El principe de las rosas

Rosayr

El rey Firius, era padre de dos hermosas hijas, Rosayr y Bedona. La primera, era una dama intrépida y aventurera que disfrutaba viajar con su padre a distintos mundos. La segunda, era poseedora de un temple firme y defendía las leyes y a los habitantes de Flohyren, pero siempre desde la seguridad del castillo. Esta segunda dama, hizo lazos con una criatura de un mundo distinto, al salvarle la vida. Si bien fue algo accidental, su relación se fortaleció y, maravillado por ello, el rey, nombró a Bedona, embajadora real.

Ese nombramiento, que fue bien visto por muchos, motivó, quizás de manera negativa, a Rosayr, quien tomó la decisión de hacer amistad con alguien de otro mundo, convencida de que podía ser igual de buena que su hermana menor. Seleccionó, al azar, una de las puertas que se encontraban en la muralla tras el palacio. La puerta, bastante cercana a la que Bedona abrió con anterioridad y que continuaba abierta, llevaba a un denso y oscuro paisaje, en el que solo había piedras húmedas, y Rosayr visitó ese mundo durante varios días, hasta dar con algún ser vivo y lo llevó a palacio.

Se trataba de un animal pequeño, de pelaje negro y gris, que aprendía a obedecer de manera acelerada. Rosayr lo educó cuál si de una mascota se tratase y cuando la criatura cumplía a cabalidad todas sus órdenes, decidió presentarlo ante su padre, durante una celebración en la capital. Muchos invitados estuvieron interesados en la divertida criatura y jugaron con ella, solicitando tener una igual a manera de mascota. La celebración terminó con el nombramiento de Rosayr como primera embajadora real, pues Bedona le cedió su título, asegurándole que no estaba interesada en conocer otros mundos.

Con el pasar de los días todos felicitaban a la nueva embajadora, pero una plaga comenzó a azotar la gran ciudad y, de a poco, fue extendiéndose hacia los alrededores. Se trataba de un oscuro hongo que se aferraba a las plantas y comenzaba a secarlas desde afuera. Los habitantes de Flohyren se llenaron de temor al descubrir que la terrible plaga no se podía lavar, pues el agua se contaminaba y diseminaba las esporas. El pánico se apoderó de todos, cuando los investigadores del rey descubrieron que, el invasor no solo afectaba a las plantas, sino también a los habitantes, sumiéndolos en un sueño profundo.

El rey Firius no sabía qué hacer y, preocupado, envió a los extranjeros a sus mundos y mandó a cerrar todas las puertas para evitar que la plaga se extendiera fuera de Flohyren. Sin embargo, aunque la puerta de Bedona podía ser cerrada, si el extranjero era enviado a su mundo, acabaría por perecer, completamente solo. Benévolo, Firius le permitió quedarse en palacio y, gracias a eso, él y las criaturas de otras especies que reunió, y que eran inmunes al hongo, encontraron su origen, en la mascota de Rosayr, quien fue la primera en caer en aquel profundo sueño.

Explorando el mundo al que pertenecía la pequeña criatura, descubrieron una manera de detener el hongo y lo devolvieron a su hogar, antes de sellar la puerta, para evitar futuros inconvenientes. A pesar de dar con una cura, la enfermedad arrebató la vida de casi todos los habitantes de Flohyren y, quienes sobrevivieron, deseaban que la princesa fuese castigada, no obstante, asegurando que su hija solo tenía buenas intenciones, el rey Firius consiguió reducir su castigo. No fue condenada al exilio, pero perdió su título de embajadora y se le prohibió descubrir otros mundos por su cuenta.

Gialo cerró entonces el libro y Daiana suspiró apesadumbrada.

—Me pareció poco castigo —dijo Giarle con saña.

—Pero Rosayr solo deseaba ser como Bedona —musitó Daiana—. Además, también salió lastimada por lo sucedido.

—Hay una versión diferente —comentó Gialo cauteloso—, que dice que ella buscó a esa criatura intencionalmente y que ya tenía un antídoto. Que en realidad no enfermó, pero nadie ha logrado demostrarlo.

—Firius no iba a permitir que lo demostraran —zapateó Giarle.

—Bedona, es la madre de Artem —comentó Daiana mirando la imagen del libro—. Y él, es su padre. Ahora entiendo por qué Rosette lo llamó mestizo.

—Así es. ¿Cómo supiste que eran sus padres? —interrogó Gialo curioso.

—Artem tiene un retrato en su habitación —respondió risueña—. Sería lindo descubrir como se conocieron, sus recuerdos están en las rosas del palacio, por eso solo hay dos colores allí. Las rojas son de Bedona y las blancas son de él.

—¿Puedes ver las memorias de otras rosas? —interrogaron al unísono.

—Sí, lo descubrí hace poco. Lo que me recuerda —dijo conteniendo el aliento y con los ojos húmedos—. ¿Por qué nunca me hablaron de las rosas negras? No sabía que Artem podía sentirse tan agobiado y triste. No es justo.

—Por favor, no empieces a llorar —rogó Gialo a toda prisa.

—Las rosas negras son un misterio incluso para nosotros —explicó Giarle paciente—. Hemos visto pocas y por lo general desaparecen después de florecer.

—¿Se marchitan? —preguntó llorosa.

—No —dijo con nerviosismo—. Desaparecen. Se las traga la tierra.

—¿Qué? —interrogó confundida.

—Así es —asintió con la cabeza—. Yo las he visto desaparecer. Arbustos enteros son tragados por el suelo y luego no sé qué les sucede.

—Rosette dijo que las rosas negras están en un calabozo frío y oscuro —comentó pensativa.



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En el texto hay: rosas, secretos, recuerdos

Editado: 23.09.2025

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