Pasó alrededor de una semana y todavía estoy disgustada después de que Desmont me dejara libre, he vuelto a Florida y las cosas han estado como siempre por aquí, a excepción de que ahora mis compañeros me miran como al bicho raro del instituto, pero estoy acostumbrándome poco a poco a eso. Ya casi finaliza mayo y con ello el último año de preparatoria, el tiempo transcurrió tan de prisa.
Mi mirada se pierde en cualquier lugar mientras jugueteo con un dedo alrededor de mi vaso en pleno refrigerio.
—Dios, estoy comenzando a hastiarme de estos fisgones— Patt toma asiento y deja su bandeja de comida sobre la mesa.
Por unos segundos divaga hasta que nota mi desinterés.
—Tierra llamando a Katrina— dice, luego hizo un movimiento con una mano por delante de mí rostro para llamar mi atención.
Mis ojos se arrastran molestos para recaer sobre este.
—La preparatoria está acabando conmigo.
—Quién realmente está acabando contigo es ese espectro— hace una pausa breve— Kat, no has vuelto a ser la misma luego de lo que te pasó.
— ¡Oye! — le llamo la atención.
—De acuerdo lo siento, Desmont o como sea— revolotea los ojos.
—Patt, me está consumiendo esta maldita pena, te he contado todo desde que he vuelto ¿Por qué no solo me entiendes? — digo, sintiendo como una vena se creaba sobre mi frente.
Estaba a punto de estallar.
—Kat, te estas ahogando en un vaso con agua y odio verte así— resopló estresado— eres mi mejor amiga y realmente quiero que seas consiente contigo misma. Esto es lo mejor que te pudo haber pasado, quiero que te des cuenta, él no te amaba.
Suficiente, me niego a oírlo más.
Me levanté de la mesa y me marché de allí dejándolo completamente solo, no dejaba de inspeccionarme enredado. Arrastré mis pies a donde sea que me transportasen, todo era tan espantoso y ya casi perdía la cabeza, sin dejar de preguntarme tantas cosas.
¿Qué estaría haciendo Desmont ahora? ¿Qué sería de Luigi y Cassandra? ¿Hermes? Todos, incluido Vasilisa. Sé que tenía la oportunidad de volver a vivir. ¿Habrá encontrado la manera de traerla de vuelta? No saber nada me ponía ansiosa.
Me quedé estancada enfrente de un salón que aparentemente parecía vacío, así que aproveché el momento para entrar, después cerré la puerta y dejé recaer mi cuerpo sobre este.
Resoplé afligida, casi cerrando los ojos.
—Lo siento— dice aquella voz que de inmediato reconozco.
Abrí los parpados anonadada y a la vez fría.
—Que… ¿Cómo? — me entrecorté de lo sorprendida que estaba ahora mismo.
Es él, era Desmont quién estaba a unos pocos centímetros de mí.
—Era lo correcto y pensé que estarías feliz— bajó la mirada sintiéndose seguramente culpable.
— ¿Feliz? ¿Qué haces aquí? Alguien podría verte— le digo, trato de ocultar la emoción en mis palabras.
Traía otro traje de príncipe, uno de color cereza.
—Quería saber que estabas bien Katrina— sus ojos negros me observaban con ímpetu.
—Estoy bien— digo con disgusto, sin dejar de sostener su mirada oscura.
Después de todo era él quien me había dejado ir y estaba bien, se lo había pedido yo de algún modo en un inicio, cuando no sabía quién era Desmont verdaderamente. No obstante, luego todo cambió y todo lo que quería era estar a su lado, ser una compañía para su soledad, no importaba si sonaba loco, pero era lo que más deseaba, anhelaba serlo, olvidar que él estaba enamorado de alguien más y así ocupar su lugar.
¿Podría siquiera pensarlo?
—Katrina yo…— dice con parsimonia, pensando seguramente si seguir platicando o quedarse en silencio— he echado de menos tu compañía y en realidad me arrepiento de haberte dejado libre. Yo solo quería que dejaras de estar triste.
Entreabro los labios al oír aquello y suelto un suspiro inédito.
—No sé qué decir…— confieso sorprendida.
—No te he dejado sola si eso piensas— me ofrece su mano derecha y se queda esperando a que la tome.
Desde luego que lo hice y tal como pensé, me mostró lo que tanto había esperado, podía ver el reflejo de mi persona, durmiendo por las madrugadas durante estos días y cada noche, a Desmont observándome, sentado sobre el mueble blanquecino que quedaba al lado de las lumbreras de mi habitación.
Me acompañaba desde aquel día en que me dejó ir y aunque todavía no logro comprender la razón se me escapa una sonrisa a medias.
Era real, no pudo permanecer lejos de mí, por más que lo hubiese intentado.
— ¿Por qué? — pregunté con arrebato.
Arrastró la mirada hacia un lado y dio unos cuantos pasos hacia el pizarrón que estaba a un lado, parecía reflexivo y a su vez embrollado.
—Estoy solo Katrina— levantó la barbilla audaz— y he descubierto algo muy importante hace dos días.
Me quedé mirándolo ansiosa de escucharlo, quería saber que más diría. Lo vi caminar hacia el tragaluz y se quedó de espaldas.