conversaciones por todas partes:

—¡El del Escama Negra nos hizo remar tres días sin descanso!
—¡Bah! Eso no es nada, la capitana del Kraken Gris nos hacía dormir colgados del mástil!
—Dicen que apareció un barco fantasma en el norte…

Yo fingía que no escuchaba, pero sí.
Escuchaba TODO.

Era imposible no hacerlo. Las historias eran como pequeñas descargas eléctricas.
Y aunque ese mundo era completamente nuevo para mí… había algo en esas voces que hacía cosquillas dentro del pecho.

Libertad.

Historias de mareas negras, monstruos marinos, piratas que se reían de la muerte como si fuera un viejo conocido.
Historias que yo solo había visto en libros… y que ahora escuchaba en vivo, contadas por bocas malolientes pero emocionadas.

¿Yo, pensando en libertad pirata?
Ja.
Primero debería sobrevivir a trapear este piso que parece pegamento maldito.

Sacudí la cabeza.
No debía pensar en eso. Era camarero ahora. Y bastante malo, además.

<<No tan buen camarero, pero guapo>>

Luego de un buen rato, Edrik regresó.

—¿Terminaste?

—Casi… —mentí mientras luchaba con una mancha que claramente tenía conciencia propia.

Él bufó.

—Pues apura. Saca el balde y no mires donde no te llaman, príncipe.

Me quedé tieso.

—¿Por qué me dice así?

—Porque caminas como si un mayordomo te hubiera enseñado a poner un pie delante del otro —respondió, encogiéndose de hombros—. Ahora mueve las piernas.

…ouch.
Ni siquiera podía discutirlo.

Hice lo que me pidió. Salí al callejón; olía a mar, madera podrida y pescado pasado… pero aun así era más fresco que dentro de la taberna. Tiré el agua sucia y empecé a escuchar voces más adelante, cerca del muelle.

—La capitana dijo que zarpamos al amanecer.
—¿Ya subieron el cargamento?
—Sí, y que nadie lo toque. Ese barco explota si lo miras feo…

Me quedé quieto, escuchando.
El ambiente pirata me era tan ajeno como… bueno, como todo en esta vida después de escapar del palacio.
Pero era emocionante.
Peligroso, caótico, absurdo…

Y, por alguna razón, atractivo.

Regresé a la taberna, entregué el delantal y salí. La brisa del puerto me golpeó la cara, y me hubiera quejado del olor a sal y pescado… si no fuera porque hoy ya había olido cosas peores.

Caminé hacia la orilla para respirar un poco, y entonces lo vi.

Un barco.

Pero no cualquier barco.

Un coloso oscuro, anclado más lejos que los demás, como si incluso el muelle le tuviera respeto. La madera negra brillaba apenas con la luz de las antorchas. La figura tallada en la proa parecía moverse con el viento, como si tuviera vida propia.

Era como sacado de una historia antigua.

Su nombre brillaba en un costado:

El Merodeador Nocturno

Y, honestamente…
si el barco tuviera una voz, probablemente hablaría en susurros dramáticos diciendo: “Sube, mortal”.
<<Aunque claro, ese es mi cerebro diciéndome que necesito dormir>>

Tragué saliva.
Sentí un tirón en el pecho.
Como si algo en ese barco… llamara.

O me hipnotizara.
O yo estuviera muy cansado.
<<Probablemente las tres cosas>>

Fue entonces cuando la vi.

Una silueta en la cubierta superior.

No sabía si era un hombre o una mujer.
Erguida. Firme. Postura segura. El viento agitaba su cabello —o algo que parecía cabello; desde esa distancia podría ser un pulpo sobre la cabeza y yo no lo distinguiría—.

No sabía quién era.
Ni si me estaba mirando.
Ni si en realidad estaba viendo a una persona y no a un mástil muy estilizado.

Pero mi corazón se aceleró igual.

<<¿Quién será?>>
<<¿Y por qué siento que ese barco… tiene algo que ver conmigo?>>

Sacudí la cabeza, intentando despejarme.

Probablemente necesitaba dormir.
O menos exposición al olor de ron viejo.
O ambas.

Di media vuelta para regresar a la pensión barata donde me estaba quedando… pero no pude evitar mirar una última vez.

Allí seguía.

El Merodeador Nocturno.
Majestuoso. Oscuro. Imponente.
Esperando.

Y mientras me alejaba, sentí algo extraño en el estómago.
No miedo.
No hambre.
<<Hambre sí tengo>>
Era… algo distinto.

Un pensamiento absurdo, casi invisible.

<<Tal vez necesito un barco>>



#5193 en Novela romántica

En el texto hay: principe, amor, pirata mujer

Editado: 27.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.