Una incertidumbre que retumbaba en su cabeza acabó despertándola más temprano que de costumbre, intentó distraerse leyendo una de las historias del libro de Gialo, pero resultó imposible, por lo que, cansada de estar en la cama, se preparó para bajar al jardín, decidida a descubrir que recuerdos guardaban las rosas rojizas del arbusto de Lord Feiran. Sin embargo, antes de llegar a la planta baja, la voz de Gialo la detuvo.
—Daiana que gusto verte tan temprano —dijo nervioso—. Necesito saber, ¿realmente había una cicatriz en el rostro de Artem?
—Sí —contestó confundida—. Aunque se desvaneció de inmediato, Giarle también pudo verla.
—Fue él quien lo mencionó —explicó con resignación.
—Pareces preocupado —dijo cautelosa.
—Lo estoy —musitó molesto—. Sabía que esto pasaría, e intenté por todos los medios que él dejara de esconderlo todo, guardarlo todo, olvidarlo todo.
—¿Él? —interrogó confundida—. ¿Estás diciendo que es culpa de Artem?
—En parte también es mi culpa —suspiró avergonzado—. No supe ayudarlo a lidiar con los malos recuerdos. Él no olvidó, solo alejó, pero no consigo descubrir cómo y lo peor de todo es que no me di cuenta de que, en su empeño por reprimir los recuerdos, acabó olvidando qué lo hizo e incluso cómo lo hizo.
—¿Perdió el control? —preguntó Daiana confundida.
—Es probable —dijo entristecido—. No supe cuándo inició, pero sospecho que fue cuando el rey comenzó a verse como un niño. Las cicatrices se desvanecieron poco a poco, pero regresaban cada tanto, sin embargo, después de un tiempo no volvieron. Cada vez que una nueva herida le causa una marca, esta acaba por desvanecerse y el recuerdo con ella. Intenté hablar con él, muchas veces, pero tuve miedo de insistir.
—¿Miedo? —interrogó nerviosa.
—¿Recuerdas lo que Lord Feiran me pidió contarte? —interrogó con firmeza.
—Sobre el cataclismo de Airsem —dijo con serenidad.
—Los padres de Artem descubrieron que sucedió con ese mundo —explicó Gialo con pesadez—. En suficiente tiempo el jardín de Bedona casi se transformó en un bosque y no tardaron en dar con plantas que estaban más cerca del origen del cataclismo. Descubrieron que fue un Airsemita quien destruyó absolutamente todo.
—¿Un único airsemita acabó con todo su mundo? —interrogó pasmada.
—Así es —suspiró—. El dolor es el sentimiento que los airsemitas no pueden permitirse; porque guarda mucho poder destructivo, y nadie descubrió que uno de sus príncipes estaba llenó de ese sentimiento tan oscuro. A causa de su sufrimiento, ese joven bajó al corazón de Airsem y bastó un roce de sus dedos para petrificarlo y de esa manera acabar con todo el continente flotante.
—Artem ya fue expuesto a ese sentimiento —dijo preocupada—. Sus rosas se oscurecen cuando algo lo lastima, pero las rosas negras guardan cosas mucho más…
—Lo sé —interrumpió ansioso—. Esas son las cosas con las que intenté enseñarlo a lidiar, pero de alguna forma él prefirió esconderlo todo y sospecho que por eso comienza a perder recuerdos.
—Por qué están incompletos —dijo sorprendida—. Los recuerdos no son solo instantes felices, necesitas todos los momentos. Por eso solo recordó derrumbar la torre estando contigo, y no el motivo por el que estaba enojado.
—Fue por la estatua en el recibidor —dijo Gialo absorto—. Pensó que la gente de Garandery podía restaurarla, y ellos le dijeron que era imposible, pues faltaba la otra, y aunque él sugirió hacerla de nuevo, ellos dijeron que no, por qué no sabían cómo era. Se enfadó porque creyó que le mentían.
—La segunda estatua es la de la reina —comentó Daiana pensativa—. Ella debe saber dónde está.
—Sin duda —dijo Gialo de mala gana—. Sobre todo si tomas en cuenta que las zarzas pusieron la de Arfaim dónde está. Sin embargo, no hay forma de que lo diga.
—¿Hablas con ella? —interrogó sorprendida.
—No propiamente —respondió desinteresado—. Antes lanzaba preguntas al aire y recibía respuestas con libros o me indicaba algún lugar. Así sé a donde ir cuando busco al rey. Sin embargo, muchas preguntas simplemente las ignora.
—O quizás ella tampoco conoce las respuestas —dijo pensativa.
—Si es así —suspiró Gialo preocupado—, estamos en un predicamento. No sé dónde más buscar respuestas, pero sé que Artem necesita ayuda.
—Quizás yo sepa —dijo entusiasmada—. Pero necesito algo de tiempo.
—Pues en este momento eso es algo que no tienes —dijo Gialo mordaz—. Artem despertó y no debe tardar en buscarte.
—¿Cómo lo sabes? —interrogó confusa.
—Por la manera en que las rosas se han agitado —señaló sereno.
—Ay, no, no pude revisar el arbusto de Lord Feiran —bufó disgustada—. Debo encontrar un momento para hacerlo.
—¿Para qué quieres revisar esas rosas? —preguntó confundido.
—Porque sospecho que las respuestas están en fragmentos —respondió mientras se alejaba corriendo.
Pensando en las cosas que necesitaba hacer para ayudar a Artem, tuvo la sensación de que en el libro que Arfaim había escrito, encontraría mejores detalles de lo que sucedía o al menos, pistas más claras. Justo antes de levantar la mano para tocar en la habitación de Artem, este abrió la puerta y le dedicó una sonrisa, extendiéndole el cepillo. Lo vio subir a la cama de un salto y, mientras tejía la larga trenza, la herida en el brazo de Artem le dio una idea, por lo que, antes de que se bajara de la cama, le arremangó y quitó las vendas.
Editado: 24.11.2025