El paso animado de Daiana acabó por desvanecer los nervios de Artem, quien, antes de salir al jardín, miró la estatua de su padre un instante, recordando las palabras de la joven, acerca de la envergadura de sus alas. Una sonrisa orgullosa lo acompañó hasta la entrada principal, donde se detuvo para tomar un profundo respiro antes de salir. Daiana soltó una exclamación repentina seguida por un chillido de emoción que sobresaltaron a Artem, y no pudo detenerla cuando lo arrastró escaleras abajo.
—La maceta creció —exclamó admirada—. No lo sabía. Luce magnífica.
—Hace varios días que no venía, madame —sonrió Giarle acercándose—. Oh, majestad, qué sorpresa verlo aquí.
—Eres hermano de Gialo, ¿no es así? —interrogó Artem sorprendido.
—Exactamente —sonrió Giarle con una reverencia—. Giarle. Jardinero de palacio y segundo embajador de Zarfirian.
—Son muy semejantes —comentó desconcertado—. No lo recordaba.
—Es natural, majestad —aseguró Giarle despreocupado—. Nosotros apenas nos vimos un par de veces.
—¿Es cierto que todas las rosas son mías? —interrogó con cautela.
—Así es, majestad —respondió Giarle procurando ocultar su desconcierto con una sonrisa—. Todas y cada una de ellas.
—¿Cómo pueden ser tantas? —preguntó Artem mirando a su alrededor—. Y de colores tan diversos. ¿Acaso no deberían ser de un mismo tono?
—La verdad, majestad —contestó Giarle paciente—. Parece que la variedad de tonalidades es particularidad exclusiva de usted. Según pude investigar, las de su madre eran de un rosado muy intenso y oscuro que fácilmente podía confundirse con rojo, mientras que las de su abuelo eran naranja.
—Las de mi arbusto son violeta —señaló Daiana emocionada—. Y ha crecido muchísimo. ¿Cuándo se extendió la maceta de este modo?
—Ahora es una jardinera —explicó Giarle con entusiasmo—. Y eso sucedió hace varios días. Calculo que fue poco después del arribo de las mariposas.
—¿Cómo saben que es tuyo? —interrogó Artem curioso.
—Ese peculiar arbusto de rosas violeta —contestó Giarle—. Apareció la mañana después de que ustedes formaron una amistad. Lo mismo ha sucedido con el resto. Cada arbusto apareció en representación de alguien especial para su majestad, aunque los arbustos de rosas, con colores diferentes, parecen ser compartidos. Muchos estaban aquí cuando llegue, así que es difícil para mí saberlo con certeza.
Mientras Artem permanencia distraído mirando a su alrededor, Daiana le tomó la mano con rapidez y la colocó sobre una de las rosas, pero él la retiró deprisa con un sobresalto.
—¿Qué fue eso? —interrogó mirándola desconcertado.
—¿Pudiste verlo? —preguntó emocionada—. ¿El recuerdo que permitió a esa rosa florecer?
Una mezcla de miedo y desconfianza llenaron el pecho de Artem, sin embargo, motivado por la sonrisa de Daiana, tocó la rosa una vez más, sin que nada sucediera.
—No lo entiendo —musitó Artem confundido—. Pude ver algo, incluso te escuché reír. ¿Qué sucedió? ¿Acaso solo funciona una vez?
Artem tomó una rosa diferente, sin resultado, no obstante, en el momento en que rozo con sus dedos una tercera flor, Giarle tomó la mano de Daiana y la acercó a la que Artem tenía libre, consiguiendo revelar el recuerdo.
—Eres un reactivo —dijo el jardinero sorprendido.
—¿Qué es eso? —preguntó Daiana confundida.
—Fue muy divertido jugar con los niños esa tarde —sonrió Artem—. Entonces, ¿cada rosa es un recuerdo distinto?
—Así es —aplaudió Daiana emocionada.
En silencio, Artem entrelazó sus dedos con los de Daiana y sostuvo la rosa con trazas de colores diversos, sonriendo enseguida al recordar las muecas y la diversión de una tarde en el despacho. Retiró la mano despacio y la acercó a una rosa más oscura que el resto, pero Daiana lo soltó enseguida.
—¿Qué sucede? —interrogó confundido.
—Cuando el color se oscurece —explicó cautelosa—, es por qué algo te lastima. Se cuidadoso, por favor.
—No me molesta —dijo extendiéndole la mano con una sonrisa, mientras sujetaba la rosa—. Estás aquí.
Daiana lo sostuvo con firmeza y Artem contuvo la respiración al percibir los sentimientos recorrer su cuerpo, mientras el suelo bajo sus pies se agrietaba, sin embargo, apenas un instante después, respiró aliviado y una sonrisa se dibujó en su rostro, cuando Daiana lo abrazó con fuerza.
—No habría conseguido salir de ese pozo sin ti —musitó Artem con alivio.
—¿Qué sucedió? —interrogó Giarle con asombro al ver la flor aclararse hasta igualar el violeta del resto.
—No lo sé —exclamó Daiana—. No lo entiendo. ¿Acaso ya no te molesta ese recuerdo?
—Creo que no —contestó Artem risueño—. De hecho, me agrada que al final no sucedió ninguna de las horribles cosas que el miedo me hizo pensar.
—Entonces las rosas pueden cambiar —dijo Giarle animado—. Esa es una magnífica noticia.
—¿Lo es? —interrogó Artem confundido.
—Por supuesto, majestad —contestó paciente—. Significa que ha crecido. Porque está aprendiendo a ver cosas positivas en momentos difíciles.
Editado: 24.11.2025