La buena disposición de Daiana, mantenía en alto los ánimos de Lord Feiran, quien agradeció acongojado el poder llegar hasta las tiendas más lejanas sin que la muchacha pareciese siquiera un poco cansada. A diferencia de Artem y Rosette, quienes en cada paseo, después de comer, empezaban a bostezar. Daiana resultaba absolutamente opuesta, parecía que mientras más cosas veía, más crecía su emoción y aprovechándose de ello, Lord Feiran la invitó a ver una obra de teatro en un parque cercano a la hora de la merienda.
En vano esperó el caballero una negativa por parte de Artem, quien, en cambio, caminaba a su lado con una sonrisa. Continuaron su recorrido por el mercado y a la hora pautada llegaron al parque, donde ocuparon una de las mesas, servidas de diversos postres, pero ni bien empezó la función, Artem se durmió. Temiendo que pudiese caer del banquillo, Lord Feiran lo acomodó en su regazo y, adelantando su capa, lo cubrió por completo.
—Esto es un verdadero regalo —musitó el caballero con cariño—. Aún está cansado, pero también mucho más contento. Incluso parece más dispuesto a hacer cosas nuevas. Me comentaron que fue a la celebración de ayer.
—Así es —dijo Gialo—. Daiana lo convenció.
—Rosana estaba muy contenta de verlo —susurró agradecido—. Incluso mis nietas estaban felices. Tuviste una interesante idea con los humanos. ¿Alguna razón en particular?
—Pues…
—No te preocupes —dijo divertido señalando a Daiana—. Ella también se nos durmió. ¿Ya ves por qué siempre mientras más es mejor? Yo no puedo cargarlos a ambos y apuesto lo que quieras a que, si Artem se entera de que un soldado puso sus manos en esa criatura, se formara un alboroto.
—No me sorprendería que así fuese —suspiró cansado—. Admito que tuve mis dudas en un comienzo. Mis intentos previos fallaron de manera vergonzosa, así que decidí recurrir a algo de ayuda.
—¿De quién? —interrogó suspicaz.
—De su madre —respondió cauteloso—. Y tuve que valerme de pocos recursos porque conseguirlos es engorroso. Intenté convencerla repitiendo cien veces por los pasillos que era para ayudar al rey.
—Aún ahora es celosa con su hijo —musitó cariñoso—, pero, ¿cómo culparla? Ella sabía que su pequeño es algo único. Un poder así no puede confiársele a cualquiera. ¿Imagino que debiste esforzarte bastante?
—Quedé agotado —reconoció con disgusto—, pero ha valido la pena hasta el momento. Incluso con la inesperada travesura de Nerianna.
—Me pregunto por qué Bedona elegiría a los humanos —musitó mirando a Daiana—. Ella solo supo lo que yo le hablé sobre ellos.
—Eso es evidente —dijo Gialo seguro—. Aún ahora, confía en usted.
—Puede ser —suspiró nostálgico—. Llevemos a estos dos a palacio. Les dará tiempo de descansar en el camino y llegaremos a la cena.
Gialo hizo señas a uno de los guardias para que fuesen por la carroza y cargó a Daiana sin despertarla. Lord Feiran se levantó despacio y fue el primero en subir. Gialo acomodó a Daiana junto al caballero, quien la envolvió con su brazo libre, mientras Gialo se sentaba frente a ellos.
—Tengo un buen presentimiento —comentó Lord Feiran cerrando los ojos y tomando un respiro—. El camino no será agradable siempre, habrá una enorme tormenta, pero si la superan, y lo harán, a partir de allí el resto solo serán lloviznas.
—¿Está próxima esa tormenta? —interrogó Gialo desesperanzado.
—Tú sabes mejor que nadie que así es —contestó mordaz—. ¿No es acaso la predicción uno de tus dones?
—Sí —reconoció con desgano—, pero yo no puedo ver más allá de esa tormenta y usted en realidad no puede predecirlo.
—Claro que puedo —dijo sonriente—, y me valgo de una fuerza que tú no conoces. ¿Acaso no fui yo quien dijo que tú debías permanecer junto a Artem? Y no me equivoqué.
—Pues no —reconoció en un suspiro—, pero sigo sin entender cómo lo hace.
—El conocimiento de las plantas es basto, líder de rebeliones —aseguró Lord Feiran—. Y tú apenas sabes de una parte. Confía en mí. Ellos pasarán la tormenta. Heridos, eso sí.
Cuando la carroza detuvo su marcha, Lord Feiran los despertó con cariño y Daiana, después de bostezar y estirarse, dio un respingo antes de quejarse por haberse dormido sin notarlo. Artem, sin embargo, frunció el entrecejo y apretó el rostro contra el pecho de Lord Feiran antes de volver a dormir. El caballero bajó de la carroza y caminó al comedor, despertó a Artem de nuevo y, prometiéndole que después de cenar continuaría durmiendo, lo sentó en su lugar.
Entre dormido y despierto, Artem escuchaba la conversación de Daiana y Lord Feiran, satisfecho de que ella hubiese recuperado toda su energía con una siesta, pues fue ella quien lo levantó en brazos para llevarlo a la cama después de que Lord Feiran se despidiera, prometiendo volver al día siguiente. No supo cuando se durmió, pero despertó a la hora de costumbre, repuesto y de buen humor por el paseo del día anterior. Bostezó con pesadez y, dejando la cama, extendió las alas y se estiró de pies a cabeza.
Ni bien estuvo del todo despierto, se encaminó a prepararse, al tiempo que las alas caían como una capa, desvaneciéndose y dando paso lento a la larga cabellera. Desde el jardín, Daiana miró de nuevo la silueta, pasar con el cabello aún corto, mientras conversaba con Guiarle, sobre las rosas nuevas, pues una de ellas tenía trazas de un rosa perlado, relacionado con Lord Feiran.
Editado: 05.11.2025