El príncipe Desmont : Legados de Sangre l

CAPÍTULO 23: "Condenados a perderse"

Pasó alrededor de una semana y yo todavía seguía disgustada después de que Desmont me dejara libre, había vuelto a Florida y las cosas estaban como siempre por aquí, a excepción de que ahora mis compañeros me miran como al bicho raro del instituto, pero estaba acostumbrándome poco a poco a eso. Ya casi finalizaba mayo y con ello el último año de preparatoria, el tiempo había transcurrido tan de prisa.

Mi mirada se perdió en cualquier lugar mientras jugueteaba con un dedo, alrededor de mi vaso en pleno refrigerio.

—Dios, estoy comenzando a hastiarme de estos fisgones— Patt tomó asiento y dejó su bandeja de comida sobre la mesa.

Por unos segundos divagó hasta que notó mi desinterés.

—Tierra llamando a Katrina— dijo él. Luego hizo un movimiento con una mano por delante de mí rostro para llamar mi atención.

Mis ojos se arrastraron molestos para recaer sobre este.

—La preparatoria está acabando conmigo.

—Quién realmente está acabando contigo es ese espectro— Patt hizo una pausa breve— Kat, no has vuelto a ser la misma luego de lo que te pasó.

— ¡Oye! — le llamé la atención.

—De acuerdo lo siento, Desmont o como sea— revoloteó los ojos.

—Patt, me está consumiendo esta maldita pena y te he contado todo desde que he vuelto. ¿Por qué no solo me entiendes? — reclamé sintiendo como una vena se formaba sobre mi frente.

Estaba a punto de estallar.

—Kat, te estas ahogando en un vaso de agua y odio verte así— resopló estresado— eres mi mejor amiga y realmente quiero que seas consiente contigo misma. Esto es lo mejor que te pudo haber pasado, quiero que te des cuenta. Él no te amaba y gracias a Dios fue honesto.

Suficiente, me negaba a oírlo más.

Me levanté de la mesa y me marché de allí dejándolo completamente solo, Patt no dejaba de inspeccionarme enredado. Arrastré mis pies a donde sea que me transportaran, todo era tan espantoso y ya casi perdía la cabeza, sin dejar de preguntarme tantas cosas.

¿Qué estaría haciendo Desmont ahora? ¿Qué sería de Luigi y Cassandra? ¿Hermes? Todos, incluido Vasilisa. Sé que tenía la oportunidad de volver a vivir. ¿Habría encontrado la manera de traerla de vuelta? No saber nada me ponía más ansiosa.

Me quedé estancada enfrente de un salón que aparentemente parecía vacío, así que aproveché el momento para entrar, después cerré la puerta y dejé recaer mi cuerpo sobre este.

Resoplé afligida, casi cerrando los ojos.

—Lo siento— dijo aquella voz que reconocí de manera eficaz.

Abrí los parpados anonadada y a la vez fría.

—Que… ¿Cómo? — me entrecorté por lo sorprendida que estaba.

Era él, era Desmont quién estaba a unos pocos centímetros de mí.

—Era lo correcto y pensé que estarías feliz— bajó la mirada sintiéndose seguramente culpable.

— ¿Feliz? ¿Qué haces aquí? Alguien podría verte— murmuré casi oíble, tratando de ocultar la emoción en mis palabras.

Traía otro traje de príncipe, uno de color cereza.

—Quería saber que estabas bien Katrina— sus ojos negros me observaron con ímpetu.

—Estoy bien— respondí con disgusto. Sin dejar de sostener su mirada oscura.

Después de todo, él fue quien me dejó ir, y estaba bien, se lo había pedido yo de algún modo en un inicio, cuando no sabía quién era Desmont verdaderamente.

Sin embargo, luego todo cambió y las ganas de estar a su lado crecieron, quise ser una compañía para su soledad, no importaba si sonaba loco, pero era lo que más deseaba, anhelaba serlo, olvidar que él estaba enamorado de alguien más y así ocupar su lugar.

¿Podría siquiera soñarlo?

—Katrina yo…— dijo Desmont con parsimonia, pensando seguramente si seguir platicando o quedarse en silencio— he echado de menos tu compañía y en realidad me arrepiento de haberte dejado libre. Yo solo quería que dejaras de estar triste.

Entreabrí los labios al oír aquello y solté un suspiro inédito.

—No sé qué decir…— confesé sorprendida.

—No te he dejado sola si eso piensas— me ofreció su mano derecha y se quedó esperando a que la tomara.

Desde luego que lo hice y tal como lo creí, me mostró lo que tanto había esperado, podía ver el reflejo de mi persona, durmiendo por las madrugadas durante estos días, y cada noche a Desmont observándome, sentado sobre el mueble blanquecino que quedaba al lado de las lumbreras de mi habitación.

Me acompañaba desde aquel día en que me dejó ir y aunque todavía no logro comprender la razón, se me escapó una sonrisa a medias.

Era real, no pudo permanecer lejos de mí, por más que lo hubiese intentado.

— ¿Por qué? — pregunté con arrebato.

Arrastró la mirada hacia un lado y dio unos cuantos pasos hacia el pizarrón que estaba a un lado, parecía reflexivo y a su vez embrollado.

—Estoy solo Katrina— levantó la barbilla audaz— y he descubierto algo muy importante hace dos días.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.