De camino al despacho, después del desayuno, el sonido de pasos apresurados hizo volver las cabezas a Artem y Daiana, quienes no lograron escabullirse del gigantesco caballero que se le venía encima y quien, sin miramiento alguno, tomó a Artem bajo los brazos, levantándolo para envolverlo en un abrazo aplastante. Daiana, que estuvo a punto de empezar a gritar, recordó las palabras de Gialo y notó que las rosas estaban serenas. Miró una vez más al recién llegado y la risa de Artem la tranquilizó, al tiempo que un nuevo grupo de pasos llamaba su atención.
El sonido era metálico, pesado y numeroso y, al inclinar la cabeza para ver tras el caballero, Daiana vio acercarse a Gialo, acompañado por un pequeño batallón, que se detuvo y se retiró a un orden de su gigantesco señor, quien le dedicó una cálida sonrisa al consejero.
—Es bueno ver que Artem aún cuenta con tu compañía —indicó complacido—, Comandante de rebeliones.
—Es un placer saludarlo, Lord Feiran —sonrió Gialo cortés.
—Tienes razón —aseguró divertido—. Siempre es un placer verme.
—No hay duda —dijo Artem—, pero ¿acaso no debías llegar ayer?
—Llegué tarde al arribo de las mariposas, es verdad —reconoció apesadumbrado, sentando a Artem en su brazo derecho—. Incluso amenacé al cochero para que se diera prisa, pero no sirvió de nada. Sin embargo —exclamó con renovado entusiasmo apuntando con su mano libre hacia arriba—, no iba a desperdiciar mi viaje y debía pasar a saludar a mi sobrino.
—Aún puedes pasear por el mercado a mirar las curiosidades —indicó Artem divertido—. Y sabes que el jardín de palacio se llena de mariposas en las tardes.
—Lo sé, mi encantador muchacho —dijo apretándole la mejilla—. Vine a buscarte porque de cualquier forma no iría sin ti. Mi plan era llevar a Rosette también, pero se enfadó cuando intente darle un abrazo.
—A ella no le gusta que la sujeten mucho.
—Se ha vuelto huraña con los años —suspiró molesto—. Idéntica a su madre. Incluso enfatizó que no iría, porque tú llevarías a tu mascota y ella no quería que la vieran con una mentirosa. Sinceramente, no pensé que Shyarn le molestara tanto o que supiera decir mentiras.
—Ella no hablaba de Shyarn, my lord —dijo Gialo conteniendo la risa.
—Pero Daiana no es una mascota —chilló Artem molesto.
—Calma, muchachito —dijo Lord Feiran haciéndole cosquillas—. Sabes que si te enojas te haces pesado. Ahora cuéntame, ¿qué es esa no mascota Daiana, que dice mentiras y Rosette no soporta?
Sin decir una palabra, Artem señaló a Daiana, quien estuvo atenta a la conversación, y que tímidamente saludó a Lord Feiran con la mano. El caballero fijó los ojos en ella con absoluta admiración y Daiana sintió el impulso de echarse a correr al verlo bajar a Artem.
—Es la más hermosa que he visto —declaró sin disimular su asombro.
—Gracias —tartamudeó Daiana confundida.
—No es una mascota —refunfuñó Artem.
—Claro que no —exclamó Lord Feiran tomando la mano de Daiana y haciendo dar un giro—. Es una humana. Son criaturas únicas. Los humanos son muy especiales, aunque carecen de la capacidad de notar el potencial que la existencia les otorgó. ¿Volvieron a abrir esa puerta?
—¿Esa puerta fue abierta antes? —interrogó Artem curioso.
—Sí —respondió Lord Feiran emocionado mirando al chiquillo—. Mi abuelo fue el primero en abrirla. En ese entonces la puerta estaba conectada con un pueblo pequeño, pero hermoso. Un lugar tranquilo y lleno de humanos amables. Llegamos a entablar una buena relación con ellos. De hecho, fue gracias a ellos que los caballos legaron a este mundo. Sabían mucho sobre medicina y plantas. Sobre los movimientos de su sol, los ciclos de las cosechas. Era magnífico.
—¿Qué sucedió? —preguntó Artem confundido.
—Otro grupo atacó y desoló el lugar —suspiró apesadumbrado—. Le insistí a mi padre para ayudarlos, pero ellos tenían unas horribles cosas que escupen fuego en pequeños proyectiles de metal. Ningún Flohyreante era capaz de resistirlas. Atravesaban nuestras armaduras como si fuesen de papel. Debimos retirarnos y sellar la puerta, porque intentaron seguirnos. Perdí amigos muy valiosos en esa batalla. Ellos me enseñaron tantas cosas significativas y hermosas.
—Por eso la puerta estaba sellada —comentó Artem pensativo.
—Un mago la cambió de lugar —suspiró resignado—. La última vez que la abrí, vi una extensa y blanca llanura, dónde soplaba un aire gélido. Tu abuelo casi me mata al enterarse. Es una de las que sellaron, ¿cómo es que…?
—Tengo habilidades —dijo Gialo orgulloso.
—Por supuesto —reconoció Lord Feiran—. Si un Zarfirino la selló, tiene sentido que otro la abriese. ¿Sigue abierta? —interrogó nervioso.
—De ninguna manera —dijo Gialo con serenidad—. La he sellado y con un refuerzo, por precaución. Los humanos aún están en guerra.
—Supongo que es el destino de algunas especies —concluyó resignado—. Dejémoslos allá con sus problemas y a esta hermosa criatura aquí —dijo con renovado entusiasmo—. Me alegra que este bajo la protección de Artem y por supuesto que la llevaremos de paseo también. Mientras más mejor.
Editado: 05.11.2025