El principe de las rosas

Pozo

La comida resultó ruidosa, como en otras ocasiones en las que el rey no se encontraba presente, sin embargo, la expresión regia en el rostro de Gialo, acabó preocupando a Daiana, quien lo interceptó al dejar el comedor.

—¿A dónde vas? —dijo fingiéndose risueña.

—Necesito asegurarme de que Artem esté bien —masculló preocupado.

—¿Sucede algo malo? —interrogó nerviosa.

—Espero que no —suspiró con pesadez.

La habitación estaba en silencio, pero la comida en la mesa, sin terminar, bastó para que Gialo susurrara una lastimera negativa. Artem no estaba en ninguna parte, sin embargo, movido por un presentimiento, el caballero se asomó al balcón y lo descubrió sentado en la baranda. Tragó con dificultad al notar que el metal se había doblado con el peso del chiquillo y, con un gesto, consiguió que Daiana retrocediera sin abrir la boca.

Artem permanecía inmóvil, con la mirada perdida en las nubes, mientras las enredaderas se aferraban a sus manos y piernas, en un intento por retenerlo. Con un profundo respiro, Gialo se acercó despacio y sonrió cuando el pequeño se volvió a mirarlo y le dedicó una sonrisa.

—¿Sucede algo? —interrogó Artem con calma—. Pareces preocupado.

—¿Cómo te sientes?

—No lo sé —respondió tajante—. Pesado y muy confundido.

—¿Puedes bajar de allí y entrar a la habitación? —preguntó cauteloso.

—Creo que sí —dijo bajando de un salto.

Gialo retrocedió nervioso al ver cómo el piso bajo los pies de Artem se agrietaba, sin embargo, procurando no empeorar la situación, se hizo a un lado para dejarlo pasar, siguiéndolo de cerca y confirmando sus miedos al verlo detenerse. Una vez que cruzó miradas con Daiana, la sonrisa de Artem se borró por completo y aunque permaneció silente, dio un paso atrás cuando ella intentó acercarse.

—¿Qué sucede? —interrogó confundida.

—Daiana, necesitas salir de aquí —advirtió Gialo—. Por favor.

—No sin saber qué sucede.

—Vete —soltó Artem amenazante.

—¿Qué? —interrogó confundida—. No me voy. ¿Qué te sucede?

—No puedes ponerle atención ahora —insistió Gialo preocupado.

—Vete —insistió furioso.

—¿Quieres que me vaya? —interrogó desconcertada—. ¿Por qué?

—No quiero verte —dijo tajante—. Tú no deberías estar en este lugar.

—¿Qué has dicho? —preguntó mordiéndose los labios.

—Los seres de tu mundo son peligrosos —soltó molesto—. Impredecibles, torpes, sentimentales e insensatos.

—Bien —dijo altanera—. Daiana va.

—¿Adónde va? —interrogó Artem confundido.

—A casa se va —soltó molesta dándole la espalda.

Mirándola alejarse, un temblor sacudió el cuerpo de Artem e incapaz de respirar, se sujetó la cabeza con fuerza, al tiempo que el piso bajó sus pies se hacía pedazos. A toda prisa, Daiana y Gialo lo sujetaron para evitar que cayera, pero acabaron siendo arrastrados por él y atravesando los dos pisos inferiores hasta llegar al gran salón. Gialo se levantó confundido al escuchar a Artem llamar a Daiana con la voz cargada de miedo y en medio de la nube de polvo logró dar con ella y suspiró aliviado al descubrir que respiraba.

—Ella está bien, majestad —dijo Gialo a toda prisa—. Solo es un rasguño. La llevaré con el médico. ¿Está bien?

—Sí —susurró paciente—. Yo me quedaré aquí un poco más.

Ni bien llegaron a las escaleras, Daiana despertó sobresaltada y Gialo suspiró aliviado, pero solo la soltó al estar en el despacho.

—Que bueno que despertaste.

—¿Qué sucedió? —interrogó confundida—. ¿Dónde está Artem?

—En el gran salón —respondió preocupado—. ¿Por qué lo desafiaste?

—Porque ese que me hablaba no era él —respondió molesta—. Él jamás me hablaría de esa manera.

—¿Cómo te has dado cuenta? —interrogó sorprendido.

—¿No era evidente? —suspiró indignada—. Algo no estaba bien.

—Tienes razón —dijo nervioso—. Estas son cosas de Nerianna y no es la primera vez. Debes quedarte lejos de Artem hasta que pase el efecto del veneno.

—¿Veneno? —interrogó preocupada.

—Lo pondrá en tu contra por un tiempo —explicó paciente—. Después todo volverá a la normalidad.

—¿Por qué hizo algo así?

—Para que Artem se deshaga de ti —dijo molesto—. Conmigo también lo intentó y por eso sé que debes mantener distancia.

—¿Cuánto tiempo? —interrogó ansiosa.

—No serán más que unos días. Puedes quedarte en mi casa, mientras tanto —sugirió paciente—. Él no intentará acercarse, así que depende de ti.

—¿Estás seguro? —preguntó entristecida.

—Es la única solución que conocemos. Los Adrapnianos no saben revertirlo.

Daiana asintió entristecida y subió a cambiarse el vestido cubierto de polvo, sin embargo, al escuchar que era hora de merendar, se encaminó al gran salón donde Artem continuaba sentado, dentro de un agujero poco profundo. Lo escuchó forcejear mientras intentaba levantarse y se acercó para ayudarlo, pero al verla, el rey la detuvo con un grito. Resoplando y con el ceño fruncido, Daiana se acercó por su espalda para tomarlo bajo los brazos y aunque tiró con todas sus fuerzas, no consiguió moverlo.



#1277 en Fantasía
#224 en Magia

En el texto hay: rosas, secretos, recuerdos

Editado: 12.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.