Bajo el resplandeciente sol de aquella mañana perfecta, me mantuve sentada sobre el bellísimo paisaje de la fortaleza mágica, podía ver como algunas cuantas hadas volaban a unos centímetros de mí, pensé nunca más ser testigo de aquellos seres mágicos que existían a escondidas de los ojos humanos, no obstante, aquí estaba, todavía extasiada por el paisaje a mi alrededor y Desmont quién me anhelaba encantado.
Permanece cerca y enfrente mío.
— ¿Quieres ver algo?— pregunta sosteniendo mi mirada.
Sonrío encantada así que coge mi mano derecha y entrelaza sus largos y blancos dedos de papel con los míos.
De momento un par de imágenes aparecen en mi mente, en el pasado así como antes, me puedo ver a mi misma sentada en la pileta que tiene el Castillo, leyendo un libro con aquel traje de seda que me llega a la altura de los tobillos, aquel tul blanco transparente cubre mis hombros teniendo por encima la cascada ondulada de mi cabello rubio, es el príncipe quién me observa desde el otro espacio, se mantiene oculto entre un árbol, me anhela desde aquel lugar y así sucesivamente vuelven a pasar más momentos en los que hemos compartido.
Aprieto su mano con suavidad cuando me muestra el sello de nuestro Amor en el lago que yace a unos centímetros de nosotros nada más y cuando abro los ojos me quedo embelesada con los suyos.
— ¿Cómo puedes hacer eso?
—Puedo hacer muchas más cosas Vasilisa— me sonríe a medias— ¿Te das cuenta que me has hechizado desde el primer momento en que te vi?
—Aquel día en que pintarían un retrato suyo mi corazón testarudo se dejó llevar por la belleza de mi príncipe, sabía que no debía permitirlo porque éramos de mundos diferentes pero no pude evitarlo— dije mientras acaricio su tacto helado.
Desmont ladea la cabeza y esboza una sonrisa amplia.
—Vasilisa eres mi complemento, nunca me he fijado antes de ti en nadie, ni siquiera en alguna otra después— suelta un suspiro acongojado— aun cuando alguien me recordó a ti.
¿Por qué me decía eso ahora? ¿A que venía aquello? Sentía que me estaba olvidando de algo importante y aunque trataba de recordar que era no lograba hacerlo. Iba a contestarle algo pero entonces nos vimos interrumpidos por alguien más, una compuerta mágica apareció a unos cuantos pasos de nosotros en forma circular y cuando me puse a un lado y Desmont delante de mí, la princesa Báthory salió de aquella compuerta dejándonos a ambos en estado de shock.
Los hermanos reales se tenía frente a frente, no obstante, no parecían verse contentos de que fuera así.
— ¿Qué es lo que quieres?— dice el príncipe— pensé que estabas muerta hermana.
—Soy una hechicera hermano, soy tan inmortal como tú solías serlo antes de convertirte en este espectro— sus ojos se posan en mi— puedo entender porque ella no despierta.
Un monstruo aparece, se mantiene cerca de la princesa sosteniendo en brazos a una muchacha de cabellos rojizos, parece inconsciente y cuando centro toda mi atención en ella quiero acercarme pero Desmont me lo impide con un brazo.
— ¿Qué le has hecho?— pregunta entrecortado, mira a la chica inconsciente con fijeza y luego fulmina con la mirada a la princesa— quieres destruirme a mi Báthory, deja en paz a Katrina, déjala libre, ella no tiene nada que ver en esto.
—Te equivocas Desmont— sonríe con emoción y cierta malicia— ella tiene que ver tanto como Vasilisa en tu historia de Amor.
—Eres perversa, al igual que nuestro padre ¿Por qué debo creer en ti?
—Hermano mío, yo nunca quise que todo esto acabara así pero ¿Sabes lo que hiciste? ¿Tienes idea de lo erróneo que pudo ser tu decisión? Solías ser todo lo que yo más amaba en la vida, eras mi luz, mi hermanito menor a quién vi crecer día a día, no tienes ni la menor idea de cuánto te amé y lloré tu muerte hasta este siglo, verte aquí me perturba el corazón de la peor manera y lo cierto es que jamás debiste volver— Báthory parece sincera, lo demuestra en sus ojos que ahora mismo se tornan cristalinos.
—Estás aquí para destruirme— concluye sin titubeos.
—No tengo opción— hace una pausa breve— eres un ser sin alma y solo propagas tu venganza con personas inocentes que pertenecen al árbol genealógico Montecasth.
—No, por favor…— tomé todo el valor posible y me posicioné enfrente del príncipe— todo lo hizo por mí, no quiero que termine así, venderé mi alma a cambio de que Desmont tenga una vida tanto como yo la tuve y sea feliz.