El Príncipe del Inframundo

1. La llegada

—Ha llegado. —exclamó Kyla asustada abriendo la puerta de mi habitación —abrieron el portal. Ya esta aquí, Daliane.

Silencio total.

—Bueno, manos a la obra. —irrumpió Tate poniéndose de pie y encaminándose a la salida de la habitación —a divertirnos. — sonríe, pero no llegó hasta sus ojos.

   ••• 

—No, Dal, no seas tonta. —susurró Kay con desesperación quitándome el aparato de las manos.

La llegada de aquel personaje no era un misterio ni una sorpresa para nosotros y tampoco el propósito por el que venía. Con mi equipo pudimos encontrar y diseñar equipos especialmente para su energía demoníaca ya que al ser tan poderoso no podía ser posible con los aparatos comunes y al ser mis poderes tan débiles la energía que recibía de aquel sujeto era vaga.

—Mira, esta cerca... ¡Bingo! —exclamó mi compañera con una sonrisa -Dal, es por... ¿Qué demonios, Dal? ¿A dónde crees que vas? —espetó, exaltada e irritada por mi nula cooperación.

—A encontrarlo, creí que era obvio. —mencioné, dándole la espalda y encaminándome hacia el pequeño callejón oscuro. Estaba lo bastante cerca para lograr sentirlo.

Después del aviso de Kyla nos encaminamos a encender los aparatos y empezar la búsqueda, el punto rojo empezó a parpadear en un bar a las afueras de New York. y ahí nos encontrábamos mi amiga y yo, siguiendo el trasero de un maldito demonio.

—Eres un maldito dolor en el culo, Daliane. —rió negando con su cabeza  —Bueno, estamos en el punto rojo, no entiendo...—sus palabras fueron interrumpidas por un golpe duro un poco mas allá del callejón y al girar mi cabeza en busca del sonido, lo vi.

Vaya demonio tenia delante; nada comparado con los que había presenciado, ni las imágenes que ofrecia Google de estos seres. Si aquello era obra de Leviatán, moriría por ver las del señor de arriba. "Daliane, concéntrate, no vinos a escrutar a tal sujeto. Calma las jodidas hormonas." reprochó mi subconsciente. Las palabras majestuoso e imponente, no le hacían tal justicia.

Pitidos sonaron en mi mochila sacándome de mi ensoñación.

Me moví junto a Kayla hacia una pared que nos ocultaba perfectamente, al tiempo que sacaba el irritante aparato que iba a hacer que ese endemoniado sujeto nos descubriera. 

Otro sonido.

Mi campo de visión no era el mejor, así que moví un poco mi cabeza para mejorar mi posición, al observarlo note un toque de diversión en su mirada acompañada de un sentimiento de desprecio. Mis ojos se movieron a donde él tenía su vista e inmediatamente mi estomago se remolió con violencia.

En la otra esquina del callejón se encontraban dos hombres, uno de ellos estaba tumbado en la pared con golpes en su cara, la cual tenia una mueca de absoluto horror, y ya notaba porque. El otro sujeto estaba al frente de él con un arma, apuntando hacia el hombre tirado en el piso y su mirada estaba cegada por un odio incontrolable, escondiendo el miedo. Lo estaban controlando, no era dueño de sus acciones y no tenía que ser adivina para darme cuenta de quien era responsable de aquella escena.

—Zack, hombre, no lo hagas, por favor —suplicó aquel sujeto en el suelo —¡Soy tu amigo, maldita sea! ¿no lo ves? —gritó de la desesperación al ver que su amigo, no tenía indicios de soltar el arma. El presunto Zack, quitó el seguro del arma.

El demonio en cuestión apareció en mi campo de visión, con una sonrisa que prometía hacer que una tragedia ocurriera en ese mismo instante, y lo iba lograr.

—Vamos, hombre, jala del maldito gatillo de una vez, no te va a hacer mucha falta -—ánimo el príncipe con una sonrisa insidiosa en sus labios. La situación le divertía tanto, y por sobretodo, lo que estaba por ocurrir.

No lo podía permitir, no lo iba a permitir. Involuntariamente mis manos se pusieron en dirección al demonio para empezar mi trabajo.

—¿Dal? — la morena a mi lado agarró mi mano conociendo perfectamente mis intenciones. Me solté de su agarre y le oí suspirar, sabía que no iba a detenerme. No sabía si esto iba a funcionar, mis poderes en esos momentos eran débiles al compararlos con el demonio que teníamos enfrente pero no podía permitirle acabar con una vida, no.

Cerré mis ojos e inmediatamente sentí mis manos ejercer una fuerza que no tardo en recaer sobre el demonio. Escuche un golpe en seco y al abrir mis ojos, vi aquel demonio al otro extremo del callejón tirado en el suelo, con mis manos aún teniendo poder sobre él.



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En el texto hay: angeles, demonios, brujas

Editado: 04.06.2019

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