El principe de las rosas

Curiosidades

Esperando con ansias ver el libro que Lord Feiran mantenía en su regazo, a Daiana le pareció lento el desayuno y largo el camino hasta el despacho, donde el caballero finalmente le hizo entrega del delgado tomo, que aún tenía varias hojas en blanco y que ella comenzó a ojear a toda prisa.

—Jamás pensé que podría ver a alguien más emocionado que Gialo por aprender sobre Artem.

—Él es muy interesante —dijo Daiana entusiasmada.

—Eso no es cierto —exclamó el rey ocultándose tras un amasijo de papeles.

—Supongo que eso depende de la opinión de cada quien —comentó Lord Feiran divertido—. Para tu padre, tú eras el ser más impresionante que jamás hubiese visto. Él realmente podía quererte de muchas maneras diferentes. El nivel de curiosidad que sentía por ti, superaba con creces al que tu madre despertaba en él.

—¿De verdad? —interrogó Artem desconcertado.

—Por supuesto —río Lord Feiran—. No solo eres su hijo, eres una criatura magnífica, Artem. Curiosamente, en eso te asemejas mucho a las mariposas.

—No comprendo.

—Ellas son incapaces de ver sus alas —suspiró cariñoso—. Nunca podrán ver lo magnificas que son. Espero que tú puedas diferir en eso último.

—Yo también pienso que Artem es muy interesante —comentó Daiana con una pícara sonrisa—. Y acabó de descubrir una cosa muy entretenida.

—¿Cuál de todas? —interrogó Lord Feiran curioso.

Sin responder y con una sonrisa maliciosa, Daiana se acercó al escritorio y empezó a hacerle cosquillas a Artem, quien inútilmente trató de escapar. Daiana se detuvo justo cuando Lord Feiran se lo indicó y exclamó asombrada al ver al chiquillo flotar hasta el techo, mientras jadeaba recuperándose.

—Increíble —aplaudió emocionada—. Sí flota.

—Sí —dijo Lord Feiran—, pero si no paras a tiempo, en lugar de flotar, le da un ataque de hipo y con cada hipar da un salto muy alto que pude lastimarlo.

—¿Cómo sabes cuándo parar, abuelo?

—De niño le encantaba hacer eso con Firius —explicó Lord Feiran—. De mala manera descubrimos que no por hacerlo más flotaba más tiempo.

—Ya veo —exclamó Daiana mirando a Artem que permanencia pegado al techo del despacho—. Entonces por eso es la advertencia que dice, cuidado con el hipo.

—Si le da hipo se enfurece y ya sabes lo que pasa cuando está enojado —Lord Feiran dio un paso al frente, extendió los brazos y atrapó al rey justo cuando se vino abajo—. Sobre todo por qué, no hay peso que lo mantenga en el suelo cuando tiene hipo y está enojado. ¿En qué piensas, Artem?

—No puedo recordar el hipo —dijo intrigado—. No recuerdo haber tenido un ataque de hipo, pero sí recuerdo jugar con el abuelo y flotar por la biblioteca.

—Qué curioso, allí fue donde tuviste el primero —recordó Lord Feiran confundido—. De hecho, aún hay una marca en el techo que hiciste con la cabeza, antes de que tu abuelo te sacara por la ventana.

—Quizás se golpeó muy duro —concluyó Daiana—. Podría tener amnesia.

—Sí, quizás —dijo Lord Feiran aunque no convencido del todo—. Bien, hay varias cosas más allí que pueden intentar.

—¿Intentar? —soltó Artem sorprendido—. Yo podría dar veracidad de cualquiera solo respondiendo. No hace falta intentar todo.

—Pero no recordabas lo del hipo —dijo Daiana—. Te prometo que solo intentaremos las que tú quieras, si dices que no, no insistiré.

—Es una condición justa —suspiró Artem.

—Bien —exclamó Lord Feiran abrazándolo con fuerza—. Ya debo irme. Prometo regresar en cuanto tenga un momento libre.

Daiana notó que Lord Feiran le susurraba algo a Artem antes de mirarlo con un deje de firmeza, que hizo al chiquillo asentir con resignación, pero prefirió no preguntar al respecto.

—Lo voy a pensar —musitó Artem—. Gracias por venir, tío Feiran. Eres bienvenido cuando quieras.

—Gracias, abuelo —dijo Daiana saltando a sus brazos—. Te esperaremos con ansias.

Ya en la entrada del palacio, mientras se despedían de Gialo, Lord Feiran se tocó los bolsillos y resopló con desgano.

—Me dejé el sello de embajador en el despacho —dijo de mala gana—. Necesito ponerle una cadena a esa cosa.

—Yo iré a buscarlo —indicó Artem despreocupado—. Vuelvo enseguida.

Ni bien hubo el rey cruzado el umbral que daba al pasillo, Lord Feiran tomó la mano de Daiana y la miró con firmeza.

—Artem no puede olvidar —sonrió nervioso—. Su sangre Flohyreante y la condición del rencor Airsemita se lo impiden. Y estoy seguro de que tú también lo sabes —dijo mirando a Gialo.

—Sí —reconoció el consejero preocupado—, pero no puedo encontrar una explicación. Realmente lo olvida, no está fingiendo. Y no es la primera vez.

—Eso no está bien —suspiró Lord Feiran preocupado—. Temo que algo esté reprimiendo los recuerdos de Artem, por qué ellos no pueden borrarse. Lamento tener que encargarte algo tan difícil, niña mía.

—Lord Feiran —interrumpió Gialo preocupado.



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En el texto hay: rosas, secretos, recuerdos

Editado: 24.11.2025

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