El Príncipe Del Reino Vecino

19 - Kian

El enorme y majestuoso barco, con sus velas ondeando al viento, se aproximó lentamente al puerto del reino de Calia. Los guardias de los leones blancos y mis padres aguardaban con expectativa en la orilla, mientras la embarcación atracaba con un suave crujir de madera. Finalmente, la pasarela descendió, y las figuras que todos esperaban comenzaron a aparecer. Mi tío bajo primero, extendiendo su mano a Aressea, la cual apareció. Sonreí sin poder evitarlo al divisarlos completamente.

Mi tío, con su cabello albino y ojos grises muestra de ser perteneciente a la familia real directa de Calia, su vestimenta, aunque claramente noble como estaba acostumbrado a vestir, revelaba las marcas del viaje. El abrigo de terciopelo oscuro, ribeteado con bordados de hilo dorado que era una costumbre entre sus ropas estaba ligeramente deslucido, con manchas de salitre en los pliegues. La camisa de lino blanco mostraba arrugas y un ligero tono grisáceo por el aire húmedo y el sudor del gran esfuerzo que hizo en el viaje. Los botines de cuero tenían un leve desgaste en las puntas reflejo de su gran viaje donde fueron usados solamente ellos.

Sin embargo, lo más llamativo era el aire de autoridad que no se había perdido, el siempre mostró esa imponencia siempre que llegaba a algún lugar, por eso creyeron que el segundo príncipe de Calia sería el que gobernaría el reino, más el jamás se mostró interesado en la corona realmente. Su cinturón, decorado con una hebilla de plata labrada, seguía brillando bajo la luz del sol, y un broche de diamante gris símbolo del linaje, permanecía intacto en su pecho. Parecía un rey de las olas, más que un noble terrestre; a mí tío siempre le encantó andar entre las embarcaciones encontrando tesoros nuevos.

Ambos bajaron a paso firme, hicieron una reverencia a nosotros. Sonreí, Aldraril, la que por política era mi tía también además de la comandante de los leones blancos, se lanzó a los brazos de mi tío abrazándolo con entusiasmo. Aressea, sonrió al ser recibida cálidamente por mis padres.

Ella había bajado de la embarcación con paso seguro, ajena a las miradas que su sola presencia atraía. Su atuendo diseñado para la comodidad y la funcionalidad del viaje no perdía el toque refinado de su estatus y su vanidad que ella siempre demostraba a cada paso. Vestía un conjunto de pantalones ajustados de cuero oscuro, resistentes y flexibles, con ligeras marcas de desgaste en las rodillas. Una blusa de lino fino de un blanco perlado que estaba cuidadosamente recogida dentro del cinturón de cuero decorado con incrustaciones de gemas diminutas color rojo que reflejaban la luz en casa paso.

Encima, llevaba un chaleco largo de brocado azul marino cuyas bordaduras doradas brillaban con una elegancia discreta, tenía la misma manía de ponerle bordados dorados a sus ropas al igual que su padre, sonreí mirándola hablar cómodamente del viaje con mis padres. Su capa corta, diseñada para protegerse del viento y la brisa marina, estaba sujeta con un broche en forma de ancla que mi tío le regaló en su quinto cumpleaños, cuando, junto al broche, le obsequio su primer viaje en barco junto a él y su familia.

Sus botas altas, trabajadas con cuero suave y costuras precisas, tenían manchas de agua salada que no lograban opacar su calidad, llevaba su cabello rojo como la sangre, recogido en una trenza alta, adornada con cintas de seda que ondeaban con cada movimiento. Su porte era inconfundible, pero sus ropas y su mirada decidida demostraban que no era solamente una noble vacía que se centraba en riquezas y rumores, si no, que tenía una clara idea firme de lo que deseaba y hacía.

Su cabello rojo, igual de rojo que la sangre, igual de rojo que el cabello de su madre. Clara muestra de que la sangre Ancana recorría sus venas, y sus ojos grises, grises como los de su padre, clara muestra que la sangre de Calia recorría también por sus venas. Ella era la hija mayor de esa primera unión entre Calia y Ancano, y así como estaba dictaminado entre los libros y la corte, su apariencia también lo demostraba. El perfecto balance y armonía entre ambos reinos.

Los mire hablar con bastante ánimo, Aldraril estaba apegada a mi tío sonriendo ampliamente completamente feliz. Mientras miraba hablar a Aressea con mis padres animadamente.

Su majestad.- fingió cortesía Aressea cuando se coloco frente a mi. Solté una risa y negué mirandole, ella se recompuso y salto a mi para abrazarme, correspondí la muestra de afecto sin dudarlo un solo instante. Yo era solamente un año mayor que ella, pero gracias a sus altas botas ella era casi de mi tamaño.

Aressea- tararee, frotando su espalda con cariño. Se separó de mi y me sonrió.

¿Sabes si mi hermano viene hoy?- cuestionó intrigada, con la emoción latente en su voz, me encogi de hombros.

Según tengo entendido se le envío una carta a Ancano informándole que regresaban el día de hoy, más no recibimos una respuesta de dicha carta. Seguramente desea venir a Calia de sorpresa.- explique, ella asintió emocionada.

Su majestad- saludo mi tío, le mire y sonreí-, yacía tiempo que no lo veo, se ve incluso más grande que la última vez que lo vi.- dijo mirándome atentamente, solté una risa. Su rostro tenía una ligera cicatriz en su Mejía izquierda, según nos contaba, de una lucha contra unos orcos en una pequeña aldea que había encontrado a varias millas de los reinos principales de Konisien.

Lo mismo digo señor.- dije con calma.

Traigo excelentes noticias- dijo feliz él, miró a mis padres y a mí, Aressea se separó de mi y se coloco junto a sus padres-, espero que no les moleste hacer la reunión luego de ir a nuestra villa y descansar. Deseo pasar un rato a solas con mi esposa y deshacerme de la sensación de soledad que tuve sin ella en todo el viaje.- siguió, el rostro de Aldraril enrojeció notablemente, casi al mismo tono que su cabello.

Claro que sí hermano, descansa cómodamente. Pero no te olvides, está noche, se celebra un banquete en tu honor por tu regreso.- anuncio mi padre feliz, los criados de la casa de Magnus, el apellido que ambos decidieron mantener de la madre de Aldraril luego de su muerte, bajaron los equipajes del barco y fueron colocandolos en los carruajes con cuidado.




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